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La pandemia sin vacuna

Las entidades sociales alertan de que, lejos de remitir, las situaciones de necesidad se multiplican en Zaragoza. El fin de los ERTE amenaza con complicar aún más el futuro.

Fila de personas que esta semana han acudido a la asociación Civitas de Las Fuentes a por lotes de comida.
Fila de personas que esta semana han acudido a la asociación Civitas de Las Fuentes a por lotes de comida.
Guillermo Mestre

La pandemia del coronavirus hace varios meses que tiene su vacuna. La inmunización de la población contra la covid avanza poco a poco, y anuncia mejores tiempos para todos a corto o medio plazo. Sin embargo, la otra pandemia no encuentra remedio ni vislumbra una mejoría. La crisis que ha provocado la situación sanitaria ha sido la puntilla para muchas economías familiares durante estos meses. Las organizaciones sociales alertan de que las situaciones de necesidad no solo no remiten más de un año después, sino que están aumentando.

Cada día hay más gente que duerme en la calle, y las filas de ciudadanos que aguardan su turno para recibir paquetes de comida se alargan. Así lo dicen los datos y lo confirman las sensaciones de quienes trabajan al pie del cañón. “No, esto no remite. Al revés”, señala Lucía Capilla, trabajadora social en el comedor de la parroquia del Carmen.

Por allí en marzo pasaron 486 personas para comer, entre las cuales había 54 que hasta entonces no habían tenido que ir nunca. Cada jornada se reparten una media de 230 raciones. Es algo menos que en los momentos más duros de la pandemia, pero hay que tener en cuenta que entonces muchos otros recursos sociales de la ciudad estaban cerrados, por lo que hubo más gente que se concentró en el Carmen.

En el Banco de Alimentos ya contabilizan 26.000 personas que este año han recurrido a los productos que salen de sus naves, unas 20.000 en la capital y otras 6.000 en el resto de la provincia. Son 3.000 más que el año pasado. Hasta el 30 de marzo han puesto en circulación 1.074.000 kilos de alimentos, 100.000 más que en los mismos meses de 2020. “El futuro no es mucho mejor, ya que con el final de los ERTE se puede incrementar la demanda si hay más gente que pasa directamente al paro”, augura José Ignacio Alfaro, presidente de la entidad.

Uno de los puntos de distribución es la asociación de vecinos Civitas de Las Fuentes. Solo aquí se reparten más de 14.000 kilos de comida al mes, siete veces más que cuando empezaron. En sus listados tienen controladas a 1.650 familias -solo de este barrio- que requieren de este tipo de ayuda alimenticia. “De repente empezó a llegar gente, y gente, y gente… Algunos vienen con lo puesto”, observa Laureno Garín, presidente del colectivo vecinal. Aunque señalan que "en Zaragoza nadie pasa hambre", hay situaciones de alta vulnerabilidad.

Otra de las preocupaciones es el final del Ingreso Aragonés de Inserción (IAI), que termina el 31 de mayo ante la aparición del Ingreso Mínimo Vital del Gobierno central. Aunque el Gobierno de Aragón trabaja en una prestación complementaria que, asegura, no dejará a nadie sin recursos, hay entidades que temen que las complicaciones en la tramitación dejen a gente fuera. “Nos preocupa que haya gente que se quede sin ingresos y aumenten aún más las filas del comedor”, señala Capilla desde el Carmen.

¿Alguien se va a preocupar de vacunar a estas personas, teniendo en cuenta que muchos de ellos ni siquiera están empadronados?  

En la calle, el número de personas sin hogar no remite. Estos días incluso aumenta por la llegada de las primeras personas que buscan trabajo en la campaña de la fruta. “Vemos más gente en la calle que antes de la pandemia. La situación está muy mal y no parece que vaya a mejorar en los próximos meses”, señala Pedro Casanova, coordinador de la oenegé Bokatas en Zaragoza. Este grupo de 90 voluntarios, en su mayoría jóvenes universitarios, recorren las calles de Zaragoza para “acompañar” a las personas sin hogar, con un bocadillo como excusa para acercarse a ellos.

“Ahora estamos viendo a unas cien personas, con casos de todo tipo: gente que se ha quedado sin piso y está en la calle mientras encuentra uno que pueda alcanzar a pagar, personas que viajan en busca de trabajo, otros que llevan años en esa situación… Hablamos del colectivo de personas sin hogar, pero luego cada persona tiene una historia diferente”, apunta Casanova.

Los avances en la vacuna y la previsible mejora de la situación sanitaria no llega a la calle: “Ni se nota, ni se va a notar; aquí no hay un horizonte mejor a corto o medio plazo”, señala este voluntario, que se pregunta “si alguien se va a preocupar de vacunar a estas personas”, teniendo en cuenta que muchos ni siquiera están empadronados.

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