Pantallas y fantasmas

Los profesores deben impartir ahora sus clases online.
'Pantallas y fantasmas'
Pixabay

Con la excusa de la pandemia, la enseñanza digital se está imponiendo incluso en materias que por su complejidad teórica y aplicada nunca se habían estudiado a distancia ni por internet. Al tiempo, se difunde una pulida apología de las nuevas tecnologías que cuestiona el cambio docente emprendido hace unos años en la universidad y la costosa reconversión de las aulas tradicionales en espacios para un aprendizaje más activo y colaborativo.

Sea por misantropía, o por algún otro rasgo de la personalidad, hay individuos que prefieren la pantalla al trato en el aula. Pero son minoría. La expansión digital tiene argumentos de mayor calado. Por una parte, la docencia presencial es cara y lleva camino de ser un lujo. Por otra, la innovación a veces oculta una involución. Las viejas creencias se sirven de la tecnología punta. De modo que, en cierto sentido, las sofisticadas presentaciones digitales del presente son una vuelta a los folios leídos desde el estrado, que yo sufrí siendo alumno e hice sufrir como profesor. Hoy, además, merced a la mediación digital entre docente y discente, ni siquiera es preciso mostrarse, ni estar realmente al otro lado de la conexión. Prima la apariencia.

No quiero retroceder a aquellos días. Ni quiero, en general, contribuir al final de la "comunicación natural" que predijo Franz Kafka hace cien años, en ‘Cartas a Milena’, cuando sostuvo que mediante el correo, el telégrafo o el teléfono, los medios de su tiempo, no se relacionan los seres humanos, que "acabarán sucumbiendo", sino sus fantasmas, los mismos que hoy se comunican por internet.

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