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Duran i Lleida: "Torra no tiene talla política. Es un vicario de Puigdemont"

Josep Antoni Duran i Lleida presentó ayer en Zaragoza sus memorias políticas, ‘El riesgo de la verdad’

CONTRAPORTADA. Hall del Gran Hotel. Entrevista a Josep Antoni Duran i Lleida. Por su libro 'El riesgo de la verdad'. / 07-05-2019 / FOTO: GUILLERMO MESTRE [[[FOTOGRAFOS]]]
Josep Antoni Duran i Lleida, ayer en el Gran Hotel de Zaragoza
Guillermo Mestre

La última entrevista a Josep Antoni Duran i Lleida en HERALDO fue en 2010. Entonces era el político mejor valorado en el CIS y ahora ha abandonado la política.

Las cosas han cambiado mucho; la política en general. Y a mi juicio no para bien. En aquella época yo era portavoz de CiU en Madrid e intentábamos aportar a la gobernabilidad de España, a que España fuese mejor. En estos momentos, el resultado de la mutación del catalanismo es que el Govern ni gobierna ni deja gobernar a España.

En el libro 'El riesgo de la verdad' cuenta las penurias que se pasaban en los años de su infancia en Alcampell y en Tamarite, a cuyo instituto iba a estudiar en bici “y no precisamente por motivos ecológicos”. ¿Qué recuerdos le quedan de entonces?

No hay que magnificar esas penurias, porque evidentemente la generación de mis padres lo pasó mucho peor; son hijos de la guerra, nosotros hemos vivido a caballo de esa generación. Y las cosas han ido muy bien. Pero tanto en el ámbito de servicios como en el de comunicaciones eran unos tiempos muy distintos de los actuales. Acuérdese de aquello de Guerra de “a España no la va a reconocer ni la madre que la parió”. Y es verdad. Ha habido un gran cambio en la sociedad española y, por tanto, también en Alcampell.

El momento en el que, en 1974 -aún con el franquismo-, tuvo que comunicar a su familia en Alcampell que militaba en un partido catalanista no fue fácil.

No fue traumático, no fue una reacción muy adversa; en todo caso, de incredulidad. Mi madre era una mujer muy sufridora, siempre diciendo “ocúpate más de lo tuyo, no te metas en líos”. Recuerdo un día, cuando ya era teniente de alcalde en Lérida, en que le dije: “Un día, mamá, voy a ser diputado”. Y me respondió con incredulidad: “¿Qué dices?”. No se podía imaginar que ese chaval que habían criado en esas circunstancias iba a poder tener el futuro que después tuvo.

En sus primeros pasos en Unió le lastró provenir de Alcampell, no tener un apellido de la burguesía catalana y no haber ido a los Jesuitas de la calle Caspe. “Un sector del partido me lo hizo pasar muy mal. No soportaban que les mandara un chico de Alcampell que acababa de llegar a la ciudad”, dice en el libro.

Sí. Ni por razones de educación, ni por foros sociales, ni la parroquia… Yo no formaba parte de su universo. Y consecuentemente no era alguien a quien se le reconocía para liderar nada, y menos un partido de gobierno. Sí, lo sufrí. Pero lo vencimos.

“Conozco bien los sentimiento de la ciudadanía de la Franja de Aragón. Por eso mismo nunca consideré oportuno que hiciéramos política” ahí, sostiene. Cree que constituir como partido a Convergencia en el Aragón Oriental o en la frontera con Valencia da argumentos a las formaciones conservadoras.

Me parece muy negativo para la propia Cataluña y para las comunidades en las que el catalanismo se implica a través de una fuerza política. Son realidades distintas que hay que respetar, aunque nos unan en unos casos la historia y en otros la lengua.

"No fui capaz de hacer entender a CiU que la propuesta de Marcelino Iglesias para los bienes del Aragón Oriental era una buena solución"

También cita como un error su postura de negarse, como proponía Marcelino Iglesias, a crear un “museo con dos sedes” para los bienes del Aragón Oriental.

Creo que ha habido mucha demagogia por todas las partes. En un momento dado, Marcelino Iglesias hizo como presidente aragonés una propuesta que yo creo que era acertada, con la doble sede y un museo que hubiese podido conciliar posiciones. Pero es el Gobierno de CiU el que la rechaza, y yo siendo secretario general del partido me atribuyo también responsabilidad. No fui capaz de hacer entender a la gente de CiU, empezando por Jordi Pujol, que era una buena solución.

En 2013 hubo conversaciones entre el Gobierno de Rajoy y la Generalitat, pero no fructificaron. En su opinión, el líder popular prefirió designar a Pedro Arriola como negociador en vez del aragonés Manuel Pizarro porque con “este era capaz de llegar a un acuerdo” con CiU.

