¿Qué oculta Calcena? Ni El Batán, ni Valdeplata, ni el fulgor de su belleza innata

La localidad de la llamada 'cara oculta del Moncayo' es referencia nacional para la escalada en pared y tiene una rica variedad de senderos, además de singulares vestigios de su minería

Puente románico sobre el Isuela en la zona del salto del Batán, en Calcena (Zaragoza).
Puente románico sobre el Isuela en la zona del salto del Batán, en Calcena (Zaragoza).
Laura Uranga

Al otro lado de las Peñas de Herrera, donde el fuego devastador de hace unos días no llegó a golpear, el Moncayo sigue siendo el Moncayo; lo de la cara oculta (buena herramienta de fomento turístico:cosa oculta es cosa misteriosa y, como tal, atractiva desde el primer impacto) empieza a quedarse corto.

Calcena es famosa en la redolada y en buena parte de Aragón por su Calcenada, prueba andariega de más de 100 kilómetros; sin embargo, cada año coge más prestancia en el circuito nacional de escalada en pared, gracias a la infinidad de rutas abiertas por especialistas que viven en el pueblo o las inmediaciones; este factor ha actuado de multiplicador del mensaje entre los treparriscos vocacionales, que cada vez vienen en mayor número a esta y otras localidades de la zona, empezando por Trasobares o la vecina Purujosa.

Dentro de la oferta natural de Calcena destaca igualmente una visita más tradicional: el Salto del Batán, con su puente románico de un ojo sobre el curso del Isuela. Además de solazarse con los hallazgos de antiguos abejares, balsas, yeserías y cuevas, también hay un par de simas notables y un muladar en el límite del municipio con el de Talamantes, pero el Batán es un brinco de agua fresca enmarcado en un rincón de ensueño. Para llegar desde el pueblo andando hay que caminar algo más de tres kilómetros., en dirección a Trasobares, aunque también existe la posibilidades de acercarse con vehículo y aparcar a apenas unos cientos de metros del lugar.

Otra excursión de cine en el municipio es la ruta de las minas de Valdeplata, que va en la misma dirección y apenas se extiende kilómetro y medio más en relación al Batán y sus Pozos Altos. El adecentamiento realizado recientemente limpió senderos y antiguas edificaciones en la zona de la Fundición de las minas, cerradas desde hace algo más de un siglo; además, un juego de pasarelas permite a los más osados llegar a las bocas de mina, monte arriba.

La cita que tampoco perdona nadie en Calcena si no hay restricciones sanitarias de por medio es el paseo hasta la ermita de San Cristóbal; muy bonito, escarpado y manejable por la escasa distancia, aunque haya que poner a trabajar las piernas en la pendiente; son tres cuartos de hora a paso normal que se suben en romería y que en esa jornada tienen el premio de un almuerzo a base de cordero en el destino.

Otro dato para visitantes que hubiera sido aviso para navegantes en la época de los trilobites, si los pterodáctilos no hubiesen arruinado el argumento: Calcena tiene su zona ZEPA de protección de aves, y en ella pueden hallarse desde búhos y águilas reales, a buitres, codornices o mirlos. A pie de monte no falta la cabra montés, el corzo, la garduña, la jineta o el lirón careto.

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