ARTES & LETRAS. NARRATIVA ESPAÑOLA

Antonio Soler, el viaje de un corazón emponzoñado

El escritor andaluz publica 'Yo que fui un perro', una novela muy negra, dura y real como las zonas más turbulentas de la existencia sobre el maltrato

Antonio Soler con su nueva novela, que ofrece una visión negra de la vida.
Antonio Soler con su nueva novela, que ofrece una visión negra de la vida.
Archivo Galaxia Gutenberg.

Hace años, Antonio Soler (Málaga, 1956) encontró unas cuartillas manuscritas donde un joven estudiante de medicina había escrito un breve diario en el que contaba con una violencia densa su amor enfermizo por una mujer. Este es el germen de su nueva novela, en la que asume el reto de contar en primera persona lo que pasa por la cabeza de un maltratador.

Soler mantiene la estructura de diario, con páginas de extensión desigual y líneas tachadas con arrepentimiento, que se prolonga desde enero hasta junio de 1991 y que se centra en la relación de Carlos, el protagonista, con su novia Yolanda, pues pocas cosas más hay en su vida además de sus estudios. Sólo oímos la voz de Carlos y por tanto sólo tenemos su visión de la historia. Conocemos al resto de personajes –Yolanda, su madre, sus amigos…– sólo por lo que Carlos nos cuenta de ellos. Pero su mirada funciona como un espejo que nos devuelve lo que otros piensan de él, cómo lo perciben, cómo reaccionan a su comportamiento. Y esta es una de las fortalezas de la novela: lo que Carlos omite y lo que intuimos por la reacción de los demás contradice en muchos aspectos su relato y nos revela más sobre él que muchas de sus confesiones.

Lo que Carlos vuelca en su diario deja ver a un hombre inseguro, desconfiado y obsesivo que no soporta no tener el control de lo que sucede a su alrededor. En su relación con Yolanda, las cosas sólo marchan bien si cumplen con lo que él considera correcto: controla sus horas de salida y llegada, la ropa que viste –si lleva minifalda o escote cree que lo hace a propósito para castigarlo–, intenta aislarla de sus amigas y de su familia para evitar su influencia… Nada debe salir del guión establecido para que él se reafirme en su relación y en su vida.

Otra de las fortalezas de la novela es la descripción de cómo Carlos va envenenándose lentamente: no habla con nadie, no comparte sus sentimientos y, en su soledad, se retroalimenta de su propia amargura: el mundo está contra él, todos lo tratan de forma injusta –especialmente su novia–, todo lo que hace lo hace por amor, él es la verdadera víctima. Carlos siempre está enfadado por algo: puede ofenderse por una palabra dicha en un tono que no le gusta o por algo sucedido años atrás y que súbitamente recuerda.

La casa y otras metáforas

Estos pensamientos obsesivos y recurrentes hacen que su enfado se convierta en una ira que crece y se extiende viscosa hasta impregnarlo todo. A pesar de que esta reiteración lastra un poco el ritmo de la novela, que se hace algo morosa en su parte central, con ella Soler logra envolver al lector en un ambiente áspero y angustioso en el que, en algunos pasajes, hace falta cerrar el libro para respirar.

Soler se sirve de un narrador poco fiable para trasladar el comportamiento manipulador de un maltratador; según avanzan las páginas dudamos de Carlos, de la veracidad de su narración

Otro elemento importante en la novela es la casa. Carlos vive enfrente de Yolanda y se asoma de forma obsesiva a la terraza para controlar todo lo que pasa en casa de su novia: cuándo se enciende la luz de su habitación, cómo va vestida, quién está con ella. Los jóvenes se saludan si están de buenas o se ignoran ostensiblemente si no lo están. La casa funciona como metáfora de los elementos de control: si la novela estuviera ambientada hoy, la casa sería la hora de última conexión de ‘whatsapp’, las fotos recién publicadas en las redes sociales o dejar o no un «me gusta». Antonio Soler parece decirnos que estos elementos siempre han estado ahí y que cambian según lo hace la vida.

Antonio Soler crea una atmósfera sofocante y opresiva –hay escenas, como la visita accidental a casa de unos vecinos, realmente asfixiantes– y modela un personaje muy complejo. No lo justifica ni intenta que lo entendamos: al contrario, el autor se enfrenta a la dificultad de crear un protagonista con el que el lector no empatiza en absoluto y lo resuelve con brillantez. Soler se sirve de un narrador poco fiable para trasladar el comportamiento manipulador de un maltratador; según avanzan las páginas dudamos de Carlos, de la veracidad de su narración, desconfiamos cada vez más de lo que nos cuenta.

No son frecuentes las novelas que cuentan el maltrato desde el punto de vista del agresor. Aquí, con una primera persona muy poderosa, Antonio Soler se introduce en la parte más oscura del comportamiento humano para ofrecernos un relato muy negro, duro y real como la vida misma.

LA FICHA

'Yo que fui un perro'. Antonio Soler. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2023. 291 páginas.

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