TARAZONA Y EL MONCAYO

Un dance y una misa baturra para inaugurar la restaurada ermita de Samangos

Las obras de recuperación del templo concluyeron el pasado mes de febrero, tras años de abandono.

Los danzantes bailaron ante la ermita de Samangos.
Un dance y una misa baturra para inaugurar la restaurada ermita de Samangos
NORA BERMEJO

Decenas de vecinos y descendientes de Grisel inauguraron ayer la ermita de Samangos, que la localidad acaba de recuperar tras una completa rehabilitación y tras permanecer muchos años en un estado de abandono.

La jornada comenzó con un almuerzo y después los danzantes del pueblo, miembros de la asociación cultural La Diezma, bailaron el paloteao en Samangos. "Es la primera ocasión en la que el dance de Grisel se baila en la ermita. Creemos que era un día especial y merecía la pena romper un poco la tradición", confirmó Manolo Lozano, de La Diezma.

La idea inicial de los danzantes era volver con la procesión paloteando por el camino, pero la lluvia de los últimos días lo dejó completamente embarrado. Tras el paloteao, se celebró una misa baturra en la ermita con la rondalla 'Los Amigos'. El templo, de reducidas dimensiones, se quedó pequeño para todos los asistentes.

Las obras de rehabilitación de la ermita concluyeron en febrero. Se consolidaron todos los muros, se saneó el suelo, la techumbre y se colocaron unos conductos de aireación para evitar humedades. Además, se reconstruyó con pan de oro el altar. El pequeño templo es el último resto del poblado de Samangos, completamente des- habitado desde 1610. "En su origen era una mezquita ya que este era un lugar habitado por moriscos y practicantes musulmanes", dijo Lozano.

Cada 23 de abril, Grisel conmemora un acontecimiento ocurrido a finales del siglo XVI. Aproximadamente en 1590 los moriscos de Samangos se fueron a vivir a Grisel, "pero el cabildo catedralicio de Tarazona les obligó a volver al poco tiempo porque el traslado suponía una merma importante en sus ingresos", recordó Manolo Lozano. Los habitantes de Grisel salieron a despedirlos como muestra de cariño, con comida y bebida para el camino, y ese hecho es lo que se recuerda cada 23 de abril, por lo menos desde 1889, que es de cuando data la primera constancia documental de esta celebración.