aragón es extraordinario

Fonda Esther, la embajada de cariño que nunca cierra

Tierga tiene con el establecimiento regentado por Esther Laborda varias décadas de tradición hostelera

La Fonda Esther, al pie del cabezo en el que se desparrama el caserío de Tierga, es el negocio de Esther Laborda, su marido Ángel Perales y la hija de ambos, Arancha. Esther encabeza la tercera generación al frente de la fonda tiergana. "Mi abuela Emilia ya tenía la fonda cuando mi hermana y yo éramos pequeñicas. Mi madre, que se llamaba Tomasa, era hija única y se quedó a vivir en el pueblo después de casarse, así que continuó con la labor. Mi hermana también se casó y se fue a vivir fuera; yo también me casé y me quedé con mi madre a llevar la fonda… cuánta boda, ¿eh? Y aquí seguimos, hasta hoy".

Esther lleva "toda la vida trabajando aquí, desde que nací. De jovencicas ayudábamos a mi madre y además tejíamos mi hermana y yo; jerséis y de todo, por encargo. Mis padres compaginaban la fonda con los animalicos… siempre trabajando. No tengo escuela porque no he ido a aprender a ningún sitio, pero de la escuela de la vida sí sé un poco".

Entre semana, la fonda (que tiene zona de bar, restaurante y cinco habitaciones de distintas capacidades) alberga trabajadores de la zona, gente de paso... hay movimiento. "Los trabajadores, técnicos y ejecutivos de la mina Santa Rosa, la gran industria asentada en el municipio, son habituales. También profesores universitarios que vienen a la zona por temas de investigación, y clientes habituales de años, que tienen ganas de venir para que los mimemos un poco… aquí por encargo servimos unos escabechados de muerte, un buen asado de ternasco al horno, cocido completo, un cabrito fritico con ajos verdes para comerlo aquí o para recoger... si me avisan con un poco de tiempo, todo eso; si no, no te vas a ir triste con el menú, siempre cosas sencillas y buenas. La terracica nos ha salvado este invierno pasado con la estufa, además, con las restricciones".

Esther se ríe, porque tiene calados algunos clientes que van a ‘pillarle’ con ciertos requerimientos. "A veces viene alguno y me pregunta que tengo de bote por ahí; a ésos les pido que pasen a mi despensa para inspeccionarla, a ver si ven judías o alguna legumbre de bote; todo de la huerta. Cuando me piden el cocido por encargo para grupos grandes… bueno, ahora para el máximo permitido, pues siempre hago un poco más, porque seguro que alguien se antoja al ver disfrutar a los otros. Ya me lo decía mi madre, nunca hagas las raciones justas. Y las raciones no son pequeñas, tampoco. El fin de semana variamos y ponemos otras cosicas en el menú. ¿Ejemplos? A ver... Judías blancas o pintas con oreja y tocino, carrilladas al vino tinto, conejo, jarretes con alcachofas, natillas con suspiros de clara... vamos variando".

Siempre abiertos

Solo la pandemia cerró la Fonda durante unas semanas. "Si no es por eso, nunca hubiera cerrado. La ropa y los zapatos se me pasan de moda, y es que no salgo, ya ves. Mi hija está al pie del cañón siempre, mi marido lo mismo. Nos motivamos, y si mi hija puede continuar… continuará".

Cuando un lugar tiene algo especial, genera reacciones especiales. Esther se acuerda de un caso muy concreto e ilustrativo. "A los entierros de mis padres acudieron clientes que habían estado hospedados en casa, de toda España y alguno desde el extranjero. Eso te llega al alma. Es un sitio muy familiar, porque así hacemos que sea; la gente me llama para que salga a sala y me cuentan de todo, desde la boda de un hijo a una mudanza a otra ciudad, en fin… en la zona también nos quieren, y de premios no vamos mal –se pone ufana– con reconocimientos de la comarca del Aranda y de otros puntos de Aragón. Otra cosa: aquí nunca vienes tarde, y algo comerás, lo que haya; al mediodía de todo, el resto del día algo inventaremos. Nunca cierro la cocina, porque la dueña no me lo permite. No estamos por amor al arte, pero sí le echamos amor a la faena, a dar buen trato. Otra cosa fundamental: dos horicas después del servicio del mediodía para dejarlo todo como los chorros del oro".

Patear para hacer hambre

Antes o después de reponer fuerzas en casa de Esther, muchos visitantes de la zona que buscan optan por recorrer el sendero GR-90 que enlaza Tierga con Trasobares, la localidad vecina, cada vez más conocida por sus zonas de escalada. El sendero va paralelo al río Isuela, y desde Tierga comienza justo antes del desvío que lleva a Trasobares; ahí se sigue un sendero marcado que desemboca en una pista y cruza el río. Se camina entre cultivos antes de que el trayecto desemboque en senda; se puede admirar un bonito azud antes de cruzar de nuevo el río por un vado y adentrarse en un bosque ribereño y cruzar de nuevo el cauce por otro punto accesible. Luego el sendero sube un poquito, cruza un barranco seco y desemboca en una pista que acaba en Trasobares.

El desnivel acumulado de esta ruta de 6,5 kilómetros no es elevado, 231 metros, por lo que no es osado afirmar que puede realizarla todo el mundo en aproximadamente hora y media. Si se quiere hacer una apuesta más fuerte, hay que seguir el GR-90 desde Tierga en dirección Mesones de Isuela, pasando por varias localidades: Nigüella, Arándiga, Chodes y Morata de Jalón, con un recorrido de 25 kilómetros.

El brazo de Saladino en el Paletón

En el punto más alto de Tierga, el Paletón, hay restos de castillo y un hermoso mirador, con una figura muy curiosa: el brazo de madera (en la foto) que hizo para el pueblo Saladino. Se trata de un artista; no es el sultán ayubí del siglo XII que se distinguió en batalla. Lo curioso del asunto es que si se mira al fondo por el hueco del puño de la mano, que está entreabierto, se ve en la ladera del fondo un corazón hecho de árboles, romántica idea llevada a cabo por varios habitantes del pueblo.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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