Heraldo del Campo

Campaña de alfalfa: Más producción para olvidar un mal año

Los productores de alfalfa han dejado atrás una de las más complicadas campañas que recuerdan, pero comienza el nuevo año con expectativas "más optimistas".

Cultivo de alfalfa en Aragón.
Cultivo de alfalfa en Aragón.
Rafael Gobantes

Desde comienzos de abril hasta finales de marzo se extiende cada campaña de alfalfa. Eso significa que los productores de forraje deshidratado acaban de iniciar un nuevo ejercicio. O lo que es lo mismo, hace apenas dos meses que han dejado atrás su última campaña. Lo hacen con alivio, porque lo vivido en 2023-2024 ha sido para olvidar.

Con una producción mermada por la extrema sequía, una convulsa demanda nacional y unas exportaciones que palidecían tanto por la incertidumbre de disponer de producto como por problemas coyunturales de los distintos mercados, los productores de alfalfa deshidratada han vivido la campaña más complicada que recuerdan. El presente llega con mayor optimismo. Hay agua, mayor superficie y se prevé un aumento de producción.

La nueva campaña de alfalfa, que comenzó a primeros de abril, ha hecho que los productores recuperen el optimismo. Aunque los cultivos de secano de buena parte de la Comunidad siguen sufriendo los efectos de una demoledora sequía, las lluvias que han llenado los embalses dan esperanzas a los productores de forrajes y a los industriales que los deshidratan y los comercializan por todo el mundo.

La alfalfa deshidratada aragonesa se exporta a los más variados y lejanos países.
La alfalfa deshidratada aragonesa se exporta a los más variados y lejanos países.
AEFA

Hay más superficie sembrada. El cultivo (para deshidratar) se extenderá este año por unas 100.000 hectáreas de toda España. Es un 5% más que en la pasada campaña, según las previsiones de la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa (AEFA), con sede en Zaragoza porque la Comunidad es la principal productora del país. Y si hay un motivo para este avance este podría ser, señala el director de esta organización, Luis Machín, porque estas producciones han demostrado ser más rentables hasta en momentos más críticos.

Hay más agua. Las reservas hídricas son "bastante mayores" que las del pasado año, por lo que "de momento" el sector está confiado en poder disponer del riego necesario para el cultivo. "Además los cultivos de Castilla y León están yendo bastante bien porque el invierno ha sido generoso en lluvias y en nieve", destaca Machín. Un cóctel para brindar porque augura una "buena" producción, como la califica el responsable de AEFA, que podría rondar los 1,3 millones de toneladas.

Las buenas perspectivas para la actual campaña tienen que ver también con los mercados. "Estamos volviendo a coger el pulso en las ventas, recuperando volúmenes más habituales que los del año pasado y alcanzado cifras a las que estábamos más acostumbrados", explica Machín, que confía además en que tanto la demanda internacional, "que parece que se mueve un poquito más", como la nacional, "que sigue su ritmo", sean capaces de absorber la producción prevista y que, con las estimaciones actuales, permitiría calificar la del 2024-2025 como una "buena campaña".

"Uno de los peores años"

Nada que ver con lo vivido y sufrido en el ejercicio anterior. Los productores han dejado atrás una campaña para olvidar. No se cumplieron las peores previsiones –se temía una pérdida del 50% de la producción–, pero la sequía, la incertidumbre respecto a la disponibilidad de producto y el inestable comportamiento de los mercados harán que se recuerde el pasado año como "uno de los más complicados" a las que ha tenido que hacer frente el sector.

"La falta de lluvias y las restricciones en el riego complicaron mucho la producción", explica Machín. Se obtuvieron 980.906 toneladas (el 61% de ellas en Aragón), lo que supone un descenso del 22% si se compara con la registrada en la campaña precedente. Y eso que las precipitaciones dieron un respiro, porque si bien en los primeros meses del año se temía perder la mitad de la cosecha, en junio las lluvias regaron los cultivos (y mejoraron la situación de los embalses) permitiendo una recuperación de la producción.

