GASTRONOMÍA

Zaragoza sabe a mar

Las especialidades culinarias que se preparan con pescados y mariscos rivalizan con la gastronomía autóctona. No solo estamos enamorados de nuestro ternasco. La ciudad también sabe a mar, como lo demuestran los numerosos bares y restaurantes.

Zaragoza sabe a mar
Zaragoza sabe a mar
HERALDO

Los zaragozanos siempre han anhelado el mar: “Zaragoza independiente y con salida al mar”, una frase con sorna pronunciada, por lo general, en contextos festivos. Sin duda, a muchos aragoneses les gustaría que la Comunidad tuviese mar. Somos una región interior, que se pirra por la costa y acude en masa a las playas de las vecinas provincias catalanas. Esa condición de ser una región tan cercana y, a la vez, tan distante del litoral, se refleja en los deseos de muchos zaragozanos, y en no pocos establecimientos de la capital del Ebro.


En Zaragoza, las especialidades culinarias que se preparan con pescados y mariscos rivalizan con la gastronomía autóctona. No solo estamos enamorados de nuestro ternasco. La ciudad también sabe a mar, como lo demuestran los numerosos bares y restaurantes con nombre marino en sus rótulos, o con alguna especialidad difícil de pescar por estas latitudes.


Faenando por el centro de la ciudad, es fácil echar las redes y dar con algunos ejemplos: en la calle Cinco de Marzo, en Zaragoza, encontramos establecimientos como La Mejillonera, El Calamar Bravo (antes en la calle de Moneva), La Mar Salada (que también tiene otro establecimiento en el Actur); en el Tubo han echado el ancla Papamar, La Ballena Colorá y Gamberetti. Mención aparte merece la degustación de anchoas en Bodegas Almau.


No muy lejos de allí el olor a sardinas a orillas del Ebro nos lleva hasta La Flor de la Sierra (San Valero, 8). Las gambas y mariscos de Belanche evocan también el aroma meditarráneo. En la plaza de Santa Marta, no se pueden obviar los guardiaciviles (bocatitas de arenque), la gran especialidad de El Lince.


Los rótulos de los bares tienen sabor salado en la Taberna de los Atunes, (Manifestación, 23), la Casa de Mar (San Andrés, 9), La Casa del Bacalao (Don Jaime I, 4), Restaurante La Mar (Plaza Aragón), La Gamba de Oro (San Pedro Nolasco), El Cantábrico (Paseo de Pamplona), Rías Gallegas (Gascón de Gotor), Escualo (José Pellicer), Moby Dick (María Moliner)... un sinfín de referencias para chuparse los dedos.


Otros establecimientos no poseen un nombre marítimo, pero si reflejan en sus raciones esta querencia: el arroz con bogavante en la Marisquería Azoque; el pulpo a la gallega de O Cachelo, en el Coso Bajo, los boquerones del Amblas y las anchoas del Agustín, en las Delicias; los callos de bacalao en el J3 (Jorge Cocci); las anchoas con hielo picado en el Palomeque (Palomeque, 11), el Gran Venecia en el Barrio de Torrero o el Buñuel en Delicias... un mar de posibilidades. Cocederos de mariscos, como el de Utebo. Incluso una conservera no muy lejos, en Albalate del Arzobisbo, Teruel, donde envasan anchoas, boquerones y otros frutos del mar.


Pero, ¿cuál es el motivo de tanta recurrencia marina en Zaragoza? Tal vez esa proximidad lejana, saber que nuestro río Ebro zigzaguea y se abre camino hasta el mar.Tuvimos playa en el Ebro, la de los Ángeles, y tenemos ahora, en el parque de Luis Buñuel. Hasta Club Náutico, en Echegaray y Caballero. Incluso Mar de Aragón, en Caspe. ¡Por allí resopla!