La ruinosa idea de surcar el Ebro en barca en Zaragoza 

Recuperar el río para el mero esparcimiento fue un empeño del alcalde Belloch al calor de la Expo. Años después, su cauce sigue sin dejarse domar.

El Félix de Azara llega al embarcadero de la Expo, en 2013.
El Félix de Azara llega al embarcadero de la Expo, en 2013.
Guillermo Mestre

Desde su nacimiento en Fontibre hasta su desembocadura en el Delta, el Ebro recorre más de 900 kilómetros en los que su caudal sufre fuertes variaciones. Y surcar sus aguas es hoy en día casi utópico.

El historiador romano Plinio el Viejo escribe que el río era navegable desde Varela (Varea, junto a Logroño) hasta el Mediterráneo. En la Edad Media hay referencias al Ebro en el poema épico más antiguo de Europa, ‘La Canción de Roldán’, donde se cuenta cómo los moros llegan remontando el río para luchar con el rey de los Francos.

Más adelante, en el siglo XIV, el comercio en los puertos de Zaragoza, Escatrón y Mequinenza creció considerablemente. Los dos focos principales de actividad se encontraban en la salida del Ebro al Mediterráneo y, aguas arriba, con la exportación de lana y cereales hacia Cataluña. En el siglo XVIII se propuso conectar el río con el Cantábrico y en el XIX se creó la Sociedad Naviera del Ebro con Vapores, que gozó de unos años prósperos.

Hacer navegable de nuevo el Ebro con meros fines de paseo turístico fue un entusiasta empeño que, en 2008, el entonces alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, logró sacar adelante al calor de la Expo del Agua. Pero aquella aventura no salió bien. Se previeron tres embarcaderos y diez pantalanes que permitirían el desembarco de visitantes. Se construyó un azud que costó más de 26 millones de euros, se excavó un canal de navegación, se hicieron más de una docena de dragados para mantenerlo, se probaron hasta cuatro modelos de barcos... Pero la concesión se convirtió en un negocio ruinoso.

Cuando había mucha corriente, los barcos no lograban remontar el río. Cuando había poca, tocaban el fondo del cauce. El catamarán Félix de Azara solo pudo navegar en las aguas tranquilas de Vadorrey, apenas pudo llegar al Náutico un par de veces y nunca alcanzó Ranillas. Su servicio acabó en 2013.

Esta propuesta de ocio murió en 2015 por la decisión de ZEC de no dragar el río. En julio de 2018, se retiraron los restos de los embarcaderos, tras dos requerimientos de la CHE. En 2019, PP, ZEC, PSOE, Cs, CHA y Podemos-Equo descartaron recuperar la navegabilidad del río en el Debate a 8 de HERALDO. Solo PAR y Vox apostaron por recuperar los "barquitos".

Despertaron sobresaltados los zaragozanos el 2 de octubre de 1930, cuando HERALDO dio la noticia de la muerte del Tío Toni. Raro sería aquel que no conociera al finado, o no hubiera sido usuario de su servicio
Despertaron sobresaltados los zaragozanos el 2 de octubre de 1930, cuando HERALDO dio la noticia de la muerte del Tío Toni. Raro sería aquel que no conociera al finado, o no hubiera sido usuario de su servicio
HA

La barca del Tío Toni

Si se echa la mirada atrás, hay un hombre que luchó a diario contra el Ebro. Todos los días, durante décadas y por unos céntimos, cruzaba el Ebro en su barca a sus pasajeros, desde Echegaray y Caballero, junto al Torreón de la Zuda, hasta Macanaz. Hasta que su vida llegó a su fin. "El Tío Toni, el viejo Toni (…) ya no volverá a cruzar con su famoso pontón las aguas del Ebro. Ha marchado de este mundo en la tarde última conducido, él que siempre fue piloto, en esa barca que no vuelve jamás", contaba este diario el 2 de octubre de 1930.

Era el suyo un oficio duro, ya que debía bregar con los caprichos del río, que un día bajaba manso y otro se revolvía y agitaba. "Fue cuando el Ebro se enfurece y encrespa -relataba HERALDO-, el domador de su fiereza, porque lo conocía como nadie. Y fue en miles de ocasiones el pirata del río. Un pirata digno de todos los honores, del aplauso, porque arrancaba de entre los brazos ondulantes del Ebro, de su seno trémulo, un contrabando de vidas que el río se apropiaba".

"Fue cuando el Ebro se enfurece y encrespa -relataba HERALDO-, el domador de su fiereza, porque lo conocía como nadie"

Se llamaba Antonio Mar, vivía en la calle del Río, y fue "un hombre que hizo mucho bien, solo por el placer de hacerlo, porque su temple baturro así lo exigía".

Y entre tanto trasiego fluvial, la modernidad fue abriéndose paso. "Y murió el Tío Toni, según nos cuentan, con una amargura: la de ver cómo su barca famosa estaba medio vencida por esas otras naves más ágiles, que llevan en su pecho un motor que las impulsa a mayor velocidad que la de los remeros, por bravos, por fornidos que sean". Las ‘gasolineras’, nuevas barcazas más rápidas, fueron dejando en desuso la barca del Tío Toni.

"No queremos decir que los barqueros motoristas de hoy no tengan sus amistades entre los pasajeros -contaba HERALDO el jueves 23 de abril de 1936-. Lo que ocurre es que entre los pasajeros y el motorista está el motor, que requiere atención; la travesía se hace más rápida y no da tiempo a que surja la cuchufleta que inicia la confianza (...) De seguir así dentro de poco nos tendremos que motorizar todos y la vida de relación se limitará a un automático saludo inexpresivo".

La pasarela peatonal sobre el río se abrió al público en 1941. Esta, a su vez, desapareció tras la inauguración del puente de Santiago, en 1967. La modernidad que temía Toni había llegado para quedarse, pero esta ya es otra historia. El Tío Toni había muerto, "y seguramente el Ebro, el río que fue escenario de su vida, al que amó con máximos amores, y al que dominó a veces, al saber su muerte, le habrá cantado un responso rumoroso, doliente, sentimental...".

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