Las previsiones de AEFA apunta a que en esta campaña la producción alcanzará las 1,3 millones de toneladas

"Una de las ventajas que tiene el forraje es que aunque el agua llegue en un momento en el que para otros cultivos ya no hay marcha atrás, la alfalfa crece cada vez que hay precipitaciones y se puede volver a cortar", detalla Machín. No exige, además, demasiados gastos, por lo que, en opinión de AEFA, "es un buen cultivo en circunstancias tan complicadas como las que hemos vivido y aunque ha habido una merma notable se pudo recoger un 25% más de lo que se esperaba a comienzos de campaña".

La sequía provocó una menor disponibilidad de riego para los cultivos y ante tales expectativas la superficie dedicada al forraje se desplomó. Lo hizo en todas las comunidades productoras, especialmente en las dos Castillas, con un descenso del 35%, si bien Aragón aguantó el tirón protagonizando el menor retroceso (-17%).

"El arraigo de este cultivo en Aragón es muy grande. Es una Comunidad muy alfalcera y al agricultor le gusta este cultivo. Todo eso se nota en las cifras", señala Machín, que recuerda que existen además otros factores que explican el menor retroceso de este cultivo en la región. "Si comparamos con Cataluña, Aragón ha tenido cierta disponibilidad de agua en los primeros cortes y además se pudo regar en cuanto llegaron las lluvias en junio", matiza, para destacar a renglón seguido las dificultades con las que han tenido que lidiar los productores catalanes de la comarca del Segre, que incluso tenían prohibido el riego.

Con menor producción, ya se auguraba que las industrias no lo tendrían fácil. Inquietaba la falta de producto para servir a los mercados, pero también el incremento de costes que supone contar con una cosecha tan mermada y la dificultad para trasladar ese aumento a los precios.

"Ha sido un año muy complicado desde el punto de vista comercial", puntualiza el director de AEFA, con dos situaciones muy diferenciadas, a las que el sector no ha tenido más remedio que adaptarse.

Como no sucedía desde hace años, la demanda interna entró en pánico cuando en los meses de primavera, y ante la ausencia total de precipitaciones, los ganaderos comenzaron a inquietarse ante la posibilidad de que no hubiera todo el alimento necesario para sus animales. "Se produjo una gran psicosis", explica Machín, que detalla que entre abril y junio toda la producción de alfalfa deshidratada tuvo como destino el mercado nacional, "donde se ha vendido muchísimo más que otros años".

La travesía por el exterior

No fue tampoco fácil responder al mercado internacional. El escenario era muy distinto al que se lidiaba en España, pero las dificultades no eran menores. En los mercados asiáticos, los principales clientes, la demanda de forraje deshidratado se resentía por los bajos precios de la leche en países como China, Japón o Corea, en los que los ganaderos reclamaban menos producto internacional por el alto precio que habían pagado el año anterior por el altas cotizaciones de los forrajes de importación.

"En los precios ha habido mucho vaivén y bastante diferencial entre la exportación y la venta nacional con lo que ha sido difícil hacer una lectura del mercado y saber cuándo, cómo y cuánto vender", afirma. Hay más. El castigo de la sequía durante los primeros meses de la campaña pasada hizo que fuera muy difícil cerrar contratos porque los industriales no sabían si iban a tener la cantidad suficiente para suministrar a sus clientes.

"En la pasada campaña, las industrias tomaron una posición conservadora en las ventas porque no te puedes arriesgar a ofrecer un producto no sabes si vas a tener"

"Las industrias tomaron una posición conservadora, porque no te puedes arriesgar a ofrecer un producto que no sabes si vas a tener, por lo que algunos contratos a largo plazo no se pudieron formalizar", explica.

Y aunque la campaña terminó a finales del pasado mes de marzo y todavía no están cerradas las cifras definitivas de las exportaciones, las ventas realizadas a diciembre de 2023 dan buena cuenta del complejo año por el que ha transitado un sector con destacada presencia en los más exóticos y lejanos países.

