De empresarios a sintecho: "Cualquiera puede acabar en el albergue"

El director del centro municipal de Zaragoza constata que las crisis y el alto coste del alquiler hacen repuntar la cifra de usuarios. 

Instalaciones del albergue municipal de Zaragoza.
Juanma Harto, director del albergue de Zaragoza.
Francisco Jiménez

A las 7. 30 abre sus puertas a diario el albergue de Zaragoza, refugio para quienes necesitan cobijo y carecen de recursos para costearlo. Se adjudican una a una las plazas disponibles. Cuando se acaban, ya no hay más, y es algo que cada vez sucede con más frecuencia. Los alquileres de pisos, de habitaciones y hasta de sofás están por las nubes, y disparan la demanda en el albergue, que dispone de 60 habitaciones para hombres, seis para mujeres, seis módulos individuales y cuatro familiares. En estos últimos se han llegado a alojar un papá, una mamá y sus cinco hijos, explica Juanma Harto, el director del albergue y ‘cuidador’ de quienes quieren cambiar de vida o solo descansar. "El gran problema que tenemos ahora es que el acceso a la vivienda es muy difícil. Los precios son altos y la oferta de pisos públicos es escasa. Si un usuario cobra 500 euros y una habitación vale 320, se queda sin dinero", detalla. Y se hace notar en esta instalación municipal, que da cobijo a 130 personas al día. "Los hechos nos demuestran que cualquier puede quedarse en la calle", avisa. Y cita, a modo de ejemplo, que cinco empresarios han pasado por las instalaciones en los últimos años. 

Cuando acaben las fiestas de Navidad, el albergue de Zaragoza, que abrió sus puertas en 1989, se someterá a un completa rehabilitación que tendrá "severas" afecciones en el día a día del equipamiento, pero que ayudará a dignificarlo. "Nos quedaremos sin patio y sin siesta, y será un lugar de comida y de alojamiento, como era antes", detalla Harto. Serán 16 meses de obras, valoradas en 4,3 millones, necesarias a todas luces, por el bien de trabajadores y usuarios. El director explica que les permitirá "estar preparados para el frío y cambiar los pabellones que son provisionales desde hace 16 años, garantizar el confort con mejoras en la calefacción y el agua caliente, ganar en accesibilidad y mejorar su integración en el conjunto histórico del que forma parte".

Así quedará la entrada al albergue.
Así quedará la entrada al albergue.
Heraldo

"No supone ampliar la capacidad de las instalaciones", aclara Harto. Pretende, con ello, disipar el recelo de aquellos a los que les molesta "tener a los pobres en la puerta de casa". Insiste en que su labor "es importante" y defiende que el albergue "no es un sitio peligroso, ni mucho menos". "Todo está limpio y en orden, y no hay vandalismo", sostiene. Lo que no quita para que si hay que expulsar a un usuario por comportamiento inadecuado se haga de inmediato.

Sí reconoce que para quienes recalan allí y pensaban que nunca tendrían que hacerlo les produce bastante respeto y, en algún caso, hasta miedo. "En gente a la que se le ha roto la red y ha de venir aquí detectamos que tienen un punto de ansiedad. Cuando ven que les cuidamos y que los demás son normales, baja su nivel de estrés, se relajan y podemos empezar a trabajar con ellos", relata.

De empresarios a 'sintecho'

La vida se puede torcer, y pasar de un cómodo día a día a quedarse endeudado y en la calle de la noche a la mañana. Cinco empresarios zaragozanos han recalado en el albergue en los últimos años, a consecuencia de la crisis de 2008. Se les identifica en cuanto llegan a la zona de admisión. «En cuanto cruzan la puerta te das cuenta de que aquí no pintan nada. Les ofrecemos trabajo social y lo aceptan rápidamente, les renovamos para que no tengan que verse en la calle, algunos acaban en pisos compartidos y hay quien ha logrado cancelar sus deudas y volver a vivir solo», explica Harto.

