CAMPO DE DAROCA

El antes y el después de Anento

En los últimos años, este pequeño pueblo no solo ha luchado contra la despoblación, sino que ha renovado totalmente su aspecto. El municipio ha pasado de tener un 60% de edificios en ruina a contar con tres casas rurales, un albergue y un restaurante.

Anento se suma a la Red de Pueblos más Bonitos de España
El antes y el después de Anento
ENRIQUE CARTIEL

La plaza del Pilón. Entre la imagen de arriba y la de abajo han pasado 22 años. La oficina de turismo ocupa ahora parte de esta plaza. Al fondo están las antiguas escuelas.

Hace treinta años había once habitantes empadronados, aunque solo vivían dos durante todo el año. El 60% de las casas estaban en ruina, la iglesia se encontraba a punto de caerse, la luz todavía era de 125 watios y el agua corriente empezaba a llegar a las casas. Ahora, hay 136 vecinos censados, viven seis niños, la iglesia está restaurada, hay una tienda, una oficina de turismo, un albergue municipal, un restaurante y tres casas rurales. Es el antes y el después de Anento, un pequeño pueblo de la comarca de Campo de Daroca que pone algo de luz en los negros datos sobre la despoblación del medio rural aragonés.

Con ayuda de las subvenciones y utilizando el ingenio donde no llega el dinero, Anento ha pasado de tener vida unos pocos días al año a consolidar cada vez más población y dar un fuerte impulso al turismo en la localidad.

Enrique Cartiel es su alcalde desde hace 23 años y durante mucho tiempo fue uno de los dos únicos vecinos del pueblo. "Lo primero que hicimos al llegar al Ayuntamiento fue arreglar el archivo y aprobar la delimitación de suelo urbano", comenta. A partir de ahí comenzaron a restaurarse viviendas siguiendo determinados criterios urbanísticos: la parte baja es de piedra y el resto en tapial. "Ahora, solo quedan dos o tres solares sin arreglar", añade.

El Ayuntamiento, como todos los de su tamaño, apenas dispone de recursos propios. Por eso, las subvenciones de fondos europeos, de la comarca de Campo de Daroca y de la Asociación para el Desarrollo Rural Integral (ADRI) de Campo de Daroca y el Jiloca han sido claves para que se haya producido esta transformación.

Pero también la colaboración vecinal ha sido muy importante para sacar adelante numerosos proyectos. Desde la creación de la página web del pueblo, que fue el proyecto de fin de carrera de una estudiante, a la atención en el albergue o la oficina de turismo, de lo que se encargan de forma desinteresada algunos vecinos.

El arreglo de muchas calles, por ejemplo, lo ha llevado a cabo la brigada municipal. "De esta forma nos ahorramos gastos en general y nos evitamos el beneficio industrial", matiza el alcalde. Además, en la pavimentación de las calles, cada uno ha aportado su granito de arena, ya que cada vecino debe pagar una parte proporcional según los metros de fachada de los que dispone.

"No tiene nada que ver el pueblo de ahora con el de antes", asegura Cartiel. De hecho, dice que mucha de la gente que abandonó la localidad durante el éxodo rural de los sesenta y que ha vuelto después lloran de alegría al ver el cambio. Una transformación que el Ayuntamiento mostrará en una exposición de fotografías antiguas y recientes que está organizando.

"Los cambios habrían sido imposibles sin el respaldo de la gente", añade el alcalde, que destaca la colaboración vecinal también en el cuidado de las flores. Pero no solo eso, para Cartiel han sido "años y años de lucha solicitando subvenciones y pidiendo ayudas a unas y otras administraciones".

Las cuevas que en su día se usaron para recoger a los animales han sido ahora rehabilitadas como apartamentos municipales. Uno de ellos está alquilado a una familia inmigrante. La tercera casa rural creada en el pueblo también se abrió después de restaurar una de estas cuevas.

En los últimos años, la localidad ha ganado en servicios. Por un lado, la construcción de la autovía Mudéjar y la salida directa al pueblo coloca a Anento a apenas tres cuartos de hora de Zaragoza. Pero además dispone de un consultorio donde el médico pasa consulta los martes y una pequeña tienda remedio (son los conocidos como multiservicios rurales que impulsa la Cámara de Comercio en colaboración con otras entidades). El colegio, en cambio, no se ha abierto, pero porque los padres de los seis niños prefieren que sus hijos se desplacen a los centros de Báguena y Calamocha (ambas en la provincia de Teruel) donde pueden relacionarse con otros pequeños de su edad, según explica Cartiel.

¿Pero qué queda por hacer? La falta de subvenciones dejó algunos proyectos paralizados, como el frontón, que comenzó a construirse hace casi doce años. La mejora de la carretera hasta Báguena, concluir la iglesia o construir un nuevo ayuntamiento son otras de las obras que están pendientes. También se quedaron a medias nueve viviendas de protección que el Ayuntamiento ha sacado ahora a la venta con el objeto de atraer nuevos vecinos.

Y seguirán apostando por el turismo, en el que creen que está parte del futuro. La última subvención recibida ha sido para el castillo, uno de los atractivos más conocidos del municipio junto al manantial del Aguallueve.

Las cuevas. Muchos de estos espacios excavados en la tierra han sido rehabilitados y ahora son viviendas. Entre estas dos fotografías solo hay dos años de diferencia.

La Rambla. La vía por la que se accede al municipio ha sido pavimentada, tiene aceras, zonas ajardinadas y casas reformadas. La imagen de abajo es de 1981.