El resultado de tan convulso escenario está en los datos. España comercializó en 2023 un total de 652.537 toneladas de alfalfa deshidratada. La cifra es inferior a lo que está acostumbrado el sector porque no hubo prácticamente ni un mercado que no se apuntara descensos en sus compras. Algunos de ellos hasta de un 50%. Así sucedía en Emiratos árabes, que durante los últimos años ha sido el principal cliente para los forrajes españoles. Mucho se ha hablado de los motivos que explican la caída de la demanda y aunque Machín confía en que la situación se reconducirá, reconoce que las exportaciones hacia aquel país han cambiado de tendencia.

Los bajos precios de la leche en China, pero también en Japón o en Corea, terminaron por impactar en las ventas españolas. Con menores ingresos, los ganaderos del gigante asiático optaron por el forraje autóctono y la demanda se quedó en poco más de 40.000 toneladas.

Lo sufrido por el sector forrajero en el mercado chino no es privativo de España. Lo vivió en propias carnes Estados Unidos, el principal país productor y exportador, que durante la pasada campaña comercializó en el gigante asiático un 40% de lo que suele vender en un año normal. "Es una situación global, generada también en parte por el proceso de inflación tan fuerte que ha marcado los años 2022 y 2023", detalla Machín. Un escenario de elevados precios, matiza, que ha afectado especialmente a China "porque además este país lleva otro ritmo, ya que fue el último país en salir de la covid y eso está impactando en la evolución de su economía".

El europeo también es un mercado importante para la alfalfa española. Especialmente Francia, que, sin embargo, el pasado año tuvo un comportamiento "flojo". Hasta allí viajaron en 2023 casi 14.000 toneladas de forraje deshidratado, sobre todo en pelets, una cifra sensiblemente inferior a la habitual. El motivo no es otro que su propia producción. El país vecino tuvo una "gran cosecha de alfalfa a un precio bastante competitivo", destaca Machín, que confía en que en esta campaña estas ventas "vuelvan a la normalidad".

La nueva campaña comienza con mejores expectativas y con la mirada puesta especialmente en los mercados orientales. De hecho, AEFA ya cuenta con un calendario para promocionar la producción de sus asociados en Asia y el Sudeste asiático, con visita incluida de importadores de Corea –uno de los mayores demandantes de forrajes del mundo–; con incursiones en Jordania –donde se quiere recuperar e incrementar la ventas– y con presencia obligada en ferias de referencia como la que se celebra en Arabia Saudí, un mercado más que "como todos los años se ha comportado bien", afirma Machín, que confía en mantener estas ventas porque "aunque es un mercado complejo, las grandes empresa del país valoran el forraje español".

Los contras y los pros

La producción de alfalfa y sus exportaciones también tiene otros pros y contras. Los ataques de grupos hutíes que operan en Yemen a barcos de mercancías internacionales en el mar Rojo también han asestado un duro golpe a las exportaciones de alfalfa, una producción en la que España –con Aragón a la cabeza– es líder europeo y de la que el 80% tiene como destino los mercados internacionales, entre los que sus primeros y mayoritarios clientes son los países de Oriente Medio y Asia, hasta donde llegaban a través del canal de Suez en Egipto. La obligación de optar por una ruta alternativa que bordea África por el océano Atlántico para atravesar el cabo de Buena Esperanza supone tiempo –el viaje dura unos 20 días más–, pero también más dinero, un coste "inasumible" por el alza de los fletes.

Hay, sin embargo, motivos para el optimismo con la nueva Política Agraria Común. Desde la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa Deshidratada se muestran confiados en el impulso que la nueva Política Agraria Común (PAC) tendrá para el cultivo de forrajes, cuya superficie podría ir incrementándose al calor de los incentivos que proponen los llamados ecorregímenes. "Una vez que se han entendido las claves de la nueva PAC y cómo hay que gestionar las explotaciones, creo que va a favorecer el cultivo de alfalfa en España", asegura su director, Luis Machín, que insiste en que la obligatoriedad de introducir especies mejorantes en el ecorrégimen relativo a la rotación de cultivos, puede beneficiar a la alfalfa por su condición de leguminosa forrajera. Además, señala, esta producción ofrece ventajas para la rotación de cultivos porque es "un fijador de nitrógeno atmosférico y mejora muchísimo la estructura del suelo", añade.

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