TEATRO

Leo Bassi: "Siempre me ha intrigado saber hasta dónde debo llegar para hacer reír"

El italiano regresa a Zaragoza con 'Utopía', un espectáculo de ironía circense y soflama política, en la línea que le caracteriza. Estará desde hoy y hasta el domingo 14 en el Nuevo Teatro Arbolé

Leo Bassi, de payaso 'carablanca' y utópico.
Leo Bassi: "Siempre me ha intrigado saber hasta dónde debo llegar para hacer reír"
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Leo Bassi no ha hecho promesas de buen comportamiento. Lo suyo es la expresión sin filtro o, mejor dicho, con el filtro de su elección, sea o no académica (la elección). Desde esta tarde y hasta el domingo 14, con lunes y martes de descanso, el 'terrible' comediante italiano actuará en la sala del Nuevo Teatro Arbolé.

 

"Siempre es un placer volver a Zaragoza, me gusta el humor de su público. Es exigente y no tiene miedo de oír según qué cosas, ni de cuestionarse lo que les rodea", apunta Bassi, que tiene muy clara la esencia del espectáculo que trae a Zaragoza, 'Utopía'. "Se trata de la magia. Solamente allí existen y subsisten las utopías, que se deshacen al contacto con la realidad. Hablo de una utopía utópica, que pretende materializarse tarde o temprano, de un mundo distinto en el que pasan cosas inesperadas e inexplicables. Entiendo que la utopía es el motor de las civilizaciones, una razón para seguir adelante, como la fe para los creyentes".

 

Bassi tuvo una infancia más nauta que el papado de Juan XXIII. El poso de aquella época no puede ser más positivo en su memoria de bufón ilustrado. "Aquel viaje sin fin me hizo entender que el mundo es uno, que las razas son una anécdota. Crecí por todas partes, junto a gente de muchas nacionalidades, colores de piel y formas de ver la vida. De hecho, considero hermoso no tener un lugar al que volver, no ser de ninguna parte. No tengo posibilidad de retorno, por eso voy siempre hacia adelante. Es mi fortaleza. Vengo de 'shows' en Alemania y Austria, cuatro días en Italia, ahora estoy aquí... y en todas partes me va bien. Es un regalo".

 

El irreverente 'showman' transalpino es un tipo de reacciones imprevisibles. Dada la energía que libera en el escenario, y los eones de rabia que genera en el núcleo más conservador de sus espectadores, parece lógico pensar que Leo Bassi se agota a menudo de ser Leo Bassi. Nada más lejos de la realidad: "Al contrario, me encanta. Sé que mucha gente piensa que mi vida es grotesca, que hago cosas extrañas y horribles continuamente: no es así. Me gusta mantener el misterio, la dicotomía entre lo que piensan y lo que soy. Ambas cosas son ciertas e inexactas al mismo tiempo. No soy una persona conformada: soy un payaso".

 

El payaso de cara blanca es una figura circense de rancio abolengo. Para la generación que frisa ahora en los cuarenta, el referente es el serio hermano Tonetti. A los niños les daba miedo... y a muchos adultos, también. "También a mí, de pequeño -espeta el italiano-, no le entendía. Por eso me sorprendió darme cuenta de que quería usarlo para esto. En la pista del circo, el payaso de cara blanca no es gracioso, pero tiene magia. Es inteligente, sutil, lleva el espectáculo más allá de la realidad. No creo que sea del todo humano: lo veo misterioso, casi selenita con ese rostro. Me parece bien que la nariz roja y Apollinaire vivan ahora una época de rescate entre los payasos jóvenes, pero el 'carablanca' es fantástico".

Bassi es un tipo de naturaleza cordial fuera del escenario. Eso sí, cuando hay algo que le irrita, no lo oculta. Por ejemplo, la analogía de payaso igual a niño grande que no quiso crecer. "El mundo de los niños es cruel, se da la misma pugna por el poder, las mismas opresiones. La diferencia a favor del niño es su esperanza, y mantenerla es el trabajo más duro cuando se van cumpliendo años. Nada menos ingenuo y más difícil que mantener la ilusión cuando la infancia queda atrás".

 

Provocar por devoción es un 'hobby' peligroso. Poner límites a la burla, muy complejo. ¿Hay excepciones para Leo Bassi? Él mismo se lo pregunta. "¿Es legítimo reírme de esto o aquello? No sé. Me gusta España por su capacidad para lidiar con el humor negro, para no escandalizarse tan fácilmente como otros. No creo en las reglas, sí en los matices, sobre todo aquellos que surgen de manera natural. Por ejemplo, me puedo reír de la muerte, hacer un chiste del Titanic: pasó hace mucho tiempo y no me tocó de cerca. Pero no creo que pudiera bromear con los atentados de Atocha, ni ahora ni después. Eso sí, siempre me ha intrigado saber hasta dónde puedo o debo llegar para hacer reír. Sé lo que me hace reír a mí: los pensadores del PP, a los que sigo con interés, las cosas que dice el último libro de Aznar... andan perdidos sin Bush, los pobres".