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Pasa la noche en un calabozo de Zaragoza por olvidarse de 3 aguacates al pagar la compra

Un vecino de Zaragoza relata la amarga experiencia vivida al ser detenido por un "mísero despiste" a la hora de pasar por caja en un súper del barrio de Torrero. Una juez acaba de absolverlo de un delito de hurto.

El protagonista de esta historia, este lunes, con su hija, en el barrio de Torrero de Zaragoza.
El protagonista de esta historia, este lunes, con su hija, en el barrio de Torrero de Zaragoza.
Oliver Duch

Nació hace 32 años en Nicaragua, pero reside en Zaragoza desde 2008. Tiene trabajo fijo desde que llegó y reconoce que siempre ha estado agradecido de cómo ha sido tratado en España. Sin embargo, ha vivido una amarga experiencia por un olvido que podría tener cualquiera, con la diferencia de que cualquiera no acaba en el calabozo por tres aguacates. Además, perdió dos días de trabajo y arrastra una reseña policial. «Fue un mísero despiste. Todos tenemos el beneficio de la duda, pero a mí no me lo concedieron», se lamenta R. E.

La inverosímil historia ocurrió a principios de noviembre de 2021, aunque ha sido ahora cuando una juez ha sentenciado que, efectivamente, lo que le ocurrió fue un mero despiste y no un delito de hurto. No obstante, el fallo aún no es firme.

El día 2 de ese mes, sobre las 18.45, este vecino de Torrero recogió de la guardería a su hija, a la que le faltaban diez días para cumplir 2 años. «Había salido de trabajar y me di cuenta de que me faltaban zumo, galletas, yogures fruta y algunas cosas. Iba con mi niña y entré a comprar a un súper en la calle Sevilla. Yo llevaba el carro de la compra y el de la niña, que estaba inquieta porque estaba enfriada y reclamaba mi atención. Cuando ya había pagado la compra y salía de la tienda, se acercó el vigilante de seguridad y me preguntó si me podía registrar. Le dije: ‘¡Claro que sí!, ¿qué he hecho?’ Llevas ahí unos aguacates, me contestó, mientras cogía la bolsa que había dejado con las tres frutas encima del carro de la niña y que se veían perfectamente», cuenta.

«Enseguida le dije que era un despiste, que los había puesto ahí por equivocación y que por supuesto que los iba a pagar. Se lo dije tres veces. Pero registró la mochilita de la niña, todo el carro y solo le faltó registrarme a mí. La cajera le indicó que tenía dinero y podía abonarlos, ya que en ese momento llevaba 700 euros para pagar el alquiler. Sin embargo, el vigilante dijo que no le daba la gana», relata.

A partir de ese momento, todo se fue liando cada vez más porque el empleado le pidió que le acompañara al cuarto de seguridad, ya que iba a llamar a la Policía. Según E. R., le llevó a empujones y él agarró a la niña, que desde ese momento no dejó de llorar. Por su parte, el vigilante declaró ante la Policía que el cliente le empujó con intención de marcharse y que llamó «racistas» a todos los presentes. En este rifirrafe, la pequeña se golpeó la cabeza con una mesa que había y se hizo un chichón. «Al final fui yo el que pedí que llamaran a la Policía porque me parecía todo indignante. La niña se había hecho daño, estaba temblando y no paraba de llorar. No me lo creía», afirma.

Pero cuando llegaron los agentes, la cosa no mejoró. «Me dijeron que no había necesidad de que hablara, que estaba todo claro. Me preguntaron si tenía a alguien para que se hiciera cargo de la niña porque si no iban a llamar a los servicios sociales. Llamé a mi mujer, pero estaba trabajando y no cogió el teléfono. Luego llamé a mi hermano y la recogió. A mí me esposaron y me llevaron detenido», recuerda R. E. Explica que en comisaría le propusieron que firmara que sí había cogido los aguacates. «Querían terminar pronto. A la abogada de oficio le dije que no. Yentonces me dijeron que se lo contara al día siguiente a la juez y así acabé en el calabozo», explica.

«La niña no dejaba de llorar, fue todo tan indignante...», se lamenta.

Él no dejaba de preguntarse si todo lo que le estaba pasando iba en serio. Y E. R. cuenta que hasta la juez se sorprendió después al constatar que de verdad estaba en el juzgado de guardia por tres aguacates. Porque aunque en la denuncia figura que este hombre insultó e incluso empujó al vigilante de seguridad del súper, en el relato de hechos probados de la sentencia nada se dice de eso.

Ni testigos ni imágenes

Durante el juicio celebrado contra este vecino de Torrero por un delito leve de hurto, en el que la Fiscalía y la abogada de la acusación solicitaban 120 euros de multa, no compareció ningún testigo del supermercado, ni siquiera la cajera. Tampoco se aportaron las imágenes de las cámaras de seguridad en las que el empleado aseguró haber visto cómo el acusado «escondía» los aguacates. Para su abogado, Luis Nivela Santonja, es increíble que una persona que hace la compra, paga y por un despiste se olvida de tres frutas y se ofrece a abonarlas hasta cuatro veces seguidas termine pasando la noche en el calabozo. «La niña no dejaba de llorar, fue todo tan indignante...», se lamentaba ayer E. R.

La juez, en su sentencia, afirma que hay dos versiones contradictorias, pero se inclina por creer al encausado, quien siempre dijo que fue un olvido. «Razón que es creíble, dado que pagó el resto de la compra y el precio de los aguacates (5,12 €) era irrisorio», señala. La magistrada, por el contrario, duda de la versión del vigilante.

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