Una victoria necesaria

El mes de enero se estira en la Segunda División con la tensión de una soga a punto de deshilacharse. Después de casi media temporada sujeta a las fuerzas de la igualdad, la categoría amaga con romperse en las posiciones cabeceras. Y ya se sabe lo que sucede cuando en esta catacumba se abren distancias por arriba: se pierde el pie y casi nunca ya se recupera. En este contexto acude hoy el Real Zaragoza a Oviedo, comprimido por la urgencia y la necesidad de una victoria que evite un paso en falso del equipo aragonés en su carrera hacia el ascenso. Una derrota alejaría al Oviedo a siete puntos, las dos primeras plazas aún quedarían más allá y en la vida del Real Zaragoza se inyectaría la toxina de la intranquilidad y la duda. Pesa sobre el ambiente del equipo un sulfuro de incertidumbre. A expensas de que el ideario de Lluís Carreras gane el cuajo justo para ser enjuiciado, la dirección deportiva se enfrenta a la exigencia inevitable de mejorar una plantilla con el monedero apenas lleno con un puñado de céntimos. Los rivales se refuerzan, el calendario corre, pasan los partidos y el Zaragoza se presenta ante el espejo tan desnudo como hace uno y dos meses en ciertas posiciones.

Casi nadie cree que el equipo aragonés tenga demasiada autonomía de batalla para el ascenso directo con su plantilla actual. Al fin y al cabo, Lluís Carreras se enfrentó ayer a los mismos complejos equilibrios que debió superar Ranko Popovic para construir sus convocatorias. Hay lo que hay.

Con Wilk, Jaime, Abraham, Mario y Ángel Rodríguez (sancionado) ausentes, el nuevo técnico debió recurrir a Sergio Buenacasa, del filial, un delantero aún con más intenciones que obras, para completar la citación. Es la única novedad respecto al estreno de Carerras contra el Huesca, aunque en la alineación titular puede incluirse alguna más, con la entrada de Diamanka, además de la previsible de Ortuño en la punta del ataque.

El partido emerge en medio de la mañana para que el Zaragoza confirme, además, la voluntad de cambio imprimida por Carreras. En su debut contra el Huesca, se le apreciaron algunos puntos de cirugía: un equipo con más futbolistas por delante de la línea del balón, con el bloque más alto, los medios escalonados... La expulsión de Ángel impide una valoración precisa, pero al Zaragoza también se le detectaron varias irregularidades: su defensa quedó muy expuesta, el equipo tendía a la descompensación, le faltó fluidez... Para que el Zaragoza pueda ganar hoy en Oviedo deberá corregir estas y otras facetas, especialmente, en los asuntos defensivos. En las últimas tres jornadas, ha marcado seis goles, una dinámica que multiplica por dos los goles que venía anotando por partido, pero, por el contrario, el Zaragoza ha perdido los valores competitivos que le distinguieron en buenos tramos del curso: ha encajado 8 goles en los últimos tres partidos, casi tantos como los 10 que había recibido en las 16 jornadas anteriores.

Oviedo es una plaza de altura para estos menesteres. Un rival de ofensivas rápidas y potentes, con mucho gol. Ha superado su calvario regresando este año al fútbol profesional, pero tiene poco de novato. Es un club con una poderosa musculatura económica. En casa, solo ha perdido un partido, lo que habla del laberinto al que se enfrenta el Zaragoza en el Carlos Tartiere. El Oviedo suele articularse en un 4-4-2, con Koné y Toché de doble lanza, dos delanteros por encima del nivel medio de la categoría. Sus flancos son peligrosos: Susaeta tiene en el balón parado la precisión de un tirador con arco y Valle, en la izquierda, la velocidad y profundidad de los viejos extremos. Con 28 goles, solo el Mirandés ha marcado más. Pero es un equipo vulnerable, con 23 goles encajados. Si Carreras apuesta por el plan de hace una semana, el partido puede ir de un lado a otro con el suspense que eso genera. Sea como sea, el Zaragoza debe salir de allí con una victoria.