Los pueblos de Aragón ponen en marcha iniciativas de teletrabajo y bolsas de vivienda para hacer frente a la pandemia y la despoblación

Los expertos opinan que si no cambian las condiciones estructurales el efecto de esta tendencia será "limitado".

Nuevas familias se mudan al mundo rural en plena pandemia.
Nuevas familias se mudan al mundo rural en plena pandemia.
HA

La pandemia ha animado a la gente a volver a los pueblos o, como mínimo, a mirar hacia ellos en busca de un proyecto de vida. Algunos ya han elegido escaparse de las ciudades y a otros el coronavirus les ha dado el empujón definitivo. Pequeñas localidades están viviendo un goteo de empadronamientos y la búsqueda de viviendas en el medio rural se ha disparado. Se trata de una oportunidad ante la que comarcas y ayuntamientos lanzan iniciativas para atraer a nuevos vecinos.

"Hay tres familias interesadas en venir a asentarse a Añón y con la ayuda de gente joven voluntaria nos hemos convertido casi en un agente inmobiliario porque el principal problema es encontrar casas habitables", cuenta José María Vijuesca, alcalde de esta localidad de la comarca de Tarazona y el Moncayo. Van a crear una bolsa de compra y alquiler, al igual que han hecho San Martín del Moncayo o Trasmoz. Una idea "madurada". Desde finales del año pasado están en contacto con estas familias de Canarias, Baleares y Barcelona, que supondrían también la llegada de cinco niños, para ver si sus expectativas se pueden cumplir.

De los resultados de experiencias como esta es un buen ejemplo el Plan de Vivienda que puso en marcha el año pasado la Diputación Provincial de Huesca. A través de él concede préstamos a los ayuntamientos, sin intereses y a devolver en 30 años, destinados a la compra de solares o inmuebles o a su rehabilitación. En 2020 se otorgó créditos por valor de casi 1,5 millones de euros que fueron dirigidos a 24 viviendas en 13 municipios. Y este año ha abierto una nueva convocatoria dotada con 1,7 millones.

El Frago, en las Cinco Villas, ha aumentado su padrón con "la llegada en los últimos meses de dos parejas, una de ellas para llevar el bar", explica el alcalde, José Ramón Reyes. En breve se sumará una tercera, de Barcelona, que tiene intención de abrir una carpintería en una nave municipal. El pueblo está incluido en el Proyecto Arraigo, una empresa nacional de ayuda a la repoblación.

El Frago es también una de las doce localidades que se han sumado al reciente proyecto comarcal ‘Teletrabajar en Cinco Villas’, que busca facilitar la instalación de profesionales que puedan desarrollar el trabajo desde su hogar. Una página web específica informa de la oferta de vivienda, servicios y datos como las conexiones de internet. Un técnico asesora a las personas interesadas. En menos de un mes la comarca ha recibido medio centenar de consultas, aunque muchas eran "para preguntar por la posibilidad de encontrar casas para pasar el verano", apuntan desde la entidad.

Los movimientos de población de la ciudad al campo aún están por cuantificar y estudiar. ¿Es un momento de cambio o algo coyuntural? Para el nuevo director de la cátedra de despoblación de la Diputación de Zaragoza (DPZ), Vicente Pinilla, si no se "solucionan los temas estructurales que dificultan la vida en el medio rural", el efecto "será limitado". Cree que se está produciendo un "redescubrimiento" de este entorno y que son importantes las apuestas que se emprendan "desde lo local, que es donde de verdad se juega el partido, y tengan en cuenta las posibilidades reales en el mercado laboral y de vivienda".

Esta opinión es compartida por el comisionado aragonés para la Lucha contra la Despoblación, Javier Allué. Además, considera que la pandemia ha evidenciado la necesidad "de acelerar la llegada de la máxima conectividad posible" y reforzar más si cabe "las políticas de equilibrio demográfico".

Violeta Iglesias y Juan Atrián son de pueblo y quieren vivir en uno.
Violeta Iglesias y Juan Atrián son de pueblo y quieren vivir en uno.
Francisco Jiménez

Juan Atrián y Violeta Iglesias | Se han afincado en Uncastillo

"Un pueblo no solo sirve para desconectar, te puede ofrecer también un proyecto de vida"

Juan Atrián es natural de Valareña, una localidad de Ejea, y aunque vivió en Zaragoza mientras estudiaba Historia y después el máster en Gestión de Patrimonio tenía claro que quería volver. Tras los meses de confinamiento, las prácticas del máster, unos estudios que eligió "con vistas a poder trabajar en el medio rural", le llevaron a la Fundación Uncastillo. De esta localidad es su pareja, Violeta Iglesias, que trabaja en un supermercado aunque es Historiadora del Arte. Ahora, con un contrato a media jornada en la Fundación, como guía turístico de la Judería y gestor de proyectos, han decidido afincarse en un municipio que, a priori, les va como anillo al dedo con su formación.

A principios de abril entrarán a vivir de alquiler "en la que posiblemente sea una de las últimas viviendas que se podían encontrar". "El alojamiento es un problema, porque hay casas en venta pero requieren una reforma integral", apunta. Está convencido de que la pandemia "no va a traer un éxodo urbano", pero sí va a servir para que se mire de otra forma al mundo rural "no solo para desconectar, ir de veraneo o de fiestas, sino también como un entorno que te puede ofrecer un proyecto de vida". Conoce de sobra las "desventajas" de esta apuesta, pero se "contrarrestan con la tranquilidad y un ambiente menos impersonal y anónimo en el que hay mucha cercanía". Explica que no son una excepción y en su "cuadrilla" de amigos son muchos "los que han buscado alternativas para quedarse a vivir en sus pueblos".

