Análisis

La medicina de ganar

No es el objetivo ganar de cualquier forma; pero también vale. El Real Zaragoza cosechó en Cornellá una victoria que se forjó en el empeño de Manolo Jiménez –muy ambicioso- y que concretó Postiga cuando el partido ya moría. El cuadro aragonés suma tres puntos que ofrecen tranquilidad y dan perspectiva nueva al futuro inmediato de la escuadra blanquilla.


Ganar –o puntuar en cualquier caso- era un reto necesario para un equipo que encuentra fantasmas en cada esquina. Los que él mismo ha forjado a lo largo de los últimos años. Y todos juntos se le volvieron a aparecer –como hace una semana ante el Valladolid- cuando Álvaro aprovechó ese agujero en el centro de la defensa para poner por delante a los ‘periquitos’. La alargada y sempiterna sombra de la duda.


Y sin embargo el gol, otra vez al filo del descanso, no perturbó el ánimo blanquillo. Que se vio favorecido además por el penalti y la expulsión de Albín. El empate hizo creer a la formación blanquilla. Más aún con la convicción de que dio muestras el técnico, seguro de que su equipo podía llevarse no sólo medio partido, sino todo entero.


Ante un Espanyol temeroso, que fue muriendo conforme avanzaba el duelo, el Real Zaragoza quiso creer. El gol de Postiga fue la guinda de su fe. Con las mismas necesidades de hace una semana, el cuadro aragonés mostró otro espíritu, otra cara y una ambición surgida desde el banquillo.


Queda el mismo camino por recorrer que hace menos de una semana; y se manifiestan las carencias y las dudas; y se reflejan las exigencias de refuerzos imprescindibles. Pero todo  bajo el importante prisma que ofrece la medicina de ganar.