Erik el Ladrón

Erik el Belga presumía en los últimos años de colaborar en la recuperación de patrimonio.
Erik el Belga presumía en los últimos años de colaborar en la recuperación de patrimonio.
Efe

Hay cosas que no pueden conseguirse, ni siquiera robándolas, aunque uno sea el ladrón más desvergonzado de Europa. Eso fue René Alphonse van den Berghe, nacido en Nivelles (Bélgica), en 1940, y muerto en Málaga (España), en junio pasado, convertido en Erik el Belga. Durante años, a partir de la década de los sesenta, se dedicó a expoliar salvajemente el patrimonio de iglesias españolas en zonas despobladas y envejecidas. Trabajaba a sueldo, sabía lo que hacía, y despreciaba el daño irreparable que causaba a tesoros como el de la catedral de Roda.

Pese al saqueo de esa noche tristísima de enero de 1979, Roda de Isábena y su catedral están resplandecientes. Al trabajo de mosén Leminyana siguió una magnífica restauración institucional. Las visitas se han reanudado en grupos más pequeños. María Ángeles, la guía, muestra los restos de la silla de San Ramón, una obra de arte única, emparentada con el arte vikingo, que sobrevivió un milenio y que desguazó la banda de Erik. Pese a tanta fechoría, durante las últimas décadas de su vida el delincuente quiso lavar su imagen, presentarse como un aventurero de guante blanco, colaborar con la Policía, pero no tanto como para recomponer o recuperar un número incalculable de piezas. Aunque siempre hay alguien que sucumbe a los charlatanes, no logró lo que pretendía. Entre las gentes de la Ribagorza, entre quienes luchan por el patrimonio expoliado, como escribió en HERALDO Ángel Gayúbar, no ha habido sitio para la pena en la muerte de Erik el Ladrón.

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