Miroslava Ossa con sus hijos, Kai y Kandela, y su pareja, Jesús Mallarach.
Miroslava Ossa con sus hijos, Kai y Kandela, y su pareja, Jesús Mallarach.
M.O.

Miroslava Ossa | Se mudó con su familia a Benabarre en agosto

"En la ciudad casi no veía a mis hijos y ahora estoy haciendo de madre otra vez"

"La primera vez que comimos una lechuga de nuestro propio huerto casi lloro". Son palabras de Miroslava Ossa, una chilena de 37 años que en agosto dio un giro de 180 grados a su vida junto con sus hijos, Kai, de 13 años, y Kandela de 8, y a su pareja, Jesús Mallarach, cambiando la Costa Brava de Gerona -vivían en Blanes, una ciudad de unos 40.000 habitantes- por Caladrones, una pequeña pedanía de Benabarre, en la Ribagorza. Ella era encargada en una empresa de limpieza de obra nueva y él trabajaba también en la construcción. "Yo ya llevaba mucho tiempo con el runrún de cambiar de vida y buscar un pueblo que pidieran familias con niños", segura Miroslava. Y en verano, gracias a una conocida, surgió la oportunidad de mudarse a Benabarre, donde solo habían estado antes de turismo. Alquilaron una casa para reformar con derecho a compra en cinco años "y esa es nuestra intención al final", afirma. El balance no puede ser más positivo: "Durante el primer confinamiento de la pandemia, los niños no tenían colegio y yo me iba a trabajar a las seis de la mañana y volvía a las siete de la tarde, con lo que solo los veía en la cena y poco más. Además, vivíamos en un piso sin balcón. Aquello no era vida. Y ahora estoy con ellos en casa ayudándoles con los deberes, tenemos nuestro propio huerto... y estoy haciendo de madre otra vez". De momento está en el paro, aunque su pareja ya ha encontrado un trabajo en una granja de cerdos. "Estamos muy felices, aquí te recargas de energía", resume.

Lina Urbano, con sus hijos, Matías y la pequeña Lucía, delante de su casa.
Lina Urbano, con sus hijos, Matías y la pequeña Lucía, delante de su casa.
Antonio Garcia / Bykofoto

Lina Urbano | Asentada en argente desde el pasado noviembre

"Es un lugar seguro y tranquilo y aquí se puede
dar más espacio a los niños"

Lina María Urbano llegó a Argente con su marido y su hijo de 6 años el pasado noviembre con el ánimo de encontrar un lugar tranquilo para vivir cerca del lugar de trabajo de su esposo, Cristian David García, en una granja de la vecina Perales del Alfambra. Y no ha sido el único caso, porque en el último año se han asentado en esta localidad de apenas 200 habitantes tres familias que han sumado once vecinos, el último de ellos el bebé que acaba de tener Lina, una colombiana que antes de establecerse aquí pasó por Teruel y Visiedo.

Lina afirma estar "a gusto" en Argente, donde "la gente es muy buena y amable". En tiempos de pandemia, ella y su familia se sienten "más seguros" en un lugar con poca población y señala que solo salen fuera del pueblo "para acudir a citas de médicos". Añade que el lugar "es tranquilo y a los niños se les puede dar más espacio".

La llegada de tres familias en un año ha agotado la oferta de viviendas de la localidad. El Ayuntamiento tiene seis casas disponibles y están todas alquiladas por un precio "social". Ahora tramita un proyecto que cuesta 120.000 euros para adecuar otras cuatro viviendas de alquiler porque, según indica el alcalde, Francisco Ramo, si las tuviera acondicionadas estarían ya ocupadas. Ramo señala que, en el caso de Argente, el principal problema para asentar poblaciones ya no es la oferta de empleo si no la de vivienda. Advierte de que sin alojamientos dignos y disponibles la lucha contra la despoblación "se queda coja".

Sergio Sánchez y Jara Castiñeira, en el frontón de Valtorres.
Sergio Sánchez y Jara Castiñeira, en el frontón de Valtorres.
Macipe

Jara Castiñeira y Sergio Sánchez | En Valtorres desde diciembre

"Preferíamos un sitio pequeño, donde fuera más fácil sentirse en comunidad"

Sergio Sánchez y Jara Castiñeira, de 40 y 29 años, se definen como "nómadas". En poco tiempo han pasado por Francia, el valle del Jerte y desde diciembre, los efectos derivados de la pandemia les han llevado a cambiar Valencia por Valtorres, en la comarca Comunidad de Calatayud. Ella estudió Bellas Artes y se especializó en escenografía y arte fallero. "Empecé a trabajar en una empresa que hace decorados para el Teatro de la Zarzuela y el Real", detalla. Sin embargo el covid se llevó esas perspectivas por delante: "La cultura se cierra y también se resiente el sector del transporte, donde trabajaba él, y a raíz de eso fuimos buscando trabajo en el campo, porque nunca para".

Tras volver de Extremadura, Jara cuenta que "contacté con Raquel, de Arteayud, una empresa de Calatayud dedicada a restauraciones, y me contrató para unos trabajos de pintura mural". Fruto de su buen hacer, en marzo pasará a formar parte del equipo que rehabilita la Colegiata de Santa María. En el caso de Sergio, regresará a Valencia para ayudar a su madre en la hostelería y "cuando empiece la cereza, volveré aquí para trabajar de jornalero". Sobre por qué elegir Valtorres, ambos apuntan que "preferíamos un pueblo pequeño, porque en estos momentos parece que hay más necesidad de hacer comunidad y en un sitio así es más fácil". En estos meses, la acogida ha sido "maravillosa" y al respecto de si se ven asentados en Valtorres puntualizan que "no sabemos, vimos y lo importante es ir paso a paso viendo qué oportunidades hay".

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