aragón es extraordinario

Marta y Carlos, la alegría que se cuece desde Mora de Rubielos

Guías de turismo en la localidad (y en la vecina), estos dos jóvenes alegraron el confinamiento severo hace casi año y medio a sus vecinos con su talento para cantar y tocar.

Marta Company y Carlos Casares viven en Mora de Rubielos, el pueblo de Carlos, que nació en Valencia, como Marta, pero vive en Mora desde los dos años de edad, no como Marta, que lleva algo menos de dos años en Mora después de vivir en Valencia; ambos dos han pasado temporadas fuera de Mora y ambos llevan ya un tiempo instalados en ella. Sus respectivas madres se conocían desde la infancia (la de Marta y Carlos) y la actual pareja no se recuerda nada de nada, hasta que un verano las antiguas amigas retomaron el contacto, y la madre de Marta invitó a Carlos y su madre al concierto que daba en Rubielos la orquesta de Marta. Este ‘tricot’ vital tiene a la pareja entrelazada en la bella localidad de la comarca de Gúdar-Javalambre, aunque él trabaja en la vecina Rubielos y ella en Mora… en lo mismo; ambos se desempeñan como guías de turismo.

Marta vino a Mora un par de días antes de que se declarase el estado de alarma; llevaba apenas cuatro meses de relación a distancia con Carlos. "No nos veíamos. Yo soy cantante de profesión y estaba de gira por España con un espectáculo musical, ‘Michael’s Legacy: Tributo al Rey del Pop’, actuábamos cada fin de semana. Carlos trabajaba en las pistas de esquí de Valdelinares y estaba sacándose el título para ser profesor; curraba todos los días de la semana. Yo estaba en la universidad, así que… cuando vimos que se iban a cerrar las fronteras autonómicas, tuvimos que tomar una decisión. Carlos me dijo que no podía bajar a Valencia; de hecho, estaba desconectado de la realidad". "Me pasaba todo el día en las pistas –replica el aludido– y miraba poco las noticias. Habíamos previsto estar diez días juntos en Valencia, porque la nieve se acababa y empezaban las fallas, Marta es fallera y quería enseñármelas desde dentro".

Vídeo de Mora de Rubielos en 'Aragón es extraordinario'

Cuando se dieron cuenta de que sí, que la cosa iba a ser algo más seria, pensaron que sería más llevable una cuarentena en el pueblo. "Fue una decisión desde la ignorancia, asociábamos la gravedad de la pandemia a las ciudades. Mi madre nos acogió los primeros meses; Marta vino con una maletita que tuvo que ampliar comprando por internet, creíamos que serían quince días, y nos dimos cuenta que iba a ser una prueba de fuego. Nunca habíamos pasado tanto tiempo juntos, ni tantas horas al día". "Sin embargo, la suegra fue un encanto desde el principio, Carlos también, y los tres gatos de la casa me aceptaron; mira que me daban miedo antes, ¿eh? Los gatos, digo", explica Marta con una sonrisa.

Prueba superada; año y medio después, siguen juntos. "En los primeros días del confinamiento –apunta Carlos– todos buscábamos cómo pasar el tiempo. En casa de mi madre hay una comunidad de vecinos amplia, y casi todos teníamos salida al patio común trasero; las fiestas comunitarias, cada uno desde su balcón, eran tremendas. Organizábamos el bingo, jugábamos a ‘alto el fuego’… pero estaba claro que iba a ser difícil. Yo no soy muy activo en espacios cerrados, me desahogo más en el entorno natural; Marta se enganchó a las clases de baile por internet. Tras unos días, pensamos en hacer algo creativo juntos, y surgieron las canciones por internet, directos y vídeos; como ella canta tan bien y yo me apaño con la guitarra, fuimos organizando nuestras cosas".

El primer vídeo fue un ‘boom’, y no solamente local. "Subimos uno –explica Marta– y a la gente de los dos lados le gustó, familias y amigos. Luego nos animamos a un directo y también fue bien. Hacíamos canciones que nos gustaban a ambos, muchas conocidas, otras menos. Yo he cantado mucho en orquestas y Carlos tiene un grupo, Bandurrock, que usa bandurrias eléctricas. No paran, este verano tienen unos cuantos bolos". "Nos formamos todos en la banda municipal –remata Carlos– y de ahí armamos una charanga, donde soy percusionista; después apareció Bandurrock. A mi abuelo, que tocaba la guitarra, le hubiera hecho ilusión verme".

Turisteando ando, dijo ella, y lo mismo dijo él;guían, revelan y gozan

Vídeos pandémicos aparte, el matiz turistófilo de ambos tomó forma pronto. Carlos ya se había formado en el sector con un grado años antes. "Salió plaza el verano pasado en el Ayuntamiento –explica Marta– para control de accesos en el castillo de Mora, y luego me preparé también para hacer visitas guiadas. Parece que di el perfil, trabajé en Mestalla en funciones parecidas. Cuando acabó el verano, el alcalde me propuso que me quedase otros nueve meses trabajando, la gira del musical estaba detenida por la pandemia, y bueno... he ido haciendo todo lo posible dentro de mis tareas. De hecho, como Carlos también está trabajando en la oficina de turismo de Rubielos desde el verano pasado, aquí nos hemos quedado y hemos alquilado un apartamento juntos. Muchas veces nos pasamos gente de las respectivas visitas, recomendamos acercarse al pueblo vecino por la tarde después de haberlos recibido por la mañana en el otro, o al revés, y hasta nos mandamos saludos con los turistas".

En el Ayuntamiento de Mora hay plena confianza en Marta, que cuenta con el apoyo de su pareja cuando sea menester, y viceversa. "Sí, naturalmente, echo un cable –explica Carlos– pero ella se lanza sin problemas, muchos creen que es de aquí porque se lo curra. Seguimos con la música en otro plano". "Yo tengo que cuidarme las cuerdas vocales, porque tengo pólipos, pero tienen remedio con logopedia y si fuera necesario, con una intervención. La orquesta pasa factura en estas cosas". "Bueno, y Marta puede tirar para adelante –concluye Carlos– con mejores músicos que yo, claro, ya veremos qué depara el futuro. El presente en Mora está muy bien".

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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