Los residentes saben que en el albergue no se pueden quedar eternamente. El reglamento establece que un usuario puede hospedarse seis días cada tres meses, en alojamiento, desayuno, comida y cena, y para renovar la estancia deben aceptar someterse a una intervención social. Con todo, nunca se podrá superar un año.

Los usuarios del albergue

No hay un perfil tipo de quienes piden cobijo, más allá de que los hombres, 1.249 este año, superan ampliamente a las mujeres, 150. Por grupos de edad, priman los que tienen entre 46 y 55 años y cada vez hay más gente joven. Se debe, señala Harto, a los altos alquileres, y también a la desinstitucionalización en la que quedan los menores extranjeros no acompañados (menas) cuando cumplen los 18 años. La mayoría de ellos, cuando piden alojarse en el albergue, participan en las actividades y se intenta derivarles a pisos compartidos. Por nacionalidades, un 32,25% son españoles, un 14,6% marroquíes, un 11% argelinos y un 8,5% rumanos.

10.567 comidas al mes

El repunte de usos se ve, también, en las comidas servidas. El pasado mes de noviembre, se ofrecieron, en total, 10.567 comidas, mil más que en el año anterior. Para los que tienen trabajo fuera, muchos en la construcción, el campo o los mataderos, se dejan preparados picnic y se flexibiliza la entrada y salida del centro, que cierra a las 20.00.

El servicio de comedor está externalizado, los menús se cambian dos veces al año, en invierno y en verano, incluyen frutas y productos de proximidad, y se adaptan a los usuarios. Para los musulmanes se cocina sin cerdo y para quienes tienen problemas dentales se trituran los alimentos.

REPORTAJE SOBRE EL ALBERGUE DE ZARAGOZA 14-12-2023 FOTO FRANCISCO JIMENEZ [[[FOTOGRAFOS]]]
Una de las cocineras del albergue.]
Francisco Jiménez

Mari Carmen, María Jesús, Marimar, Loli, Cristina e Iris, las cocineras del albergue, tienen la vista puesta en las fiestas navideñas. El cardo y las gambas llegarán mañana, apunta una de ellas, que está convencida de que con el ternasco quedarán todos encantados. Los que se alojan en los módulos familiares recogen la comida y se la llevan directamente a esos espacios, más íntimos, más adecuados, que incluyen cocina, televisión y una pequeña sala de estar.

Los menores no pueden ir solos por el albergue, sino que han de estar acompañados. Una familia puede ser derivada al albergue por una emergencia, como sería un derrumbe de un edificio, o de forma provisional hasta poder disponer de un alquiler social.

REPORTAJE SOBRE EL ALBERGUE DE ZARAGOZA 14-12-2023 FOTO FRANCISCO JIMENEZ [[[FOTOGRAFOS]]]
Uno de los módulos familiares del albergue.
Francisco Jiménez

En ocasiones piden cobijo personas con problemas mentales, que no han sido tratados aún, y que pueden alterar la convivencia.

El albergue dispone de una casa abierta, un centro de baja exigencia donde se aloja gente cronificada, más mayor y que, en ocasiones, no puede estar sola. Llevan el censo de los sintecho en Zaragoza, 140 hombres y 68 mujeres.

Para el medio centenar de trabajadores del albergue, la mayor satisfacción es la reinserción de los residentes. Cuarenta han logrado normalizar su situación este año.

La concejala de Acción Social, Marián Orós, recuerda que el albergue da "cobijo puntual a personas que no tienen nada" y es una "ventana abierta" que puede arrojar luz a personas excluidas, con problemas, que pueden seguir un "itinerario de inclusión que les devuelve a la sociedad". Agradece su dedicación a los trabajadores y destaca la importancia de una reforma que permitirá "dignificar el espacio y enganchar a la vida y a la esperanza a los que lo han perdido todo".

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