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Destinos turísticos para ir con perro... pero siempre atado

El debate por los muchos perros sueltos que incumplen la normativa en Ordesa hace que el parque estudie prohibir su entrada. ¿Qué reglas se siguen en otros espacios naturales de interés en Aragón?

Las visitas guiadas al Pueblo Viejo de Belchite admiten perros con correa.
Las visitas guiadas al Pueblo Viejo de Belchite admiten perros con correa.
Heraldo

La norma parece sencilla pero se incumple de forma sistemática: los perros pueden entrar siempre que vayan atados, con correa, y no sueltos. Es lo que dice el Plan Rector de Uso y Gestión de Ordesa y, en esencia, la norma general de muchos otros espacios naturales de Aragón. Sin embargo, calculan los gestores del parque que en torno al 50% de los dueños de mascotas incumplen la norma, lo que está llevando a promulgar reglamentos más restrictivos e, incluso, en el caso de Ordesa a estudiar directamente prohibir la entrada a todo can como ya se hace, por ejemplo, en Francia. Los vigilantes están hartos de llamar la atención a los infractores y el dejar al perro suelto ya es el principal motivo de sanción del parque natural, con casi un centenar de multas al año.

“En Aragón no están permitidos los perros sueltos en ninguno de los espacios naturales protegidos”, afirma en el área de Medio Ambiente de la DGA, donde recuerdan que de este inventario forman parte maravillas naturales como los glaciares pirenaicos, los cañones de Guara, los galachos del Ebro, la laguna de Gallocanta, los pinares de Ródeno o las grutas de cristal de Molinos. No obstante, como se ha visto, es habitual que muchos dueños suelten sus mascotas en parajes como la peña Oroel o en el Moncayo, que forman parte también de los espacios protegidos y por donde, en consecuencia, está prohibido que vayan sueltos.

El debate está servido y los equilibrios para promocionar un turismo “dogfriendly” y respetar al mismo tiempo el entorno natural no deberían ser muy complicados siempre y cuando se respetaran las normas. También el reglamento de, por ejemplo, el Salto del Bierge obliga a llevar al perro atado, como sucede por lo general en todos las zonas de baño controladas, conocidas como ZBC, donde existe al menos un punto en el que la Dirección General de Salud Pública de Aragón recoge periódicamente muestras de agua. En el Parrizal de Beceite, sin ir más lejos, el año pasado hicieron un nuevo reglamento en el que decidieron que no se dejaba entrar perros ni aunque vayan atados, ya que era habitual que las mascotas se dieran un chapuzón junto a sus dueños y eso era motivo de queja de muchos usuarios. Persisten, no obstante, otras pozas en las que las normas parecen más laxas (véase el Pígalo de Luesia junto a los pinares del Arba o algunos parajes de la localidad turolense de Aguaviva) donde sigue siendo habitual ver perros a remojo, acaso por el menor control de vigilantes.

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Un perro observa las zonas de baño del Pígalo, cerca de Luesia.
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Para muchos visitantes el problema no es tanto del mal que pueden hacer los perros (el más común cuando molestan al ganado o, incluso, a la fauna salvaje) como de la falta de civismo de sus dueños. Las asociaciones ecologistas explican que muchos de quienes se escapan estos días de las ciudades no aman ni respetan la montaña y denuncian que proliferan también ‘kleenex’ tirados, papeles de aluminio e, incluso, lamentan que los niños (supuestamente por desconocimiento) arranquen flores o el musgo de las rocas. Las estampas de las masificaciones turísticas, con mucho viajero ávido de salir de casa tras tres meses confinado, tampoco ayudan y, según denuncian, “el parquin de Ordesa parecía el fin de semana el salón del autómovil”.

¿Qué se hace en otros espacios turísticos habituales? En el Monasterio de Piedra, por ejemplo, “se permite el acceso a perros con correa en el parque Jardín Histórico, excepto en la zona de aves rapaces. Al espacio que alberga las diferentes dependencias del monasterio cisterciense solo podrán acceder en transportín o mochila. El acceso de perros al hotel está completamente prohibido”, explican. También en las visitas guiadas por el Pueblo Viejo de Belchite se especifica que pueden participar “perros con correa”. Se dice, además, que en todo momento “es obligatorio seguir las indicaciones de los guías”.

Al margen de espacios naturales, en los últimos años se ha potenciado mucho el turismo con mascotas y, de hecho, una de las más mediáticas, el perrito Pipper, se dejó caer hace unos meses por la Comunidad. Junto a su dueño, el periodista Pablo Muñoz recorrió algunos de los puntos más emblemáticos de Aragón para ver si podía acceder a hoteles, restaurantes o tiendas. Pipper trató de visitar también algunos monumentos y comprobó cómo podía disfrutar del Torreón de la Zuda, el palacio de Montemuzo, el patio de la Infanta o el museo del Rosario de Cristal, pero también lamentó ser vetado en la Aljafería o el Pilar. Además, su visita tenía que hacerla en brazos de su dueño, lo que convierte en imposible la práctica para los poseedores de perros grandes.

Proliferan en internet los portales especializados en viajar con perros, que -más que en los monumentos y los parques- se esfuerzan en reunir una lista de establecimientos hoteleros y restaurantes que admiten animales por comunidades autónomas. En Aragón se permite la entrada de mascotas aproximadamente en el 50% de las casas rurales, aunque los hoteles suelen ser más restrictivos y en muchas ocasiones solicitan una fianza que se devuelve si no hay desperfectos.

“Como norma general, los propietarios ya saben dónde acudir o se decantan por alquilar apartamentos”, explica Jorge Moncada, presidente de la Asociación Aragonesa de Agencias de Viajes. Explica que la mayoría de personas que optan por irse de vacaciones con su mascota suele elegir alojamientos muy concretos que admiten animales como cámpines, albergues o establecimientos de montaña.

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