En el fondo del mar
En el mejor de los casos, se convierten en puntos naranjas flotando en el mar. Sucede cuando a los olvidados de la Tierra les terminan por despojar de los últimos euros que no tienen para entregarles un chaleco naranja momentos antes de embarcarlos hacia su destino cruel: si pagan el salvavidas los encontrarán muertos flotando y, sin chaleco, se irán al fondo del mar de Alborán con la determinación del plomo sostenido en una caña de pescar. Convendría reflexionar algo más sobre los 859 ahogados en el Mediterráneo en lo que va de año y algo menos sobre el desempeño de una ONG como Open Arms, que trabaja para rebajar una estadística insoportable que sitúa a Europa ante el espejo de su incompetencia. No parece que tenga excesivo interés lo que brama un tal Salvini, un tipo populista sostenido en la bravuconada y el insulto, ni tampoco la desorientación de un Gobierno español que parece más preocupado por la forma que por el fondo. Genera una dosis añadida de tristeza la insensibilidad de todo un continente frente a miles de hombres, mujeres y niños que solo desean vivir con dignidad. Si Europa dice que trabaja por el bienestar de los pueblos, ignoramos a qué bienestar se encomienda: se nos mueren frente a nuestras orillas y ni siquiera son el centro del debate. Esa sí es una tragedia.