Tarde de bodas y superhéroes

Los disfraces han ganado la batalla al traje vaquillero el domingo de Vaquilla. Decenas de peñistas salieron a la calle, en un desfile de máscaras multitudinario.

De discoteca. En la peña 'El Disfrute', un batiburrillo de personajes marchó de avanzadilla en el desfile de disfraces. Discotequeros de oro y plata y novias con tules, al frente de la comitiva.
De discoteca. En la peña 'El Disfrute', un batiburrillo de personajes marchó de avanzadilla en el desfile de disfraces. Discotequeros de oro y plata y novias con tules, al frente de la comitiva.
Javier Escriche

Pocas personas con la indumentaria vaquillera –pantalón y camiseta blancos y pañuelo rojo– paseaban ayer por la tarde por los viaductos y las calles adyacentes a la plaza de toros. Los disfraces ganaron la batalla al traje tradicional en una tarde en la que las peñas desfilaron con sus charangas y con los peñistas caracterizados de los más diversos personajes populares y de escenas de la vida cotidiana. Haciendo alarde de gran imaginación y humor, vaquilleros de todas las edades desfilaron junto a las pancartas de sus peñas  o en grupos independientes luciendo trajes que les permitieron cambiar de personalidad por unas horas.

Familias enteras salieron a la calle disfrazadas, como las que emulaban una tribu india, un clan gitano a punto de asistir a una boda; o una pareja con sus cuatro hijos vestidos de huevos fritos.

Precisamente, las bodas han ocupado un lugar estelar en la edición de este año. Jóvenes con tules y vestidos de gasas, cortos o largos, con velo y sin él; y hombres con chistera, dominaron la escena callejera.

Los superhéroes siguieron pegando fuerte, al igual que los personajes extraídos de los programas televisivos o de la cinematografía infantil de más actualidad, como los Minions, que con sus petos azules y amarillos llenaron de vistosidad el desfile.

Un batiburrillo de zíngaras, plátanos y campanillas mostraba con orgullo sus prendas, mientras en la charanga a la que acompañaban sonaba el clásico ‘apaga la luz Mariluz, apaga la luz’.

En los Bohemios abundaron los sombreros, y en el Despadre, los astronautas, unos trajes poco adecuados para la calurosa tarde turolense. En el Chasco fueron más transgresores: una banda de la legión procesionó bajo la melodía: ‘Soy el novio de la muerte’, escoltada por dos parejas de guardias civiles.

Entre la muchedumbre Chus hablaba de los valores de la Vaquilla. "No hay otra fiesta mejor –decía–. Me encanta porque me transformo". A su lado, Tere asentía: "Además, no hay horarios".

En la pasarela de asfalto no faltaron los personajes de siempre: conejitos de Play Boy, abejorros a  punto de clavarles sus aguijones a los turolenses más despistados o bailarinas de ballet. "Es muy difícil de explicar lo que es la Vaquilla", reflexionaba un valenciano que en cincuenta años tan apenas se ha perdido las fiestas turolenses. "Yo diría –continuó con solemnidad– que es un conjunto de experiencias personales que te alejan de lo cotidiano".

Los que no pudieron o no quisieron llegar a la transformación total, se conformaron con el sombrero de paraguas, ideal para una tarde al sol.

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