Esconjuraderos: qué son estas construcciones y dónde encontrarlas en Aragón
En la antigüedad, los sacerdotes invocaban a algún santo desde estos lugares para que frenara las tormentas que acababan con las cosechas y el ganado. La mayoría están en el Sobrarbe.
En la antigüedad se creía que las tormentas eran maldiciones del diablo o cosas de brujas para acabar con las cosechas y el ganado. Contra ello, los sacerdotes invocaban a algún Santo en nombre de Dios para que las frenara y salvar así a sus gentes, animales y campos. Para ello, entre los siglos XVI y XVIII se construyeron esconjuraderos, hechas expresamente con este fin y situadas en lugares elevados cerca de iglesias o ermitas. En Aragón, la mayoría de ellas se encuentran en la comarca del Sobrarbe, pero también las hay en La Jacetania, la Hoya de Huesca, el Somontano o las altas Cinco Villas.
Estas construcciones son cuadradas y se caracterizan por estar abiertas, con cuatro puertas en forma de arco de medio punto que apuntan a los puntos cardinales. De esta forma, se podía ver por dónde se acercaban las tormentas y otros fenómenos meteorológicos. Para ganar en visibilidad, se construían incluso en las torres de las iglesias o en promontorios junto a ellas. Bajo su techo se realizaban los rituales para que cesaran las lluvias, el granizo y el resto de inclemencias, así como otras ceremonias y exorcismos para ahuyentar los males que afectaban a la comunidad.
Actualmente, algunos de estos esconjuraderos típicos del Pirineo aragonés han desaparecido pero los que quedan, ya en desuso, se conservan en buenas condiciones. La comarca del Sobrarbe es donde más construcciones de este se pueden encontrar. Las hay en Asín de Broto, Burgasé, Campol, Asín, Guaso, Almazorre, Mediano y San Vicente de Labuerda. Para acercarse a estos lugares únicos, la comarca propone una ruta que, si bien se quiere realizar entera, precisa de vehículo y puede abarcar todo un día.
El comienzo del circuito es el Asín de Broto, en dicho valle, en dirección al de la Solana, hacia la despoblada localidad de Burgasé. Para recorrer esta distancia se proponen dos alternativas que transcurren por pista forestal. Una va desde Fiscal hasta Burgasé pasando por Sasé y Cajol, para la que se recomienda llevar vehículo todoterreno. La otra opción va desde Lacort hasta Burgasé, por Giral, Gere y Castellar, y es más accesible aunque el recorrido es más largo.
La segunda parte de la ruta por los esconjuraderos del Sobrarbe transcurre por la zona central de la comarca, dejando atrás el valle de la Solana. La primera parada es en Guaso, a 15 minutos de Aínsa en dirección hacia el parque de la Sierra y los Cañones de Guara. De ahí, el itinerario continúa en San Vicente de Labuerda, a la misma distancia por la A-138 en dirección a Francia. El Pueyo de Araguás es la siguiente parada, continuando hacia el norte y tomando el desvío hacia Laspuña. De esta forma se puede recorrer la zona de Bajo Peñas para llegar finalmente al destino. Este último tramo se recorre en una media hora y pasa por Ceresa, Fuensanta, San Lorién y Araguás por una carretera secundaria en buen estado.
La ruta de los esconjuraderos del Sobrarbe tiene una última etapa que va desde El Pueyo de Araguás hasta Guaso, pasando por Mediano y Almazorre. La primera parte discurre por la misma carretera que ha llevado al visitante hasta El Pueyo (la A-138) ahora en dirección Barbastro. En este tramo se podrá ver el esconjuradero de Mediano pero sólo cuando el nivel del pantano del mismo nombre esté muy bajo, ya que la construcción suele encontrarse sepultada por las aguas del embalse. El siguiente destino es Almazorre, hasta donde se llega tomando el desvío a la derecha a la altura del mesón de Ligüerre de Cinca.
La carretera es secundaria y poco transitada, y lleva hasta Lamata, Olsón, Eripol y, finalmente, Almazorre y su esconjuradero.
Otros ejemplares en Alquézar y Uncastillo
Aunque Sobrarbe es el territorio aragonés donde más esconjuraderos se conservan, se pueden encontrar en otros lugares. Uno de ellos es Alquézar, uno de los catalogados como Pueblos más Bonitos de España. La construcción se ubica en lo alto de un torreón de la muralla, que fue recrecida en el siglo XVIII para poder albergar el esconjuradero. En la localidad, como en el resto de villas en aquella época, el miedo al diablo y a las brujas en forma de inclemencias meteorológicas hizo que la colegiata contara con sacerdotes dedicados a esconchurar, el vocablo aragonés que significa realizar exorcismos contra el demonio. El ritual implicaba bendecir a diario el territorio y conjurar las tormentas tocando las campanas e invocando a Santa Bárbara, protectora contra rayos y truenos.
En el Somontano de Barbastro hay otro esconjuradero y está en Adahuesca. En este caso, está integrado en la propia iglesia, encima de la sacristía. Una de sus fachadas da al oeste, por donde llegan las tormentas de verano, casi siempre cargadas de granizo. En otros pueblos de la zona, como Castejón del Puente, Colungo o Ponzano, el mismo campanario hacía de esconjuradero.
Otro de estos ejemplos se puede encontrar en Uncastillo. La localidad zaragozana de las altas Cinco Villas cuenta una de estas construcciones con tejado a cuatro aguas sobre un alero de madera. Según algunos historiadores, se podría encontrar otro en Navardún. La Hoya de Huesca alberga dos esconjuraderos más, el de la Cruz Blanca o San Cosme (en Vadiello) y el de la Cruz Cubierta, en el camino hacia la Tejería, ambos en la Sierra de Guara.
A partir de ahora, quienes no quieran que la lluvia les agüe una fiesta pueden hacer algo más. Además de llevar huevos a las Clarisas, pueden probar a subir a uno de estos esconjuraderos y clamar aquello de “Santa Bárbara bendita, trae el sol y el trueno quita”.
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