aragón es extraordinario

Mercedes Fuertes, pionera del balonmano y olímpica en Barcelona

La jugadora y técnica de Alfambra fue pionera en la profesionalización de este deporte en España

Cuando se habla de la turolense Mercedes Fuertes en el balonmano español, la palabra pionera viene sola a la mente. No es muy conocida fuera de este ámbito; sus años de gloria en las canchas quedan lejos, pero se trata de una figura venerada en su pueblo natal, Alfambra, y recordada entre los aficionados más añejos en Zaragoza. En Valencia, donde desarrolló casi toda su carrera con resultados triunfales, es una celebridad que reconocen como local. Allá sigue viviendo, pero no se olvida un momento de su procedencia; menos aún al visitarla puntualmente para dar un abrazo a sus familiares después de tanto confinamiento, y atender de paso la llamada de HERALDO.

Mercedes Fuertes superó las 100 internacionalidades con la selección española absoluta. Lo recuerda en la terraza del bar de su hermana Celia, La Coope. "Debuté en la selección española en Holanda, y perdimos; entonces no había muchos goles. Se jugaban pocos partidos internacionales al año; pasé de 100, pero ahora hubiera pasado de 300, tuve una carrera larga. No había mucho interés en las chicas del balonmano: teníamos gente con talento y talante, pero mal aprovechadas".

Mercedes recuerda algunos de los nombres más relevantes de su deporte en aquellos años. "Había grandes jugadoras españolas que marcaron el camino a las 'guerreras' de ahora; Sagrario Santana, Vicenta Cano, Silvia del Olmo, Cristina Gómez... también extranjeras que subieron nuestro nivel en la liga como Natalia Moskova… y bueno, Ángeles Granados, que fue compañera mía en Zaragoza, con ella quedamos segundas en liga. Era una jugadora excelente".

Vídeo de Mercedes Fuertes en Alfambra en 'Aragón es extraordinario'

Las historias de Mercedes en sus inicios emparentan con las oídas tantas veces sobre deportistas españoles surgidos de modo espontáneo, sin los medios y preparación de otros países europeos. "La precariedad era literal. En 1976, por ejemplo, fuimos a Leipzig a jugar la Copa de Europa; era un viaje al otro lado del muro, con una nevada tremenda al llegar. Estuvimos 32 horas en el autobús, que hasta nos sirvió para dormir abatiendo los asientos. Allá nos esperaban unos 'armarios' de tías en la época del dopaje sistemático, les hacían barbaridades en el cuerpo que luego pagaron muchas con terribles problemas de salud… nos pasaron por encima, claro".

Cuando acabó su carrera en la pista, Mercedes probó de entrenadora; ya era un poco la extensión del técnico en la pista mientras jugaba. "Supongo que tenía la visión de los técnicos y técnicas que tuve; me saqué el título, como acabé sacando otros títulos literales y metafóricos; mi generación fue la primera en muchas cosas, supongo. Fui segunda de Cristina Mayo en la selección, buena experiencia; hace falta tener mucha paciencia para ser buena entrenadora. Eso sí, al final nos cansamos de dar mucho y recibir poca compensación".

Barcelona’92

A Mercedes le brillan los ojos al hablar de los Juegos Olímpicos de Barcelona. "Aún me preguntan si me encontré con Jordan en la villa... pues claro, no lo encontré, perseguíamos al Dream Team -ríe- y también al actual Rey de España, que fue abanderado nuestro y competía en vela. Y esa ceremonia de inauguración… recuerdo a Coral Bistuer, la taekwondoka, que lloraba como una magdalena, y a mi compañera de equipo Rita Hernández que salió a pesar de tener un esguince de tobillo; fue una sensación indescriptible, y encima competíamos en casa. Aún se me eriza la piel al recordarlo, el rugido de la gente cuando llegó Epi corriendo con la antorcha, otro aragonés que emigró pronto... tuve la suerte de vivir aquello y poder contarlo".

"Creo que tenía cierta inteligencia en el juego, me las arreglaba bien"

Mercedes se emociona en el trayecto de unas dos horas entre Valencia y Alfambra cuando lleva tres cuartas partes del viaje. Un factor cromático tiene la culpa. "Ya llegando aquí ha sido ver salir los ababoles y entender que llegaba a casa. Estoy feliz en Valencia, pero si pudiera envasar un poco de aire de Alfambra, lo haría; al menos hoy puedo echarme unas bocanadas". Mercedes ha tenido tiempo de pasear por la calle de su antigua casa "que ha cambiado mucho, claro" y hablar con la gente que le iba reconociendo a pesar de la mascarilla, por los andares y algún gesto. También saludó a una joven profesora del colegio local, que aprovechaba para sugerirle que fuera en el próximo inicio de curso a hablarle al alumnado de su experiencia en el deporte profesional, y de la cita olímpica que regresa este verano en Tokio, con lo que eso significará para las ilusiones de muchos pequeños.

