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Tres generaciones de regantes: "El agua ha sido la salvación de los Monegros"

La familia Viñuales Puyalto representa a agricultores emigrados desde la montaña a los pueblos de colonización para labrarse un futuro mejor.

Borja Viñuales y su abuela Eugenia, en una de sus fincas de regadío en Sodeto. Detrás, sus padres, Marisa y Francisco.
Borja Viñuales y su abuela Eugenia, en una de sus fincas de regadío en Sodeto. Detrás, sus padres, Marisa y Francisco.
Verónica Lacasa

El largo viaje por el Cinca concluye en los Monegros y otras comarcas del sur. A 100 kilómetros del valle de Pineta, los caudales de este río y del Gállego han creado el mayor sistema de regadío de Europa. El agua de la montaña ha sido y es sustento para tres generaciones de agricultores, como la familia Viñuales Puyalto. "La salvación para los Monegros y para buena parte de las provincias de Huesca y Zaragoza", coinciden abuelos, hijos y nietos de esta saga que emigró desde la montaña a las áridas estepas monegrinas, donde antes de llegar el agua se decía que el cemento de las casas lo habían amasado con vino.

Eugenia Lanau, de 95 años, emigró en los 60 desde los Molinos, en la Peña Montañesa, a Sodeto. Cambió el trabajo en los campos de secano de la agreste montaña por las mejores condiciones que ofrecía la agricultura de regadío en los llanos del sur. Las aguas del río que ella divisaba desde su pueblo iban a servir para alimentar las tierras que recibieron en un pueblo de colonización de los Monegros, Sodeto, donde se asentó la familia. Cuando marchó se construía las presas de El Grado y Mediano. Eugenia todavía recuerda la evacuación de este pueblo.

"Tenía cuatro hijas y el trabajo del campo en la montaña era muy duro. Nos dieron un lote de buena tierra, una casa grande, un huerto y el bar. Bajamos a probar y con idea de volver, pero veíamos que cada vez la cosecha era mejor", cuenta en la casa de Sodeto donde aún vive con su hija Marisol Puyalto, que se casó con otros agricultor monegrino, Francisco Viñuales.

Este, ya jubilado, también se mudó, de niño, desde Alberuela de Tubo cuando su padre pidió un lote con 20 hectáreas de tierra y una vivienda. Representa a la segunda generación de colonos. Todavía recuerda los riegos con canaletas y tajaderas, que servían para cultivar alfalfa, cebada, maíz... y hasta arroz. "Para el agricultor es importantísimo tener la garantía del agua, ver los embalses al 80 y al 90% al inicio de la campaña, como están ahora", dice, recordando la incertidumbre por la sequía de los dos años anteriores.

El agua, apostilla su hijo, Borja, también ha llevado la riqueza a otras comarcas, como el Bajo Cinca, el Cinca Medio, la Litera o las regadas por el Canal de Bardenas en Zaragoza. Él es la tercera generación de la familia Viñuales Puyalto, al que con 24 años le tocó dar el relevo y afrontar la modernización y las importantes inversiones que requiere. De la tajadera pasó al riego presurizado.

Desde su nacimiento a la sombra de los últimos glaciares en el valle de Pineta, el río es protagonista de la fiesta de las navatas, antiguo oficio al que han dado el relevo los guías y el turismo de aventura en la zona. Presas, como la de El Grado, completan su paisaje, que culmina en las fincas de regadío de los Monegros, donde el agua ha convertido los secanos en fértiles.
Desde su nacimiento a la sombra de los últimos glaciares en el valle de Pineta, el río es protagonista de la fiesta de las navatas, antiguo oficio al que han dado el relevo los guías y el turismo de aventura en la zona. Presas, como la de El Grado, completan su paisaje, que culmina en las fincas de regadío de los Monegros, donde el agua ha convertido los secanos en fértiles.

El relevo generacional

Borja se hizo joven agricultor y adaptó las fincas. "Ahora solo se parecen a cómo eran antes en el perímetro de la parcela", dice, aludiendo a todas las mejoras introducidas para afrontar una agricultura modernizada, donde se pueden hacer segundas cosechas cuando abunda el agua en los embalses. Él trabaja casi 35 hectáreas, pero los ingresos los debe complementar con una explotación porcina, como muchos regantes, y un trabajo como encargado desde que acabó un grado de Edificación y Obra Civil. 

"Vivir solo de la tierra es complicado. El secano da menos faena y menos gastos, pero de Monegros para abajo este año no cosecharán en muchos sitios. El agua te proporciona seguridad. No tienes que estar pendiente de si llueve", dice, aunque disponer de ella no es la panacea. "Tenemos dificultades para todo, para hacer el cuaderno de campo, para el papeleo, rotación de cultivos…, te vuelven loco. Nosotros somos jóvenes y medio te defiendes, pero si no…".

Unas 10.000 familias como esta viven de la agricultura en las aguas bañadas por el Cinca y el Gállego, pero en todo Aragón son muchas más. Solo las tres grandes comunidades de la margen izquierda, Riegos del Alto Aragón, el Canal de Bardenas y el Canal de Aragón y Cataluña suman unas 350.000 hectáreas, y en la cuenca del Ebro, según el Plan Hidrológico, la superficie regable alcanza las 924.424 hectáreas, de acuerdo con datos catastrales y concesionales. La cifra de riego efectivo es menor, unas 781.361 hectáreas, y aún baja algo más contando solo las sujetas a algún tipo de tarifa o canon por parte del organismo de cuenca.

La modernización ha supuesto inversiones millonarias tanto públicas como de los usuarios. Huesca lidera la inversión del Ministerio de Agricultura en España con 571 millones de euros en las dos últimas décadas. Así, el riego antiguo por gravedad ha pasado del 64,6% en 2004 al 43,5%, según los últimos datos citados en el Plan Hidrológico.

"Con ello puede no producirse ahorro, pues muchas veces y simultáneamente se da una intensificación de cultivos, obteniéndose una mayor productividad, pero por otro lado disminuyen los retornos de riego y con ello la carga de contaminantes que llega a las masas de agua", señala el documento planificador, advirtiendo que también es una agricultura "con mayores costes para el usuario, los propios de la inversión y los de mantenimiento, con una notable incidencia en muchos casos de la energía".

El regadío representa más del 90% del consumo en la demarcación hidrográfica, pero es vital en la producción de alimentos y las rentas agrarias. La aportación del agua a la tierra es evidente: de los 3 millones de hectáreas cultivadas anualmente en la cuenca, aunque solo un 25% están en regadío, representan el 65% del valor económico (5.000 millones) de las producciones agrícolas. La productividad se cifró en 6.265 €/ha, un 15% más que en España.

El cambio climático plantea para la agricultura de regadío un futuro menos incierto que en el secano, pendiente de la lluvia estacional, pero también les afecta la reducción de caudales. El actual Plan Hidrológico del Ebro, vigente para el periodo 2022-2027, refleja una tendencia de disminución de aportaciones medias que en el escenario más pesimista sería del 20% en el 2039, mientras que el más optimista prolonga ese horizonte hasta el 2100.

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