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Padres que acompañan a los hijos al trabajo y a la universidad: “Exigen que les aprobemos o las razones de un despido”

Docentes y responsables de empresas se enfrentan cada vez más a situaciones en las que sus alumnos y trabajadores acuden a clase y a sus puesto de trabajo acompañados por sus progenitores.

Estudiantes este lunes en la Facultad de Económicas, tanto universitarios como alumnos de bachillerato.
Estudiantes este lunes en la Facultad de Económicas, tanto universitarios como alumnos de bachillerato.
Toni Galán

No es algo generalizado, pero pasa. Más habitualmente de lo deseado, según los expertos. Desde hace unos años docentes universitarios y personal de la empresa privada han constatado que, cada vez más, los padres y madres acompañan a sus hijos e hijas a hacer algunos de los trámites que deberían realizar solos como adultos. 

Ocurre en el ámbito universitario, donde todos los alumnos son mayores de edad. Aun así, “hemos tenido alumnos que han venido a una revisión de exámenes con sus padres. A veces vienen solos los padres, sin los hijos, y nos piden ver el examen”, dice José Manuel García Aznar, catedrático de la Universidad de Zaragoza. “Nosotros les decimos que no se lo podemos enseñar, que sus hijos son mayores de edad y que, por la ley de protección de datos, es a ellos, de manera individual, a los que podemos enseñarles la prueba”, explica García Aznar. 

“En ocasiones, no se fían de lo que les han dicho sus hijos y vienen a comprobarlo, otras no están conformes con la nota que les hemos puesto y vienen a reclamar ellos en lugar de sus hijos”, continua el catedrático. “Nosotros les decimos que a ellos no tenemos por qué darles ninguna explicación, que hablaremos con su hijo en todo caso, pero en alguna ocasión estas conversaciones se ponen difíciles”, afirma García Aznar. 

“El año pasado vino un padre muy agresivo acompañando a su hijo, que había suspendido, exigiendo que lo aprobásemos porque le había conseguido unas prácticas y no podría estudiar en verano”, relata el catedrático. “Vino intimidando y de manera agresiva. Fue muy desagradable. Nosotros le comunicamos que no teníamos que discutir nada con él, que debía salir del despacho y esperar en el pasillo. No se quería ir y al final lo hizo, pero a regañadientes”, recuerda este profesor universitario. 

Lidiar con los padres no forma parte de su trabajo y aun así “nos ha pasado a varios compañeros ya, aunque de manera puntual”, aclara. “lo venimos notando desde hace varios años, porque antes no pasaba”, asegura el catedrático. “Los alumnos universitarios son mayores de edad y tienen que ser conscientes de que son adultos y asumir su responsabilidad, que en este caso son los exámenes”, asevera el docente. “Creo que hay una sobreprotección de los jóvenes más que una falta de madurez. Son los padres los que quieren resolver los problemas de sus hijos y no se dan cuenta de que no pueden hacerlo”, concluye García Aznar.

Justificar sus ausencias y exigir explicaciones en el trabajo

Situaciones parecidas ocurren también en el ámbito laboral. A María Beltrán, responsable en una empresa de seguridad, esta situación ya no le sorprende. “Nos vienen los padres para todo y nos ha pasado en muchas ocasiones. Ahora los contratos son digitales pero hace unos años, cuando citábamos al aspirante al trabajo para firmar el contrato, en algunas ocasiones nos aparecía con uno de sus padres”, dice esta experta en seguridad privada. “Nos decían que querían ver lo que firmaban sus hijos porque no se fiaban. Nosotros les pedíamos que se quedaran fuera del despacho y esperasen allí”, explica Beltrán. 

No solo ha sido testigo de estas situaciones con las firmas de contratos, también con los despidos y las reuniones formales con el empleado. “Nos han venido padres a reclamar las razones del despido en vez de los hijos”, asegura esta responsable. “Les tenemos que decir que se vayan, que no podemos decirles nada a ellos porque el contrato es con su hijo, que es mayor de edad. No podemos darles esos datos", afirma Beltrán. 

En una ocasión, “un padre nos llegó a llamar por teléfono hasta en 4 ocasiones, insistiendo para conocer las razones del despido de su hija. No es algo generalizado pero sí habitual”, explica. “Hay también casos en los que los citamos por teléfono para una reunión en la oficina y acuden con sus padres. Les decimos que no pueden entrar y se quedan fuera esperando”, asegura esta responsable. “Hasta cuando se ponen malos nos llaman los padres o las madres. Nos dicen que su hijo está enfermo y no puede ir a trabajar. Es como si llamasen al colegio”, se queja Beltrán. 

Unas llamadas en las que los progenitores llegan, incluso, a faltar a la verdad. “Los excusan y mienten por ellos. Tenemos algún caso de trabajador ‘absentista profesional’, que repite el ‘modus operandi’ una y otra vez. Sabemos que no están enfermos, porque tenemos pruebas de ello, y los padres llaman para decir que se encuentran mal y no pueden venir a trabajar, es decir les encubren por desconocimiento o complicidad”, lamenta Beltrán y añade. “Al final son los padres los que dan la cara. Supongo que piensan que les vamos a creer más si lo hacen así”, asevera. El perfil de trabajador que recurre a sus progenitores según esta experta es el de “gente joven, de hasta 25 años, aunque hay casos de personas mayores de 35 que también lo hacen”, dice.

Hijos perfectos

Pero, ¿cuáles son las razones para que estos adultos actúen como adolescentes? La psicopedagoga Olga Lázaro apunta algunas de ellas. “Es una tendencia que venimos notando desde hace ya algunos años en la que comprobamos que existe una marcada sobreprotección de los hijos por parte de los padres”, dice esta experta. Una de las claves para entenderlo es que “ahora tenemos menos hijos y hacemos de ellos un proyecto de vida. Queremos que sean perfectos,”, afirma Lázaro. 

“Nos gustaría llevarlos a la madurez con muchos idiomas y conocimientos y, a veces, proyectamos en ellos las limitaciones que nosotros tenemos”, afirma esta psicopedagoga. “Los padres sobreprotectores quieren seguir ocupándose de los hijos más allá de la infancia y la adolescencia, los acompañan a la puerta de la facultad el primer día de clase en la universidad o los acompañan a matricularse”, señala. Pero no se dan cuenta de que “todo lo que facilita, debilita. Les hacemos frágiles emocionalmente”, asevera Lázaro. 

"Estos padres no saben hacerlos madurar emocionalmente en el tiempo que corresponde. Los niños tienen que tener responsabilidades de acuerdo con su edad desde el principio”, explica la psicopedagoga. “A veces, al querer facilitarles la vida, no les damos las responsabilidades que necesitan en cada etapa, por lo que los estamos perjudicando a la larga”, continúa. 

La consecuencia de ello es que “en casa pueden ser unos tiranos y faltar al respeto pero fuera no saben desenvolverse. No saben gestionar la frustración”, lamenta esta experta. Los jóvenes tienen que “tomar decisiones y asumir las consecuencias desde pequeños. Deben aprender que no son el centro del universo y adaptarse al mundo real”, concluye Lázaro.

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