Naomí Ramírez: "Los sirios son conscientes de que el destino no está en sus manos"

Ramírez participó en Zaragoza en la presentación del libro ‘El caparazón. Diario de un mirón en las cárceles de Al Asad’, que ha traducido.

Ramírez presentó días atrás el libro en Zaragoza.
Ramírez presentó días atrás el libro en Zaragoza.
Francisco JIMÉNEZ

Ha traducido del árabe el libro ‘El caparazón. Diario de un mirón en las cárceles de Al Asad’, que presentó en Zaragoza de la mano de la librería La Pantera Rossa. Conoce bien a su autor, Mustafa Khalifa, preso en Tadmur de 1981 a 1994. ¿Cómo era la vida ahí?

Lo que cuenta Khalifa es sobrecogedor, aunque por desgracia no es nada que no esperáramos los que conocemos el régimen sirio. Eran torturas y vejaciones sistemáticas, un intento de acabar con la dignidad de las personas. Precisamente ese fue el motor de la revolución de 2011.

El libro tiene su propia historia: escrito en 2008, fue prohibido por el régimen de Al Asad pero usted misma lo encontró en Damasco. ¿Cómo sucedió?

Yo vivía en Siria en 2009. Allí supe de la existencia del libro, aunque di por hecho que no lo encontraría en Damasco. Pero entonces uno de los profesores me indicó una librería donde podía encontrarlo. Al entrar ahí, tenías que decirle al librero una frase del estilo «tú tienes un libro que yo quiero»; nada más. Él respondía: «Ah, te refieres al libro». Asentías y él lo entendía. Era ‘ese’ libro. Así sucedió. Abrió una caja, y al fondo del todo, bajo dos capas de libros, ahí estaba. Al llegar a casa lo guardé en la maleta y hasta que no volví a España no lo leí; los sirios siempre decían que las paredes oyen, pero a mí me daba miedo que las ventanas miraran (se ríe).

¿Cómo era el Damasco de 2009? Han pasado 8 años y parecen 80.

Yo no conocí el Damasco del padre, de Hafez al Asad. El de Bachar era la materialización de la opresión. Al Asad estaba presente en todas partes: en carteles en todas las tiendas, en los coches, en los imanes de recuerdo… Luego estaba la represión social, el no poder hablar de política. Cuando yo iba a casa de alguna familia, en el momento en que Al Asad salía en la televisión, automáticamente decían algo bueno de él; era un acto reflejo. Yo no pensaba que la gente tendría el valor de salir a la calle en 2011. Nos han dado una lección a todos.

Como afirmó Mónica García Prieto, este es el tipo de libro que nunca debería haber sido escrito.

Sí: cuando presentamos el libro en Madrid, lo primero que dije es que ojalá no estuviéramos nosotros ahí. Sobre todo cuando ese libro no es una situación puntual, sino sistemática. Según Khalifa, la única diferencia entre la situación en las cárceles en los ochenta y la posterior es que con Hafez al Asad el objetivo era asustar y vejar hasta tal punto a las personas que no volvieran a intentarlo, y si matabas a alguien era un daño colateral, aunque no algo buscado; con Bachar al Asad ha sido claramente una eliminación sistemática: era tanta la población que estaba en su contra que tenía que quitárselos como pudiera. Se convirtió en una máquina de matar.

Sin embargo, estamos en 2017 y Al Asad parece inamovible.

La premisa básica de él y sus hombres es: o Al Asad o quemamos el país. Pero sin apoyos directos, como Rusia o Irán, y sin el hecho de que algunas brigadas salafistas hayan renunciado a conquistar las grandes ciudades para mantener sus pequeños feudos, probablemente Al Asad no se mantendría en pie. Nunca ha habido una voluntad internacional real de echarlo, más allá de lo que se dice con la boca pequeña. Se puso una línea roja, las armas químicas, y ni siquiera en ese momento fuerzan una salida del régimen, evidentemente porque no interesa. Los sirios son conscientes de que el destino no está en sus manos, y ven que se está rehabilitando a Al Asad como baluarte contra el terrorismo del Dáesh. Esa es la perversión.

El Estado Islámico se ha quedado sin núcleos urbanos. ¿Vuelta a la guerra de guerrillas?

Se adaptarán. No hay que olvidar que el Dáesh viene de lo que era el Estado Islámico de Iraq, y que en su momento, cuando se les derrotó, se replegaron y volvieron a resurgir aprovechando el vacío de poder en Al Raqa en 2013. Su ideario no ha muerto, seguirá ahí.

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