Mercedes siempre recuerda sus inicios con cariño. "Empecé en la Laboral con el balonmano; llevo el sello de aquella institución, y no en la cara ni tatuado, ¿eh? En el espíritu. Estoy eternamente agradecida, como buena parte de las chicas de la España profunda; de aquí, por ejemplo nos fuimos muchas becadas. Mi tío era catedrático en Cuenca y me consiguió la beca del Ministerio de Educación y Ciencia; mis padres tenían una fonda y ya sabes que eso es una cárcel abierta en un pueblo, todo el día ahí. Yo cogí otro camino: finalmente fui a la Laboral a principios de los setenta, en Zaragoza, que en lo deportivo funcionaba como una universidad americana, de manera muy especializada".

Mercedes acabó el curso de orientación universitaria (COU, equivalente al actual segundo de bachillerato) en Zaragoza. "Poco después ya me ficharon en Valencia, donde pasé casi toda mi carrera como jugadora. Pude ir al extranjero en una ocasión a jugar, pero no me decidí. En Zaragoza fueron dos años, de hecho empecé Filosofía, pero preferí seguir jugando. Apareció un sponsor para el club de Valencia, el Iber, y ofrecían un contrato decente, así que me fui. Jugué muchos años, me jubilé en 1994, ya medio coja; es un deporte duro, nos cuidábamos peor y nos cuidaban peor, pero funcionó".

La alfambrina fue una buena jugadora en ataque y defensa. Domingo Bárcenas, seleccionador nacional, le decía siempre que dominara a la Agustina de Aragón que llevaba dentro, porque se entregaba al máximo en los partidos. "Creo que tenía cierta inteligencia en el juego, me las arreglaba bien con mi cuerpecito pequeño para las gigantes que encontrábamos por Europa; mi puesto natural hubiera sido el extremo, pero acabé de lateral derecha y central, incluso en el pivote alguna vez".

Llegó un momento en el que Mercedes vio clara la retirada, y no lo dudó. "Pasé a la enseñanza. Ahí también traté de entregarme al máximo; he pasado muchos fines de semana con mi 850 lleno de balones, yendo aquí y allá. Daba Educación Física primero, luego fui trabajando en colegios de la Comunidad Valenciana durante 18 años, y llevo tres meses jubilada a mis 63 años. Aquí no hay tanto hábito del ejercicio, aunque poco a poco va cambiando la cosa entre los padres jóvenes; también es verdad que hemos tenido desde siempre menor desarrollo social y económico que en otros países europeos. Algún achaque sufro: llevo prótesis en la carrera y la rodilla, mi cuerpo ya pedía descanso... pero ojo, no viene de mis años en el balonmano, es más bien un asunto de familia; en mi casa muchos sufrimos de los ancones (caderas). Es verdad que la alta competición machaca mucho, hay que ser fuerte de mente también. Yo recurrí al yoga, pero hasta ahí competía, quería ser la mejor de la clase, y esa no es la idea, hay que relajarse un poco".

Un vagón lleno hasta los topes de ligas, copas, medallas y logros

Mercedes Fuertes Balmaña nació en Alfambra en 1958. A lo largo de su carrera deportiva militó en el Club Medina de Zaragoza, el Balonmano Zaragoza, el Iber Valencia y el Mar Valencia. Su palmarés es impresionante; 15 ligas, 13 Copas de la Reina, 15 participaciones en la Copa de Europa, 110 internacionalidades, 292 goles con España, mejor jugadora de la liga española en la 88/89 y 89/90, seis veces mundialista, plata en los Juegos del Mediterráneo de Split en 1979, medalla al mérito deportivo de la Federación Española de balonmano en 1984. Y la participación en los Juegos de Barcelona, claro.

Mercedes luce orgullosa de su trayectoria, pero como pasa con muchas de las grandes figuras del deporte, está más feliz con la vivencias que con la preseas. "Sí es verdad que tengo un montón de medallas y trofeos, desde los Juegos del Mediterráneo a títulos de liga y una que le tengo mucho cariño, al mérito deportivo en Aragón. También es verdad que algunas medallas no sé ni dónde están; tras la competición te das cuenta de que hay otro mundo, otra forma de vida sin viajes larguísimos, dolores musculares ni fines de semana siempre ocupados, viviendo en tensión. Todo tiene sus pros y sus contras. Siempre peleé para conseguir cosas para las chicas, fui presidenta de la asociación de jugadoras, y busqué buenas condiciones profesionales, nada de intercambios, contratos serios y dignos. Me alegra que esto se haya consolidado".

Mercedes se desconectó un tiempo del balonmano, incluso del televisivo, pero luego fue preparadora, comentarista... hace poco se reunió con sus compañeras olímpicas del 92. "Ahora hay muchas jugadoras de aquí por Europa, y una buena generación que se ha curtido en competiciones de más nivel que la española. Ojalá llegue buena la nueva hornada; nuestras mejores jugadoras van siendo veteranas ya. Silvia Navarro es increíble, pero necesita alguien que la releve cuando decida dejarlo. Hay que prestar mucha atención a la formación de juveniles y júniors, que jueguen y se fogueen pronto".

Artículo incluido en la serie 'Aragón es Extraordinario'.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión