La Romareda, refugio zaragocista

La casa del Real Zaragoza alcanza las seis décadas de partidos imposibles, jugadores irrepetibles y momentos inolvidables.


El hogar del balón

Lugar de sueños y emociones, hogar de sentimientos que van mucho más allá de lo futbolístico, el estadio de La Romareda cumple hoy 60 años. Seis décadas desde que el 8 de septiembre de 1957, en un amistoso por todo lo alto entre el Real Zaragoza y Osasuna, se inaugurara el campo que la ciudad venía demandando, convirtiéndose así en una de las instalaciones deportivas más modernas de todo el país.

Por La Romareda han pasado los mejores jugadores de la historia (Pelé, Maradona, Messi, Cruyff, Di Stéfano o Zidane) y ha sido sede de eventos de repercusión planetaria como unos Juegos Olímpicos, un Mundial de fútbol o tres finales de la Copa del Rey.

En La Romareda ha jugado la selección española de fútbol y se han celebrado conciertos inolvidables de artistas de talla mundial como Michael Jackson, Sting, Bruce Springsteen o Metallica. Sin embargo, La Romareda es, por encima de todo, la casa del Real Zaragoza, el refugio de los zaragocistas. En La Romareda, el Real Zaragoza ha conquistado sus grandes gestas y, al calor de su equipo, ha reunido a varias generaciones de aficionados aragoneses, que han celebrado los éxitos y las aventuras de genios como Carlos Lapetra, Murillo, Seminario, Marcelino, Santos, Reija, Canarios, Violeta, Arrúa, Diarte, Planas, Valdano, Señor, Barbas, Rubén Sosa, Esnáider, Poyet, Aragón, Pardeza, Aguado, Villa, los hermanos Milito…

Todos ellos, protagonistas de partidos inolvidables, goleadas ante los mejores equipos del mundo y sí, también alguna decepción mayúscula. Cosas del fútbol, cosas de la vida. Cosas del Real Zaragoza. Y de La Romareda.

Bienvenidos a la era moderna

El campo de Torrero se quedaba pequeño, anticuado, y el Real Zaragoza, en sus constantes aspiraciones de seguir creciendo, necesitaba una nueva casa. Las deudas, eso sí, retrasaron un proyecto complejo, con seis aspirantes y un solo ganador: La Romareda. Ya durante el verano del 54, tres años antes de la inauguración, el entonces presidente Cesáreo Alierta vendió el campo de Torrero, poniendo al día las cuentas del club y allanando el camino para la construcción de un nuevo estadio. Aquella fue la primera piedra de La Romareda.

El Ayuntamiento de Zaragoza comenzó a estudiar la mejor ubicación del nuevo estadio, pensando en un primer momento en la zona de Miraflores. Sin embargo, el arquitecto José Descartín presentó un informe planteando todas las dificultades técnicas del lugar, que finalmente fue rechazado. La conclusión final, tras varios estudios más, fue que el emplazamiento ideal para el nuevo recinto era junto a la Feria de Muestras. El 9 de febrero de 1956 se firmaba en el Pleno del Ayuntamiento la propuesta de construcción de lo que iba a ser el Estadio Municipal de La Romareda y la adjudicación de las obras al proyecto del arquitecto Francisco Riestra.

Inaugurada finalmente el 8 de septiembre de 1957, el nuevo estadio costó más de 20 millones de pesetas y su aforo alcanzaría los 30.000 espectadores. «Fue un día sensacional en todos los sentidos, una fiesta en la que se volcó toda la ciudad. Salvo algunos nostálgicos de Torrero, todo el mundo se adhirió a un acontecimiento que trascendió lo deportivo. Zaragoza por fin tenía un estadio a la altura de los mejores», recodaba para HERALDO hace unos años Ramón Vila (Vic, 1931), autor del primer gol en La Romareda. «Al pisar el césped parecíamos niños con zapatos nuevos. El cambio respecto a Torrero era brutal», agregaba el delantero.

Gómez Laguna, alcalde de Zaragoza en 1957, fue el encargado de realizar el primer saque de honor, con el que se ponía fin a nueve meses de obras. A su lado, sonriente, el entonces presidente del club, Cesáreo Alierta, que veía cumplida su ilusión de dotar al club de un nuevo estadio, moderno y funcional. Sobre el césped, un once que quedará para la historia: Lasheras, Garbayo, Alustiza, Bernad; Estiragués, Manolín, Domingo, Moreno, Murillo, Wilson y Vila.

Enfrente estaba Osasuna, club amigo y entonces afición hermanada. Los blanquillos ganaron 4-3 a los navarros con dos goles de Vila, uno de Wilson y otro de Murillo. «La euforia del partido por la inauguración del estupendo campo, unida al júbilo que se produjo por la espectacular vuelta del partido (el Zaragoza remontó) y la victoria, se exteriorizó de una forma original. Cientos de sinsombreristas lanzaron sus almohadillas al aire una y otra vez», recuerda la crónica de HERALDO.

Imágenes de las obras y de la inauguración del estadio, el 8 de septiembre de 1957.

Desde aquel 8 de septiembre del 57, La Romareda no se ha movido (si acaso ha temblado con la celebración de algún gol). Lo que sí ha cambiado es su entorno. Entonces, los alrededores del estadio, sin edificar, servían como circuito de tráfico para los exámenes del carnet de conducir. Incluso durante algunos años se ubicaron allí las ferias de las Fiestas del Pilar, lo que provocaba un caos genial en la salida de los partidos. Durante la semana, las taquillas estaban ubicadas en la plaza Salamero, aunque los domingos, cita con el fútbol, se habilitaba una pequeña ventanilla en los aledaños del campo. El abono de temporada costaba unas 500 pesetas, con posibilidad de costearla en varias temporadas. Para los menores de 14 años, el precio era de 125.

Por supuesto, los primeros años no había marcadores electrónicos (tampoco transistores o móviles con Internet) y los aficionados seguían el resto de resultados de la jornada (se jugaban todos al mismo tiempo, entre las 15.30 y las 17.00, para aprovechar las horas de sol) a través del llamado Marcador Simultáneo Dardo, un panel en el que cada equipo y cada partido se identificaba con una marca publicitaria. El HERALDO DE ARAGÓN publicaba ese mismo día la correspondencia entre los anunciantes y los diferentes equipos para que los aficionados pudieran estar al tanto de los goles, que llegaban a través de una línea telefónica con sede en Madrid, desde donde se distribuían los resultados al resto de campos de España. También a La Romareda, claro.

Curiosa era la imagen de las jornadas en las que se instalaban sobre el césped las llamadas «sillas de La Caridad». En las visitas que generaban mayor expectación entre el público, se colocaban sobre el propio campo de juego, bordeando los límites del terreno, varios centenares de sillas de madera de la Fundación La Caridad de Zaragoza, una práctica habitual en la época durante las fiestas de El Pilar o la Semana Santa, cuando estas sillas se situaban a lo largo del Paseo de la Independencia. El fin era benéfico y así se aumentaba, de paso, el número de espectadores en el partido, teniendo los aficionados una vista privilegiada a pie de campo.

Desde su inauguración, el estadio ha sufrido tres grandes remodelaciones. En 1977 se amplió su capacidad en 10.000 espectadores y se pusieron varias de las cubiertas. En 1982, entre otras actuaciones, se instalaron las torres de iluminación y los videomarcadores, sustituidos tras el Mundial por los actuales. Y en 1994 todas las localidades pasaron a ser de asiento, dejando el aforo máximo en 34.596 personas.

Azul y blanco es el color del campeón

Se antoja imposible resumir en unas líneas, en unos párrafos, los grandes partidos que se han disputado sobre el césped de La Romareda. La famosa promoción contra el Murcia, el imponente 6-1 al Real Madrid en la Copa del Rey, las semifinales de la Recopa frente al Chelsea y su celebérrimo ‘peace and love’, el 8-1 al Espanyol con cinco goles de Pichi Alonso, las goleadas de Los Magníficos, las tardes inolvidables de los Zaraguayos…

En 1991, La Romareda presenciaba uno de esos partidos bisagra, uno de esos momentos que cambian la historia de las entidades deportivas. Tras una mala temporada, el Real Zaragoza se jugaba su permanencia en Primera División en una promoción frente al Murcia. En la ida, empate sin goles en La Condomina. Todo por decidir en la vuelta. «Mucho más importante que la final de París fue la promoción de descenso con el Murcia. Si hubiéramos perdido con el Murcia, nunca habría llegado la final de la Recopa con el Arsenal», reconocía Xavi Aguado hace unos años. «Sin duda, el partido de vuelta ha sido el más importante de mi vida. Luego, hubo éxitos; pero todo arrancó allí», agregaba.

«Hubo mucha suerte en La Condomina. El Murcia fue muy superior. Pudo ganar. Incluso, golearnos. Aquino falló lo que no está en los escritos. Yo también tuve fortuna y salvé algunos balones muy difíciles. Al final, empatamos a cero. Nos lo jugamos todo en la vuelta, en La Romareda. El Real Zaragoza y su afición, frente al destino. Les ganamos 5-2. Fue maravilloso», rememoraba Andoni Cedrún.

Después de la promoción ante el Murcia llegó una de las épocas más brillantes de la historia del club, con la Quinta de París, que conquistó la Recopa de Europa en el Parque de los Príncipes. Por el camino, un 6-3 en liga al Barcelona de Cruyff con doblete de Esnáider (una tarde en la que 20 aficionados resultaron heridos tras romperse una valla y caer al foso) o un imponente 3-0 al Chelsea en las semifinales europeas, con otro doblete del delantero argentino. Aquel día, mientras un atacante inglés se dolía en el suelo tras un golpe, la grada coreó el clásico «Písalo, písalo», un cántico que los hooligans londinenses interpretaron como «Peace and love» (paz y amor), a lo que respondieron, atónitos, con aplausos.

Más reciente es el 6-1 que, en 2006, le endosó al Madrid el Zaragoza de Zapater, Cani, Ewerthon o los Milito. En aquella edición de la Copa del Rey, que terminaría perdiendo ante el Espanyol en el Santiago Bernabéu, los aragoneses tumbaron por el camino al Atlético de Madrid y al Barcelona. Aquel 6-1 fue una goleada sonada, amplificada por la entidad del adversario, pero sin embargo no fue la más abultada que ha presenciado La Romareda en sus 60 años de historia.

El estadio aragonés ha visto hasta en dos ocasiones a su equipo golear por 8-1. La primera fue el 25 de febrero de 1979 frente al Espanyol, con Pichi Alonso, autor de cinco goles, como gran protagonista. Aquella es la única vez que un jugador del Zaragoza ha anotado cinco dianas en un mismo encuentro oficial. Los otros tres goles los marcaron Lasa, Juanjo y Amorrortu. En octubre de 1987 fueron Rubén Sosa, Juan Carlos y Mejías, con un doblete cada uno, los héroes del 8-1 que el Zaragoza le metió al Sevilla.

Anteriores en el tiempo, las gestas de los Zaraguayos o los Magníficos, como aquel partido de desempate contra el Liégeois belga, en el que el Zaragoza certificaba su acceso a la final de la Copa de Ferias. Los Yarza, Santos, Isasi, Lapetra, Marcelino o Canario conseguían lo que parecía imposible: el Real Zaragoza disputaría una final europea. «En la historia zaragocista, llegar a este logro es ver cumplido un viejo ideal, ver convertido en realidad un viejo sueño. Es alcanzar otro hito de los que pareció imposible que se pudiera lograr nunca», subrayaban las crónicas de la época.

