Kase.O hechiza a ocho mil personas con un espectáculo hipnótico y lleno de energía

El MC de Violadores del Verso vive en casa una de las noches más vibrantes de su gira ‘El círculo’. Además de ir a Pirineos Sur, el zaragozano estará nuevamente en el Príncipe Felipe el 13 de octubre.

Kase O en concierto
Kase O en concierto
Raquel Labodia

"Me han dicho que va a estar más de dos horas, 27 temazos, tengo un contacto, y sale Hate, que es Sho-Hai pero los de siempre lo llamamos Hate". El que habla va uniformado, es soldado Rapsolo de gorra a cordones de las zapatillas. Aún le queda alguna revelación por soltar: cuando se aclara la garganta para saciar el ansia de anécdotas de su grupo, se apaga una luz del ‘backstage’, preludio inequívoco de que la cosa va a empezar. "¡Calla, que ya va!". Y sí, empieza. El contubernio rapero más grande que ha visto el pabellón Príncipe Felipe en toda su historia se arma en torno a un zagal de La Jota, Javier Ibarra, Kase.O.

Rebobinemos. Las entradas para ver en Zaragoza al MC más aclamado del hip hop en castellano estaban agotadas hace meses. Pelayo, de treinta y muchos como Ibarra, viene de Madrid para el concierto. "Sigo a Kase.O desde el 94. Sí, desde la primera ‘mixtape’. He visto a Violadores cinco veces, al Jazz Magnetism no pude pillarlo, pero esta no se me iba a escapar. ¡Kase.O en Zaragoza! Compré las entradas en octubre"."Sí, sí, en octubre -dice una adolescente exaltada, cogiendo la conversación al vuelo- lo ponía afuera, en las taquillas, estará otra vez aquí el 13 de octubre, para Pilares". Muchos se enteran de la nueva fecha ahí mismo: está claro, volverá a llenar el recinto en siete meses. En medio queda la cita en Pirineos Sur, que añade la magia de un entorno inigualable: 29 de julio, Auditorio de Lanuza.

La noche se adivina intensa, y los momentos mágicos están listos para salir en desfile. El protagonista de uno de ellos, Sho-Hai, recorre nervioso el pasillo del camerino a la pista un rato antes de empezar. Es la gran noche de su compadre, y una nueva ratificación del amor eterno que existe entre Violadores del Verso y sus acólitos. Luego llegan más de la cuadrilla, con Lírico y Xhelazz a la cabeza. El Camelot del rap zaragozano siempre está al quite para los suyos.

Relatos salvajes e incruentos

Cada cual vive a su manera la emoción. El fotógrafo Gustaff Choos, recién llegado de retratar al puertorriqueño Residente en el SXSW de Austin (el antiguo miembro de Calle 13 ha elegido la foto del zaragozano para su cartel de gira mundial) camina hacia el foso de los gráficos con el entusiasmo de un crío."Esto es la leche", dice, cámara en ristre. Dos pisos más arriba, Anna apura una caña con el entusiasmo reflejado en su cara."Vengo de Ancona, en Italia, ya sabes, donde la tierra tiembla, terrible. Mi novio es de Madrid y me enseñó la música de Kase.O y Violadores. Hoy va a temblar la tierra aquí, pero no traerá tristeza como en mi casa. Va a ser un temblor feliz".

Muy cerca, dos fans andorranas que han comprado las entradas por internet tratan de explicar en taquilla que allí no gastan DNI. El lío se resuelve: hay buena voluntad por ambas partes, y es que dicen que la devoción va por barrios, pero esta vez se ha puesto de acuerdo todo un barrio supranacional y diverso, que respira al compás implacable de los versos. Una madre blande la autorización para su hijo de 10 años, que repite al guardia de seguridad"soy de fiar, soy responsable". María, Manolo, Elena y Bea buscan en mejor ángulo, no quieren perderse nada, están en las alturas del pabellón y la perspectiva es inmejorable.

Por si había entre los presentes algún despistado que no entendía la dimensión del envite, las palabras del chamán tras la intro -camiseta de Violadores del Verso, el 99 en la espalda, Genios escrito a la altura de los hombros- sirven de aclaratorio."Vamos a salir de aquí nuevos -dice Ibarra- vamos a bailar, a cantar, a ser felices". Antes ha simulado un contacto con la electricidad estática del respetable... y sí, garrampazo al canto. Luce poderoso y humilde en el mismo gesto. El Momo (gran telonero, segundo micro durante el bolo grande) en el flanco, R de Rumba en el timón rítmico, ocho mil humanos entregados que balancean las manos al unísono y convierten el pabellón en un extraño trigal mecido por el viento. La imagen es un lujo para poetas en el entorno natural de la rima: de esta visión saldrá algún rap sembrado, seguro."Esto no para, porque nadie lo para".

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