Pozuel de Ariza: frontera, tren, madera y libertad

Para llegar desde Zaragoza (su capital provincial) a la localidad más occidental de Aragón por carretera hay que pasar brevemente por tierras de Soria. ‘Tiene’ un castillo a las afueras, de hecho, que ya pertenece a Castilla

Señal ferroviaria en Pozuel de Ariza.
Señal ferroviaria en Pozuel de Ariza.
Laura Uranga

En el oeste me encontrarás, cantaban Niños del Brasil. Perfectamente pudo ser un ripio asociado a Pozuel de Ariza, la localidad más occidental de Aragón, muy próxima a la autovía de Madrid en su salida hacia Soria. De hecho, viniendo por ella desde Zaragoza (hay 135 kilómetros) se dobla a la altura de Monreal de Ariza y se remonta unos kilómetros el cauce del Nágima, afluente del Jalón, atravesando brevemente tierras sorianas hasta hacer una reentrada en Aragón poco antes de acceder al casco urbano de Pozuel.

El tren marcó la vida de este municipio hasta hace unos 40 años, cuando la línea Valladolid-Ariza dejó de pasar por allá. Con el tren desaparecieron progresivamente las vías y traviesas. Lo que sí conserva es su parroquia de torre fortificada, que remite a cuitas añejas en zona de frontera, siendo la famosa guerra de los Pedros (siglo XIV) la de más incidencia en la zona. De hecho, todo este rincón es conocido como la zona de la Raya entre Aragón y Castilla, y Pozuel albergó en sus antiguas escuelas (ahora centro cultural) la primera edición de un congreso con esa denominación en abril de 2019.

El ejercicio de darse un paseo por Pozuel de Ariza deja muchas imágenes para el recuerdo. La que acompaña a estas líneas es una de ellas, alusiva al ferrocarril. Otra es el Castillo de la Raya, que ya es soriano, aunque esté a apenas 100 metros de la ermita de Nuestra Señora de la Torre, que administrativamente pertenece a Pozuel y, por ende, a Aragón.

El último mes de abril, el pueblo vivió una gran alegría relacionada con su ermita. Tras años de obras, financiadas por DGAy DPZ con un costo de 130.337 euros (más 18.000 del Ayuntamiento local en el adecentamiento del camino de acceso) se presentó oficialmente la rehabilitación del templo, desacralizado, que cuenta con una joya en las alturas: su techumbre mudéjar en madera, de gran belleza. De hecho, solamente hay otros dos artesonados de ese calibre en los techos de edificios religiosos en Aragón, ambos zaragozanos, situados en la Parroquieta de la Seo (capilla de San Miguel Arcángel) y la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles en el castillo de Mesones de Isuela.

En el pueblo hay una especial sensibilidad hacia temas socioculturales y medioambientales. Este agosto se propuso un taller de cactus y crasas, en el que se explicaba cómo tratar estas variedades botánicas tan llamativas; también se contó con Dune Solanot en la realización de una ‘performance’ sobre ecofeminismo y sostenibilidad medioambiental, así como con un taller analítico sobre personajes de cuentos.

Una tradición arraigada ya en la zona, que atrae a muchos participantes, es el Desafío Alto Jalón. Se trata de una carrera participativa en la que se alían varios pueblos ‘de la raya’ en Zaragoza (Pozuel, entre ellos), Soria y Guadalajara. Su duración total es de tres días, y se trata de correr incesantemente por espacio de 600 kilómetros, con el monasterio de Santa María de Huerta (Soria) como meta. El espíritu es similar al de la antorcha olímpica, aunque sin tea;tramos por relevos, para que haya gente corriendo las 24 horas. Este año no se ha hecho, pero está prevista la próxima edición en 2023.

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