La historia de La Romareda está plagada de partidos y equipos inolvidables. 

Un tapete para los más grandes

La Romareda ha disfrutado durante estos 60 años de los grandes mitos del zaragocismo y, por el camino, ha podido degustar también a los mejores futbolistas de la historia. En La Romareda han jugado todos los jugadores más laureados del balompié: Pelé, Maradona, Messi, Di Stefano, Cruyff, Cristiano Ronaldo… sin olvidar a figuras de talla internacional como Puskas, Uwe Seller (se retiró aquí), Frank Lampard (padre), Marco van Basten, Frank Rijkaard, Shilton, White, Buffon, Ronaldo Nazario, Nesta, Zanetti, Nedved, Cannavaro… La lista podría ser casi interminable.

Curiosa es la historia de Pelé y La Romareda. El Santos brasileño tenía previsto regresar a Brasil tras disputar el trofeo Ramón de Carranza, en el que iba a finalizar la gira de despedida de Pelé por Europa. Era 1974 y el astro brasileño, de 34 años, había dejado la selección con tres títulos mundiales a sus espaldas. José Ángel Zalba, presidente en aquella época, se puso en contacto con el Santos a través del Cádiz, con el que mantenía excelentes relaciones. «Desde el principio les agradó la iniciativa y me consta que Pelé fue uno de los que más apoyaron la idea y más facilidades pusieron. Él tenía mucho interés en despedirse en Zaragoza, creo que fue porque era muy religioso y conocía la Virgen del Pilar, que es la patrona de la Hispanidad», recordaba Zalba el año pasado.

«También nos ayudó que en aquella época época el Real Zaragoza era uno de los mejores equipos de España. La temporada anterior habíamos quedado terceros y esa, la que vino Pelé, finalizamos segundos con los Zaraguayos», aseguraba Zalba. «Fue un gran acontecimiento para la ciudad. Pelé llevaba jugando 20 años y ya formaba parte de la historia del fútbol. Fue un día de fiesta«, rememoraba el expresidente.

Zalba le entregó a Pelé una talla de la Virgen del Pilar en una tarde en la que Santos Ovejero, que debutaba como defensa del Zaragoza, rompió uno de las porterías, momento que aprovecharon los aficionados de Zaragoza para acercarse al mito y compartir unos momentos con él. Otra imagen entrañable sobre el tapete de La Romereda.

También para la historia quedará la fotografía de Diego Armando Maradona sobre el césped de La Romerada con la camiseta de Boca Juniors en 1981. Junto a él Trobbiani, el chino Benítez, Casuco y un mono. El Pelusa, con todavía 21 años, permaneció menos de 20 horas en Zaragoza y la mayor parte de ellas las pasó durmiendo. Maradona no se desplazó junto al resto de sus compañeros en autobús, si no que llegó en un coche particular desde Barcelona, donde había estado grabando unos anuncios televisivos. Pese a estar solo unas horas en la ciudad, HERALDO DE ARAGÓN logró compartir unos minutos con él. «No soy el mejor. Mi próxima meta es ser campeón del Mundo con Argentina”, aseguraba aquella tarde. Cinco años después, Maradona se coronaría campeón y rey de Argentina en el Mundial de México.

Antes de ser campeón del mundo, Maradona volvió a pisar La Romareda con la camiseta del Barcelona para ganarle al Real Madrid la final de la Copa del Rey de 1983.

También Alfredo Di Stefano jugó en el estadio zaragozano. Incluso marcó un gol en una semifinal de la Copa de Europa. Era la temporada 1958-1959 y el Real Madrid y el Atlético de Madrid se disputaban un puesto en la final. La eliminatoria terminó en empate (1-0 y 2-1, entonces no se aplicaba el criterio del valor doble de los goles fuera de casa) y el partido de desempate se jugaría en Zaragoza. Con goles de Puskas y Di Stéfano, el Madrid venció 2-1 al Atlético de Madrid y conquistó semanas más tarde, frente al Stade de Reims, su tercera Copa de Europa consecutiva.

