Javi Sancho: "Era el niño que no quería salir a la pizarra, ¡me daba un soponcio!"

Llevó a las tablas del Teatro de las Esquinas de Zaragoza el espectáculo ‘Del deporte también se sale’.

Sancho, este viernes en el escenario del teatro, antes del ‘show’.
Sancho, este viernes en el escenario del teatro, antes del ‘show’.
Guillermo Mestre

Javi Sancho (Tarragona, 1987) está recorriendo España con 'Del deporte también se sale', un espectáculo que trata el mundo del deporte, pero no exclusivamente, sino que se puede ver identificado todo el público. Comenzó en el mundo de la comedia casi por casualidad hace más de una década, tiempo en el que ha frecuentado escenarios y redes sociales. Este viernes estuvo en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza.

Empecemos con el calentamiento. ¿Qué deportes ha practicado a lo largo de su vida?

Practiqué fútbol en el colegio, pero era un negado. Después ciclismo, que lo alargué mucho porque me lo pasaba muy bien, aunque se notaba que el futuro no iba a ir por ahí. Y estos últimos años me he aficionado al ‘running’.

¿Ha visto que hay personas que hacen deporte de niños y después lo vuelven a practicar con alguna crisis de la edad?

Hay un momento en la vida en el que todos nos activamos un poco, no sé si es el cambio de década o que ahora hay mucha más conciencia en cuidarnos. Pero sí, sorprende que te aparezca un conocido que nunca ha hecho nada de deporte y con 55 años te dice que se ha apuntado a ‘crossfit’ y tú te preguntas: ¿no podría empezar nadando en lugar de levantar ruedas de camión?

Ya he escuchado a varias personas que van a empezar a hacer ejercicio con la vuelta a la rutina...

Creo que nos ha pasado a todos. No depende de la vuelta, sino del momento en el que te arrancas a hacer algo que hace tiempo que quieres. Es muy probable que al próximo septiembre o enero diga el mismo propósito...

Su propósito para este curso es...

Seguir como estamos. A nivel profesional, ahora que estoy de gira por toda España, es muy importante notar que la gente viene, pero no por vender más entradas, sino porque cuando los teatros se llenan es señal de que la cosa se mantiene como está. Tenemos que tener una mirada fría ante las malas noticias, pero es necesario un rato de monólogo.

¿Qué le da agujetas en esta vida?

Me dan agujetas todo tipo de deporte y las injusticias, me ponen muy tenso y eso que soy una persona tranquila. Por ejemplo, que una persona trate mal a un camarero, eso me pone loco. Pagan su estrés con quien no lo merece.

¿Y qué le produce endorfinas?

Ver a gente feliz, en mi caso, tanto en las redes sociales como en el teatro. Eso me genera endorfinas, al igual que cuando me agradecen haber desconectado durante el espectáculo a pesar de estar en una época muy complicada. Y también me producen endorfinas las palmeras de chocolate.

¿Cómo se hace humor con el deporte en un mundo tan ‘fit’ para que nadie se sienta lesionado?

Lo explico desde el punto de vista de que soy el más desgraciado dentro del deporte y son vivencias que incluso los de élite han pasado por ello y pueden empatizar.

¿Qué es más difícil, hacer humor en persona o por redes sociales?

En directo ves todo y te condiciona lo que viene después. En las redes lanzas un contenido e igual se viraliza, pero no ves a la gente que piensa que ‘Pasión de Gavilanes’ le hubiera hecho la misma gracia.

¿Era el típico graciosillo de la clase o eso es un mito?

Es un mito. Siempre he sido una persona introvertida. En el colegio me llevaba bien con todo el mundo, pero no destacaba porque la liara ni me propusieran como delegado... Era el que no quería salir a la pizarra, ¡me daba un soponcio! La gente que me conocía no entiende qué me ha pasado.

Así que no dijo lo de "mamá, quiero ser humorista".

Era informático. Me flipa la informática, pero el salto de esa profesión a cómico es el que menos se espera. Un día fui a un microabierto de Barcelona por no escuchar a los cansinos de mis amigos. ¿Qué pasó? Que seguía siendo el mismo niño que no quería salir a la pizarra. No exterioricé los nervios porque pensé que estaba haciendo el monólogo en el comedor de mi casa, pero por dentro llevaba las pulsaciones al nivel del carnaval de Río de Janeiro.

¿Y qué pasó?

Me dijeron que había ido superbien y que me tenía que dedicar a esto. Me apuntaron contra mi voluntad a concursos de monólogos nacionales y gané tres en dos meses y medio. Se corrió la voz y me llamó Santi Millán para trabajar juntos. Estoy contento y feliz, aunque soy humorista contra mi voluntad. 

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