Otra vez en Segunda

El Real Zaragoza cierra una temporada horrible, sin lograr su único objetico: el ascenso a Primera.

Laguardia se lamenta tras una derrota
"El objetivo era el ascenso y nunca lo escondimos"

El partido ante el Alcorcón, en el desangelado Santo Domingo, cierra una campaña, triste, oscura, que deja la dolorosa estela de ver de nuevo al Real Zaragoza en Segunda División. El durísimo varapalo sufrido hace un año, tras la derrota ante el Atlético de Madrid en La Romareda, brindaba el consuelo de una exigencia, el retorno inmediato del equipo aragonés a Primera División al lugar al que por solera y tradición le corresponde.


Hoy, 42 jornadas después de este periplo tétrico por la categoría de plata, el equipo aragonés se prepara para otro año en el infierno. Nada ofrece paz después de un año inmerecido para el zaragocismo, en el que el conjunto aragonés se ha llegado a conformar, incluso, con no perder la categoría.


A pesar de que el Real Zaragoza, como corresponde a un equipo de su talla, se exigía el regreso inmediato a la Primera División, la formación blanquilla nunca ha estado de verdad en condiciones de pelear por el ascenso. Y eso que se ha tratado, sin duda, de la Liga más barata, más irregular y más sencilla para intentar el retorno, bien de forma directa, bien a través de la promoción.


Pero el Real Zaragoza nunca ha tenido mentalidad; tal vez, tampoco ambición. Envuelto en mil complicaciones, casi siempre extradeportivas, se ha dejado llevar por el Campeonato y, lo que es más duro, se ha arrastrado por La Romareda, en donde sus cifras -7 triunfos, 7 empates y 7 derrotas- aportan los argumentos para explicar la incapacidad del equipo aragonés para pelear por el ascenso.


Otra vez en Segunda División. Ni Paco Herrera, al que Pitarch nunca dejó trabajar, ni Víctor Muñoz, que únicamente puso el listón en salvar la categoría, han sido capaces de dirigir una nave que navegaba a la deriva. Los gravísimos problemas internos, la gestión de Pitarch y su equipo, la sombra de Agapito Iglesias y, como guinda, el enfrentamiento entre ambos apartó al equipo aragonés de cualquier otra aspiración que no fuera la propia supervivencia.


La experiencia en Segunda deja una cadena de varapalos, una ausencia total de argumentos deportivos y una profunda desazón. El zaragocismo ve cómo el prestigio de una entidad señera es maltratado sin recato en una batalla de intereses personales que desgasta, que destroza al Real Zaragoza.


Fue Paco Herrera, en su llegada, la tabla a la que quiso agarrarse la afición para intentar el inmediato regreso a Primera. Sin embargo, el entrenador apenas si supo guiarse en el enfangado territorio en el que vive el conjunto aragonés. Además, la falta de aprecio mostrada en cualquier ámbito por el director general, García Pitarch, acabó por pasarle factura, aderezada por la pérdida de autoridad y su empeño por alinear a jugadores muy prescindibles.


Víctor Muñoz no ha mejorado al entrenador catalán. Puso el listón en la permanencia y ahí se quedó, sin elevar apenas un peldaño más una aspiración que la irregularidad de la Liga había puesto muy a tiro: la promoción.


Finaliza una temporada para olvidar. El plano deportivo deja al Real Zaragoza en Segunda; el institucional es un reguero de mayores dudas. La indispensable salida de Agapito Iglesias no transmite ni paz ni calma a un zaragocismo que observa con preocupación la llegada de los empresarios aragoneses. El notable peso específico del fondo de inversión que debe acceder al capital de la sociedad les tiene atados, de momento, de pies y manos. Y la duda se ha apoderado también de algunos de los promotores.


El reto inmediato es afrontar el calendario de pagos obligados a los que debe someterse la sociedad. Y, a la vez, la confección de un proyecto sólido que saque al equipo aragonés del pozo deportivo. Porque el Real Zaragoza está, otra vez, en Segunda.