Como Di Stéfano, Johan Cruyff pasó por La Romareda como jugador y como entrenador. Del Barcelona y del Ajax. Con los holandeses, en la Recopa del 87, ganó 2-3 al Zaragoza en uno de los partidos que los aficionados recuerdan con mayor asombro. El fútbol total del Ajax de Cruyff aterrizó en España a través del estadio aragonés.

Por supuesto, Messi y Cristiano Ronaldo, las dos últimas figuras del fútbol mundial, han jugado sobre el césped de La Romerada. De hecho, el argentino le marcó al Zaragoza en 2010 uno de sus goles favoritos, dejando atrás con un eslalon de fantasía a Ander Herrera, Jarosik y Contini. La estirada de Roberto solo aumentó la plasticidad de la jugada.

Los grandes jugadores de la historia han jugado en La Romareda. 

Escenario internacional

Refugio del zaragocismo, La Romareda ha sido durante estos 60 años mucho más que la casa del Real Zaragoza. El estadio aragonés ha servido como sede de un Mundial de fútbol, unos Juegos Olímpicos (también en la disciplina futbolística) y tres finales de la Copa del Rey, eventos de primer nivel que escogieron Zaragoza y su estadio para exhibirse al mundo.

En el Mundial del 82, el estadio aragonés fue la sede de tres encuentros, todos ellos correspondientes al quinto grupo, en el que estaba encuadrado la selección española. Eso sí, España no llegó a jugar en Zaragoza. En La Romareda se disputaron un Yugoslavia 0-0 Irlanda del Norte, un Hondurdas 1-1 Irlanda del Norte y un Honduras 0-1 Yugoslavia. El evento generó una gran expectación en la ciudad, que recibió la visita del entonces presidente de la FIFA, Joao Havelange, para inaugurar oficialmente La Romareda como estadio mundialista. Durante su estancia, el máximo mandatario de la FIFA fue recibido por las autoridades en el Ayuntamiento y visitó El Pilar.

Sin embargo, que no jugara España no impidió a los zaragozanos disfrutar de los partidos e, incluso, apoyar a un equipo. «Ambiente impresionante es el que se respiraba ayer en La Romareda. La mayoría, por no decir todos, los aficionados aragoneses estaban con la selección de Honduras. Cada vez que sus jugadores se acercaban a los dominios de Pantelic, La Romareda se enardecía en el afán de que los hondureños consiguieran algún gol», apuntaban los cronistas del HERALDO DE ARAGÓN en sus páginas. A pesar de los ánimos, Honduras quedó apeada del Mundial en la primera fase.

Justo una década más tarde, en el 92, La Romareda acogió siete encuentros de fútbol como subsede de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Por Zaragoza pasaron selecciones como Polonia, Kuwait, Estados Unidos, Dinamarca, México, Ghana, Australia o Paraguay. Lejos de las multitudinarias cifras de asistencia del Mundial ’82, en las que se superaron ampliamente los 20.000 espectadores, los encuentros de fútbol de los Juegos Olímpicos despertaron un menor interés en los seguidores aragoneses.

Sí que presentó un lleno hasta la bandera en las tres finales de la Copa del Rey que acogió. La primera fue un Barcelona-Real Madrid en el 83, en el que los catalanes se impusieron con un gol de Marcos en el tiempo de descuento. El Rey Juan Carlos I entregó al capitán del Barcelona, Sánchez, el trofeo de campeón. Sobre el césped, Migueli, Schuster o Maradona para los blaugranas y Camacho, Juanito o Santillana para los blancos.

Cuatro años más tarde, La Romareda volvía a ser el escenario de una final trepidante, en esta ocasión entre la Real Sociedad y el Atlético de Madrid, presenciada por 40.000 espectadores. Después de empatar a dos durante los 90 minutos y superada la prórroga, el partido se decantó en los penaltis a favor de la Real, que conquistó en La Romareda su primer título de Copa, sucediendo al Zaragoza como campeón.

