Día de la Madre: "Cuando mi hija se ponía mala la bajaba a la tienda y le montaba un rinconcito chill out en los probadores"

En el Día de la Madre ponemos sobre la mesa el complicado día a día de miles de progenitoras aragonesas que trabajan fuera de casa y compaginan sus carreras profesionales con la crianza de sus hijos.

La comerciante Chus Mompel (izquierda), en Esenzia, la tienda que regenta en Zaragoza, y la médico Izarbe Galindo (derecha), en su puesto de trabajo, en Sabiñánigo.
La comerciante Chus Mompel (izquierda), en Esenzia, la tienda que regenta en Zaragoza, y la médico Izarbe Galindo (derecha), en su puesto de trabajo, en Sabiñánigo.
M.O./L.Z.

Las madres del siglo XXI ya no quieren flores para celebrar su día, sino mejores condiciones y leyes que les permitan conciliar. Y es que, la mayoría trabaja fuera de casa y lleva el papel cantante en la crianza y cuidado de los hijos, aunque exista otro miembro más en la unidad familiar. Muchas de ellas tienen que renunciar a algo para llegar a todo y optan por una reducción de jornada, lo que repercute de manera deficitaria en su bolsillos.

Chus Mompel es una empresaria del pequeño comercio zaragozano y vecina del Casco Histórico de la capital aragonesa que tiene 55 años y regenta, desde hace 19, la tienda de ropa y complementos ‘Esenzia’ en la calle de San Vicente de Paúl. Ha compaginado durante los últimos años su trabajo con la crianza de su hija.
Chus Mompel es una empresaria del pequeño comercio zaragozano y vecina del Casco Histórico de la capital aragonesa que tiene 55 años y regenta, desde hace 19, la tienda de ropa y complementos ‘Esenzia’ en la calle de San Vicente de Paúl. Ha compaginado durante los últimos años su trabajo con la crianza de su hija.

Izarbe Galindo es una de estas profesionales que han tomado la decisión de trabajar menos horas para poder ver a su hijo y dedicarle algo de tiempo. Esta médico de familia 43 años y natural de Jaca, trabaja en un Centro de Salud de Sabiñánigo, localidad en la que vive con su marido y su hijo de 7 años. “Es muy difícil y duro compaginar la maternidad y el trabajo. Como médico nos exigen hacer muchas horas para cubrir la escasez de facultativos. De hecho, cuando fui madre trabajaba en Ainsa, donde había un déficit de médicos brutal y tenía que hacer el máximo de horas que nos permitían, es decir, 220 horas al mes”, explica Galindo. 

Esto son son 55 horas a la semana “en horarios de mañanas y guardias de tardes, noches y fines de semana, además de tener una hora de trayecto de ida y otra de vuelta desde Sabiñánigo y de hacer turnos de más de 24 horas”, reconoce. “Me pasaba toda la semana casi sin ver al niño hasta el punto que mi marido tuvo que dejar de trabajar durante un tiempo para poder conciliar”, afirma.

Sanidad. La doctora Izarbe Galindo, en su consulta en Sabiñánigo. Autor: ZAMBORAIN, LAURA Fecha: 20/06/2019 Propietario: Heraldo de Aragón Id: 2019-1136635 [[[HA ARCHIVO]]]
Sanidad. La doctora Izarbe Galindo, en su consulta en Sabiñánigo. Autor: ZAMBORAIN, LAURA Fecha: 20/06/2019 Propietario: Heraldo de Aragón Id: 2019-1136635 [[[HA ARCHIVO]]]
“Con mi marido, a veces nos vemos”.

Un tiempo después consiguió volver a Sabiñánigo como médico de Atención Continuada, un puesto “con el que trabajo todas las tardes, fines de semana y festivos”, indica. “Con mi marido, a veces nos vemos”, dice, en una frase esclarecedora que resume perfectamente esa situación caótica en la que los progenitores hacen encaje de bolillos y solapan sus horarios para poder atender a los hijos dejando en un segundo plano la vida de pareja en una especie de ‘tú la llevas’ ineludible con el que se van pasando a los niños de mano en mano.

"Por mis horarios, el fin de semana, que es cuando el niño tiene fiesta, no lo veía”.

Pero aún así y a pesar del esfuerzo, el horario de Izarbe es poco compatible con el día a día y la jornada escolar de un menor y “aunque puedo llevar al niño al colegio y quedarme con él si se pone malo, el fin de semana, que es cuando él tiene fiesta, no lo veía”, confiesa la médico. En teoría, “tenía un fin de semana libre al mes, pero he pasado temporadas sin librar ningún fin de semana durante 6 meses”, asegura. 

Esto es medio año sin pasar un fin de semana con tu hijo. Ante esta situación Izarbe decidió reducirse la jornada. Lo hizo el pasado mes de diciembre. “Era la única manera de poder verle y pasar un tiempo de calidad con él. Ahora he vuelto a saber lo que es un domingo y salir con él de excursión”, confirma Galindo. “Mi salud mental ha mejorado, pero económicamente voy peor y estoy más apurada”, asevera.

