El retorno del mejor Paul Schraeder
Paul Schaeder es un director y guionista bendecido por el talento y la veteranía que sabe reinventarse en cada nuevo trabajo. Cierto que en su larga filmografía ha habido unos cuantos errores, pero su obra, de contenidos muy diversos, pero siempre potente y con personajes que cargan con un pasado poco amable, es de las más consistentes del cine estadounidense. Veterano forjado en el guión, suyos son los de películas tan extraordinarias como ‘Taxi driver’ o ‘Toro salvaje’, habiendo dirigido títulos tan interesantes como ‘Aflicción’, ‘Mishima’ o ‘American gigoló’.
Cinco años después de ‘El reverendo’, el cineasta regresa fuerte con ‘El contador de cartas’, una película más importante de lo que pudiera parecer a simple vista. Schraeder no es un director ni un guionista fácil. Te obliga a leer entre líneas, a seguir al personaje sin perderte detalle, acumulando sus gestos, sus silencios, sus miradas. Y, como casi siempre, en ‘El contador de cartas también hay un protagonista que carga con un pasado oscuro –¿les suena la cárcel de Abu Ghraib?– y un presente solitario. Este personaje se dedica a jugar al póker cuando nos lo presenta Schraeder. Va de casino en casino, aunque algo cambia en él cuando se encuentra con un joven que le pide ayuda para llevar a cabo una venganza.
Evidentemente, este trazo argumental solo se refiere a la superficie del filme. Porque ‘El contador de cartas’, tal y como no tardamos en descubrir al comienzo del mismo, contiene una fuerte carga emocional. Estamos ante una película perfectamente diseñada, con un guión espléndido -que fue premiado en la Seminci este año-, con un contenido narrativo muy rico, y personajes de una gran complejidad. De entre todos ellos, evidentemente, destaca el que con tanta credibilidad y de manera soberbia encarna Óscar Isaac. Una película dura, sorprendente, una muestra de ese cine en estado puro que tanto cuesta ver ahora.
