TOROS

Unas manos de oro mecieron la bravura

Dos encastados toros pusieron la emoción en el ruedo. Serafín Marín cortó una oreja tras una faena de más coraje que peso.

Gargantillo yendo al caballo que monta Romualdo Almodóvar
Unas manos de oro mecieron la bravura
A. NAVARRO

La Misericordia. Corrida concurso de ganaderías. Un cuarto de plaza en tarde primaveral.


Un toro de Concha y Sierra, mansón, con clase, pero sin fuerza; uno de Felipe Bartolomé, bravo; uno de Juan Luis Fraile, asesinado; uno de Adolfo Martín, encastado; uno de Adelaida Rodríguez, bravo, y otro de Toros de la Reina, enrazado y repetidor.

Javier Castaño, de marfil y oro, silencio y silencio

Serafín Marín, de esmeralda y oro, oreja y ovación

Paúl Abadía 'Serranito' de turquesa y oro, silencio y silencio .

Presidió Francisco Bentué, sin complicaciones.

Es una pena que todos los 'enfandilados', amantes de las figuritas de papel, no se asomen a las taquillas de la Misericordia para emocionarse con la lidia de un toro bravo. O de dos. Mejor aún. Este espectáculo, el de ayer, sin tanto aditamento de poner en suerte a los toros en el caballo, debe ser el habitual y no otro. Cierto es que un animal no puede estar 20 minutos escarbando y pensándose si va al caballo o no; pero no es menos cierto que si cada tarde los del castoreño ejercieran su profesión, esto sería otra cosa. Y si un par de esos torerillos de arriba del escalafón, tan glosados y alabados por echar la pata atrás, fueran capaces de lidiar un toro, como cualquiera de los de ayer, el público acudiría a 'emocionarse', a ruborizarse y a ponerse de pie con cualquier episodio de la concurso. Así está esto...


Eché de menos a Alberto Álvarez porque ayer podía haber sido su tarde. Y la de su cuadrilla. Le hubieran correspondido dos toros a los que les hubiera arrancado las orejas a base de firmeza, de distancia y de cabeza. Así, Serranito, sustituto a la fuerza, no se acopló con el de Fraile, brutalmente asesinado en dos eternos puyazos, que llegó rebañando y defendiéndose a la muleta del maño. Con el toro de Joselito, displicente y educado en el callejón, se vio desbordado, desajustado y en algún pasaje hasta fuera de lugar, cosa poco habitual en él. El de Joselito fue un toro que se dejó picar al paso y sin codicia. Se quedó crudo y se vino arriba. Toro de transmisión, de poderle y matarlo por arriba. De triunfo. De desespero al final y a esperar el mañana.


Castaño es un torero vulgar, corriente, poco avezado en los concursos. De los que esperan y confían en la muleta sin dar importancia al resto de la lidia. Su primero, el de Concha y Sierra, cantó la mansedumbre de salida. Un intento de salto al callejón le mermó las fuerzas y las ganas de embestir. Fue al caballo como el que va al bar a ver si fuman para chivarse. Tiró líneas, trallazos y acabaron, ambos, descompuestos. Con el de Adolfo, precioso de hechuras, tiró las cartas antes de comenzar la faena. Toro que se comió la muleta, exigente y que acabó aprendiendo y pidiéndole el carné de identidad. No se lo dio.


Perfecto estuvo Serafín Marín toda la tarde. Un tío. Sin barretina, pero un señor catalán. No era para menos. Se llevó el lote más bravo. Sin sorteo. Un toro repetidor, con clase y tranco. Fue al caballo cinco veces. A más, metiendo los riñones e intentando romanear. Noble en sus primeras embestidas, humillado y haciendo el avión. Serafín se la puso muy plana, tiró de él y engarzó un par de series que, tras un volapié, fue feliz cortando una 'benévola' oreja. Con el de Adelaida aún estuvo mejor si cabe. Lo puso en suerte otras cinco veces para lucirlo. Lo consiguió. Garboso, así se llamó el toro, acudió la última vez al caballo desde unos 40 metros. Salió desfondado. A la segunda serie, perdió pie y aunque se levantó, era ya del otro mundo. Un metisaca en los bajos rindieron su honor como bravo.


Romualdo Almodóvar, que picó al segundo de nombre Gargantillo y premiado con la vuelta al ruedo, se llevó el trofeo al mejor picador. Gargantillo, de Felipe Bartolomé, fue el toro más bravo para el jurado y Serafín Marín se llevó el premio y reconocimiento como mejor lidiador.


Hoy toca arte. No me fío.