Por
  • Javier Hernández García

Líder o liderazgo

Líder o liderazgo
Líder o liderazgo
Pixabay

Nos decía Séneca que "no hay viento favorable para el que no sabe dónde va", y en nuestra España de hoy estamos viviendo quizás esa falta de destino (proyecto dirán algunos), que hace que nos entretengamos con las personas sin mirar sus obras, cuando las hay, que no es siempre.

Y uso quizás erróneamente el termino personas, pues la actual coyuntura política y social nos está llevando a que se deje de lado el grupo, el equipo, para centrarnos en el individuo, y que este se vista de eso tan poco constructivo como es ser el líder único, insustituible, y aún peor, un líder carismático, casi mesiánico, que anteponga su aura personal al objetivo común.

No seré yo quien diga que no hace falta el liderazgo, pero viendo al mismo en la correcta perspectiva. Y se me permitirá que coja prestado lo que bajo ese epígrafe señala el artículo 54 de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, cuando dice que quien ejerce el liderazgo ha de procurar conseguir el apoyo y la cooperación por el prestigio adquirido con su ejemplo, preparación y capacidad de decisión. Qué pocas veces valoramos hoy día estas cualidades, y qué poco se buscan, ni aun se pretenden acreditar por aquellos que deberían ostentarlas, quienes ansían dirigirnos.

La política española se apoya excesivamente en el líder, a veces carismático, en lugar de buscar una capacidad de liderazgo basada en la cooperación y el buen ejemplo

Cuando hoy día triunfan socialmente, en ámbitos tan distintos como la empresa o el deporte, los proyectos basados en los equipos, en la puesta en común de habilidades distintas y cooperativas, en ese extraño mundo que es la política, que parece cada vez más vivir al margen de los ciudadanos y sus necesidades, es alrededor del líder como gira todo. Si él falla, nada se puede hacer y el grupo entra en ‘shock’, y si se fue, debe volver pues sin él todo carece de sentido y hay que salir a rogarle que no nos deje desamparados, sin él no somos nada.

Si empezaba con el estoico sabio romano, que acabó suicidándose antes que aceptar someterse a Nerón –eso sí, lo hizo con la dulce muerte de cortarse las venas en una bañera caliente–, terminaré con Churchill, famoso tanto por sus éxitos como por sus fracasos (su época como primer lord del Almirantazgo en la I Guerra Mundial es mejor no mencionarla), y lo hago desde el deseo de que la cita del a la postre triunfador premier británico en la segunda gran guerra no sea un reflejo de lo que está viviendo este país, cuando dijo que "el éxito consiste en poder ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo", y es que el entusiasmo de alguno para ser líder parece requerir de cierto tiempo de reflexión.

Javier Hernández García es jurista y militar

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