La última final de Copa del Rey disputada en Zaragoza fue hace ya 21 años, en 1996. El Atlético de Madrid, que aquella temporada conseguiría el doblete, se impuso 1-0 al Barcelona con un gol de Pantic en la prórroga. La Romareda, una vez más, colgó el no hay billetes.

En La Romareda se han disputado tres finales de la Copa del Rey, un Mundial y unos Juegos Olímpicos.

Rock & gol

No solo de partidos de fútbol inolvidables ha gozado La Romareda. El sexagenario estadio también ha sido escenario de eventos culturales y deportivos que han congregado en sus gradas y sobre su césped a millares de personas. Desde mediados de los 80, ha sido marco de conciertos multitudinarios, ya que era el lugar más amplio y propicio para recibir a los grandes iconos de la música internacional. Como a Michael Jackson, que actuó en el estadio en septiembre de 1996 ante cerca de 50.000 personas, entre ellas la Infanta Cristina o la actriz Penélope Cruz. «Un espectáculo del siglo XXI». Un concierto que, los que lo presenciaron, aseguran que nunca olvidarán.

A finales de los 80, desfilaron por el césped del estadio Sting (1988) o Mecano (1989). Antes del cambio de milenio, fue Bruce Springsteen el que hizo las delicias de los espectadores. Más de 33.000, muchos de ellos llegados de diferentes puntos de la geografía española para ver en directo a ‘The Boss’. En un viaje relámpago, Springsteen apenas pasó unas horas junto a su mujer y sus tres hijos en la ciudad, tres de ellas sobre el imponente escenario que se montó en el estadio.

Ya en el nuevo milenio, por La Romareda han pasado artistas de la talla de Alejandro Sanz, Miguel Ríos, Slipknot, Metallica o Héroes del Silencio. Memorable fue la noche heavy que Metallica brindó en 2004 a las 32.000 personas que volvieron a abarrotar el estadio, disfrutando de más de 300.000 vatios de luz y sonido. En 2007, Héroes del Silencio jugó en casa, claro. Quizá eso, y el grito de las 40.000 gargantas presentes, ayudó a Bunbury a terminar el concierto, amenazado de suspenderse al poco de comenzar por un fuerte resfriado del vocalista. En plenas fiestas del Pilar (el concierto fue, de hecho, el 12 de octubre), La Romareda se convirtió el gran epicentro de la noche zaragozana.

Epicentro zaragozano fue La Romareda, de forma inesperada, en una noche de mayo del 60. Zaragoza había conseguido que una etapa de la Vuelta Ciclista a España terminara en el interior del estadio y la expectación era mayúscula, con miles de espectadores abarrotando las gradas del estadio desde primera hora de la mañana. Sin embargo, los ciclistas, que debían recorrer 264 kilómetros entre Guadalajara y Zaragoza, se tomaron la jornada de relax. ¡Nueve horas tardaron en llegar! El pelotón rodó a una media de 28 kilómetros por hora y llegó con más de tres horas de retaso al estadio, donde los aficionados les recibieron con silbidos, almohadillas al viento y protestas de todo tipo. El belga De Cabooter se proclamó vencedor de esta atípica etapa.

Multitudinaria, y mucho menos accidentada, fue la visita del Papa Juan Pablo II, que pisó el césped del estadio y bendijo a los zaragozanos el 6 de noviembre de 1982. Fue su acto más popular en la visita oficial a la ciudad.

La Romareda ha sido escenario en las últimas décadas de multitudinarios conciertos.

Textos: Dani Álvarez
Fotografías: Archivo Heraldo de Aragón
Documentación: Mapi Rodríguez y Elena de la Riva
Diseño y programación: R. Torres y S. Berdejo
Agradecimiento: A Alejandro Ginovés, por su zaragocismo