Aparentemente, el de la Navidad debía de ser un mensaje muy complicado. Ha sido 2018 un año convulso, especialmente complicado, en el que hemos vivido una moción de censura que dio la vuelta al gobierno de España, la irrupción de Vox como quinto partido en el tablero político, un cambio inédito en Andalucía y la insistente presión del independentismo catalán, con algunas inquietantes señales económicas de fondo.

Pero 2018 ha sido también el año en el que se han cumplido los cuarenta años de la Constitución, el año en el que, en medio de las turbulencias, nos paramos a recordar y a celebrar el prodigio y la proeza que significó ese texto. Restaurar la convivencia entre los españoles y la democracia fueron los objetivos que unieron a representantes de posturas ideológicas que se habían matado, literalmente, cuarenta años antes.

Como hizo en su discurso de celebración, el pasado 6 de diciembre, el Rey apeló en Nochebuena a los valores constitucionales que abrieron la puerta a la convivencia, la libertad y la prosperidad que ha disfrutado España en estas décadas. El tono, navideño, difería del más enérgico que empleó el 3 de octubre de 2017. Pero el fondo es el mismo: la defensa de la convivencia y la igualdad entre españoles, es decir, de la Constitución.