Dos hermanos y lo desgarrador

Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne son exponentes de un cine de autor de componente social que desprende relieve por su sencillez expositiva, su realismo, su dureza y la dimensión que adquieren sus historias con la virtud de que prescinden de añadidos y no caen en el tentador terreno panfletario. En ‘Tori y Lokita’, Premio 75 aniversario en Cannes, festival en el que han obtenido grandes reconocimientos como señalan ‘Rosetta’, ‘El niño’ y ‘El niño de la bicicleta’, parten de dos de sus temas habituales, la inmigración y la juventud. Los directores firman un drama que concentra tanto belleza como recorrido desgarrador. Describe el vínculo fraternal de dos menores de origen africano, un pequeño y una adolescente, relación que transmite amor y verdad. Solo se tienen el uno al otro en una realidad definida por un sistema con sus procesos y requisitos, por unos servicios sociales que ayudan pero que no saben lo que les ocurre fuera y, especialmente, por las mafias que se aprovechan.

Impacta ver cómo un traficante los utiliza para pasar droga, comprobar aparte cómo otro sujeto sin escrúpulos, el que los trajo a Bélgica, le recuerda a la chica su deuda así como descubrir la presión de fondo de tener que mandar dinero a su familia. Las resonancias brotan asimismo en forma de desazón por la naturalidad con la que asumen y hacen las cosas (exceptuando, en lo relativo a Lokita, el horror del sexo forzado), la cual resalta la supervivencia que les guía. Un cauce ampliado por lo que son capaces de realizar para seguir juntos.

La acumulación de adversidades no implica exceso, lo que refleja el notable oficio de los Dardenne, evocado también porque dejan que las situaciones hablen solas y porque en estas nunca hay imágenes de más. El desenlace culmina ese tono equilibrado en medio de la crudeza que sacude y remueve. La última frase, por el significado expresado y el contexto emocional, queda grabada.