La salud mental, en peligro

En este sentido, se pronuncia también Agustina Sanjuan, zaragozana de 41 años y madre de dos hijos de 9 y 6 años. “Ser madre y trabajadora es una absoluta locura”, dice, algo indignada, esta vecina del Actur y comercial en una empresa de distribución alimentaria. Ella lo tiene claro: “No se puede ser la mejor trabajadora y la mejor madre a la vez, que es lo que buscamos todas. Al final, la realidad es que esta situación pasa factura por algún lado, como por ejemplo en nuestra salud mental”, advierte.

"La realidad es que esta situación pasa factura por algún lado, como por ejemplo en nuestra salud mental".

“Yo decidí reducirme la jornada laboral durante unos años para poder conciliar. Lo cierto que que al retomar mi jornada de 8 horas tuve muchas facilidades para flexibilizar mis horarios y, aunque tengo jornada partida, puedo teletrabajar algunas tardes”, afirma. Eso sí, “preferiría tener una jornada continua que coincidiese con la jornada escolar y no tener que teletrabajar con los niños en casa”, insiste Sanjuan. 

“Eso condiciona mucho sus actividades extraescolares y no pueden hacer lo mismo que otros compañeros como ir al parque o a cumpleaños”, dice. Al final, ha optado por una solución valiente pero que seguro no deja de asombrar al resto de progenitores. “Me estoy adaptando y he optado por llevarme el ordenador al parque o a los cumpleaños y teletrabajar desde allí, sentada en un banco, mientras los niños juegan con sus amigos”, confiesa esta progenitora.

La tienda, una segunda casa

El día a día de las madres que regentan algún tipo de negocio tampoco es fácil. El horario comercial deja poco espacio para la crianza. Cuenta de ello da Chus Mompel, una empresaria del pequeño comercio zaragozano y vecina del Casco Histórico de la capital aragonesa que tiene 55 años y regenta, desde hace 19, la tienda de ropa y complementos ‘Esenzia’ en la calle de San Vicente de Paúl. 

Chus Mompel, comerciante zaragozana, en Esenzia, la tienda de ropa que regenta.
Chus Mompel, comerciante zaragozana, en Esenzia, la tienda de ropa que regenta.
M.O.

Su hija Aitana ya es una adolescente, pero “ha pasado muchísimo tiempo en la tienda”, afirma Mompel. Y es que su negocio se convirtió durante años en una segunda casa para su hija. “Vivimos muy cerca y cuando se ponía mala, me bajaba cojines, mantas y el kit que tenemos todos los padres para cuando los bebés se ponen malitos -paracetamol, termómetro, suero fisiológico y sacamocos- y le montaba un rinconcito chillout en uno de los probadores para que estuviese allí descansando”, recuerda.

En otra ocasión, cuando la niña tenía tan solo un par de meses, me llamó la Policía a casa, de madrugada, porque habían intentado robar en la tienda. Yo estaba sola con el bebé, porque mi pareja se encontraba de viaje y tuve que bajar en pantuflas, con el plumas y la niña en pijama y envuelta entre mantas a las 4 de la mañana para acompañarles a la tienda donde estuvieron trabajando hasta las 9”, rememora la comerciante.

Consciente de que el horario comercial en el que se trabaja de lunes a sábado, mañanas y tardes, era incompatible con la crianza y ella quería dedicarle tiempo al bebé, tomó una sacrificada decisión. “Cuando la vida te pone delante un bebé con 40 años y sin esperarlo, hay que aprovecharlo y decidí contratar a jornada completa al empleado que tenía solo a media jornada para poder quedarme con la niña”, explica. Esto supuso un esfuerzo económico importante pero “preferí invertir en alguien que se quedase en la tienda antes de hacerlo en alguien que se quedase con mi hija. No quería que creciera en manos de otra persona”, afirma. 

Y cuando volvió al trabajo, unos meses después, decidió hacerlo a media jornada y contratar a una persona para hacer la otra media. “Es un sacrificio cada vez mayor tal y como están ahora mismo las cosas, pero me compensa porque con los niños hay que estar. Cuando son pequeños porque son pequeños y en la adolescencia porque hay que estar muy pendientes también”, continua Mompel. 

Después de clase hacía los deberes en el office mientras yo atendía a los clientes".

A pesar de ello, Aitana ha pasado media vida metida en la tienda. “Después de clase hacía los deberes en el office mientras yo atendía a los clientes y muchos días se traía amigas y se disfrazaban con la ropa que hay en el almacén. Yo estaba atendiendo y las oía reírse todo el rato”, recuerda, emocionada. “Ahora me doy cuenta de todo el tiempo que ha pasado aquí conmigo”, reflexiona, melancólica. Sin embargo, hay cosas que no podrá recuperar. “Los festivales de Navidad y la cabalgata de Reyes son algo que me he perdido siempre porque es una época de mucho trabajo y no podía faltar”, lamenta. “Criar y trabajar ha sido todo un reto”, concluye Mompel.

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