Eso es una maldad mía, no sé si es cierto o no. Pero es evidente que Manolo (Pizarro) tiene una capacidad de diálogo… que no es equivalente a renunciar a sus principios, ¿eh? Porque Manolo es una persona capaz de defender, y lo ha demostrado, sus principios con coherencia. Pero también es alguien sabedor de que las cosas se solucionan sentándose en una mesa y cediendo unos y otros. Y en ese sentido yo siempre he creído -aunque reitero que es más bien una maldad- que ese perfil no le iba bien a Rajoy, quien tenía la tesis de que el tiempo lo solucionaría todo. Aunque el tiempo ha demostrado que no tenía razón.

Son recurrentes las críticas de que los nacionalistas sean siempre imprescindibles para formar gobierno en España. ¿Cree que es una queja legítima?

No, sinceramente. Esa propuesta que a veces sale de incrementar el mínimo electoral para impedir que estén presentes en las Cortes los partidos nacionalistas… Al final se juntarían todos y todavía tendrían más escaños; no puedes echarles por la puerta porque volverían a entrar por la ventana. Lo que hay que hacer es gestionar la diversidad, que está aquí y está para quedarse. Hay que tener capacidad, y eso también es política, ¿eh?, para administrar esa diversidad. Es algo que falta en España.

"Puigdemont es una manifestación
del populismo, y no hay nada peor para
la Unión Europea que el populismo"

No es independentista por varias razones, pero destaca una: por europeísta.

Europa se creó para unir Estados, no para crear nuevos. Y si eso tenía sentido en los años cincuenta, en estos momentos, en plena gobalización, con potencias emergentes como China o consolidadas como Estados Unidos, más aún. Si Europa quiere ser algo en ese concierto global solo podrá serlo yendo todos a una, con menos Estados y más Unión Europea. El independentismo es justo lo contrario.

Puigdemont ha decidido fijar su residencia en el corazón de Europa. ¿Hasta qué punto podemos considerarlo “europeísta”?

Es todo lo contrario. Y lo ha expresado públicamente: cuando Europa no le da la razón critica las instituciones europeas y a Europa como proyecto. Puigdemont es una manifestación del populismo, y no hay nada peor para la UE que el populismo. Por lo tanto, por muy pocos kilómetros que le distancien de Bruselas es la antítesis de lo que representa esa ciudad como símbolo de la Unión Europea.

En el libro no llega a Quim Torra. ¿Qué talla política le otorga?

Ninguna. No hay mucho que valorar. Es un vicario de Puigdemont y ni gobierna ni deja gobernar. Es lo peor que ha tenido Cataluña como presidente de la Generalitat.

De TV3 dice que ya solo ve la previsión meteorológica.

Y a veces ni eso, porque cuando necesito ver el valle de Arán u otra parte de España no me sirve. Ojo, tengo que decir que en TV3 hay muy buenos profesionales y que llegó a ser la mejor televisión pública de España. Pero desde hace años es un instrumento de difusión y captación de independentistas. Ya no es mi televisión.

"En la Generalitat hubo una exageración y un uso instrumental del déficit de Cataluña"

Reconoce que la Generalitat mintió al divulgar sus cifras del déficit fiscal. “Es todo un disparate. Hemos jugado con fuego y nos hemos quemado”, dice por el famoso “España nos roba”.

El déficit existe, y es una de las cuestiones que hay que resolver no solo para Cataluña sino para otras comunidades también. Pero evidentemente hay una exageración, un uso instrumental y estratégico de ese déficit. CiU accede de nuevo a la Generalitat tras dos legislaturas de tripartito en los que Esquerra era uno de los partidos de gobierno. Heredamos un déficit que los dos primeros años, de ajustes presupuestarios, achacamos a la herencia recibida, especialmente de Esquerra. Pero hubo una manifestación en 2012 y alguien le dijo a Mas: “Oye, en lugar de ir a remolque de las manifestaciones que nos señalan como responsables de los ajustes presupuestarios, ¿por qué no nos ponemos a la cabeza de la manifestación independentista? Verás cómo las manifestaciones cambian de bando, y en lugar de ir a tu casa a quejarse te aplaudirán”. Y así fue.

Aznar no se libra de sus críticas por el auge del independentismo. Su papel con la mayoría absoluta de 2000 o las duras críticas a Carod Rovira, por ejemplo, son dos factores que también han contribuido a ello, según usted.

Aznar ha criticado mucho a Rajoy, pero es el primero que motiva el gran salto cuantitativo y cualitativo de ERC. Cuando Aznar, Acebes y compañía criticaron a Carod por su encuentro con gente de ETA en Perpiñán, más allá de lo extravagante o acertado de ese encuentro, se pasaron tanto de la raya que consiguieron que todos defendieran a ERC, que dio un salto de uno a ocho diputados.

¿Hasta dónde pueden llegar las “sandeces” -el calificativo aparece en el libro- de la expresidenta del Parlament Nuria de Gispert?

Yo no la reconozco; me gustaría hablar con ella para poder entender qué le está pasando. Y me duele mucho.

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