Todos admiten que repetir las elecciones generales conlleva riesgos graves para la política, la sociedad y la economía, pero casi todos dan por hecho que va a suceder. Las encuestas de intención de voto marcan tendencias pero no firmezas ni seguridades. Por eso tienen tantas dudas.

Viene un otoño muy complicado. Con el cierre de la temporada de verano habrá una caída del empleo y con la ausencia de Presupuestos Generales habrá un retroceso en las inyecciones financieras y de inversiones para intentar evitar los signos que se notan de desacelaración del crecimiento. Y llegará la sentencia del ‘procés’, con todo lo que ello conlleva por el desafío secesionista.

Es muy probable que sean unas elecciones en las que los dos bloques ideológicos apenas se van a mover, más allá del intercambio de votos entre unos u otros partidos del mismo espectro ideológico; y que no aporten un escenario menos complejo que el actual para lograr pactos de estabilidad y gobernabilidad. Eso, además de contar muy probablemente con una abstención que podría registrar cifras de récord. 

La variable de otros comicios dispara las incertidumbres. Seguir como hasta ahora es insostenible. Y ni PSOE ni PP ni Cs ni Podemos pueden eludir su parte de culpa y de responsabilidad.