Jorge Olague: “Hay un retroceso en los derechos de la infancia, pero se puede reconducir”

Jorge Olague (Zaragoza, 1969) es director de movilización de recursos y alianzas con el sector privado de Unicef. De niño soñaba con trabajar en la ONU.

Jorge Olague, en la puerta de la Casa de los Torrero de Zaragoza donde tiene su sede Unicef.
Jorge Olague, en la puerta de la Casa de los Torrero de Zaragoza donde tiene su sede Unicef.
José Miguel Marco

¿Cómo llega Jorge Olague a Unicef?Siempre tuve la ilusión de trabajar en Naciones Unidas, por un amigo de mi padre que estuvo en la ONU en los años heroicos, entre la década de los 50 y los 70 del siglo pasado. Hablando con él se me ponían los ojos como platos. Hice Económicas en la Universidad de Zaragoza, la mili y entré de prácticas en General Motors. Surgió un trabajo de más nivel en la división de márquetin en Madrid y estuve varios años allí y viajando mucho por Europa. Pero siempre tenía presente el objetivo de Naciones Unidas y mandaba currículos a las vacantes que sacaba. Al final, en 2004 me llamaron para unirme al Programa Mundial de Alimentos. Fue complicado tomar una decisión, pero era un sueño. Mi mentor me dijo que si no lo intentaba me iba a arrepentir toda la vida. 

¿Se ha arrepentido?(Risas) Me siento afortunado, es un trabajo intenso pero enriquecedor. Estuve unos años en Roma y empezamos a trabajar con el sector privado, algo relativamente nuevo entonces en Naciones Unidas, luego estuve en Nueva York y al final en 2011 me incorporé a Unicef para llevar a cabo esa función en Latinoamérica con base en Panamá.

¿Es complicado implicar al sector privado en causas solidarias?
El apoyo más grande que tenemos son los individuos, gente que nos da 10 o 15 euros al mes y los que también responden cuando surge una emergencia. Contamos con casi 10 millones de personas en el mundo que nos ayudan, más de 400.000 en España y casi 12.500 socios en Aragón. Las empresas y las fundaciones cada vez están más implicadas porque hay una demanda social muy fuerte. Comparten nuestros valores, pero este alineamiento viene acelerado por el hecho de que los empleados, los clientes y los accionistas quieren que las compañías se signifiquen y posicionen. Lo mismo pasa con los Gobiernos. 

¿Y en este contexto de crisis?Hay incertidumbre tanto en las empresas como en los gobiernos y, lógicamente, se reduce el espacio para la solidaridad, pero tenemos que mantenerla. Estamos en una época única en la que la gente pide y demanda a empresas y administraciones que tomen partido. Lo vimos en la invasión de Ucrania. Muchas firmas ya se habían ido de Rusia cuando se pidió oficialmente que lo hicieran.

La guerra de Ucrania la hemos sentido cerca. ¿Qué pasa con los conflictos que ocurren más lejos?
La atención de los medios se ha centrado en Ucrania y también la ayuda, que se la merecen. La cuestión es cómo buscar un equilibrio porque hay muchos conflictos y pobreza. No se habla de otras situaciones dramáticas como el hambre en el cuerno de África y Pakistán, que lleva cuatro meses con los campos anegados y las carreteras bloqueadas. Por eso, la mejor manera de ayudar es de una forma flexible, para que actores como Unicef puedan asignar los recursos donde sea más urgente.

La pandemia, guerras que duran años, inflación... ¿es un momento complicado para la infancia?
Hay un retroceso significativo en los derechos de la infancia, pero se puede reconducir. Somos la primera generación que podemos asegurarnos de que no haya niños malnutridos, fuera de la escuela, que se mueren por causas evitables o niñas casadas. Tenemos esta responsabilidad. Soy un optimista nato, sino no estaría aquí.

¿Y las menores afganas?
Es una de nuestras grandes frustraciones. Seguimos trabajando con las autoridades de facto para que puedan regresar a las aulas y que mientras tanto accedan a la educación de otra manera.

De lo global a lo local, ¿qué supone para usted Aragón?
Me crié aquí y tengo a mi familia y mis amigos, por lo que intento venir como mínimo dos veces al año. Cuando vives a nivel global es muy importante mantener las raíces y este anclaje. Aragón es una tierra generosa que te acoge de ida y de vuelta.

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