El gol de Esnáider en la final de la Recopa de 1995 fue una obra de arte. El argentino abrió el marcador en el Parque de los Príncipes de París con uno de los tantos de su vida, pero ese golpeo maravilloso con la zurda que se coló en la escuadra de Seaman quedó eclipsado por un gol todavía más épico. Quizás haya que agradecerle a Esnáider que, gracias a ese primer tanto, el mundo del fútbol pudiera disfrutar del de Nayim.

“Que hayan pasado ya 20 años nos hace sentir muy viejos… Pero felices. Siempre que tenemos una excusa nos encontramos, nos juntamos y volvemos a pasarla bien como en aquellos tiempos”, asegura Esnáider, quien recuerda sus sensaciones durante el partido y su gol: "Fue un desahogo, porque durante el partido estaba tenso y no me sentía del todo bien. No terminaba de gustarme cómo estaba jugando, y para un delantero meter un gol te cambia todo. Fue un momento muy lindo y un desahogo”, recuerda el goleador.

“Pero si el mío fue un desahogo, imagina el de Nayim. Pensé que era un loco", continúa el argentino, quien ya veía llegar peligrosamente los lanzamientos desde los 11 metros. “Ya veíamos la tanda de penaltis muy cerca. Yo estaba muy nervioso, no quería llegar a los penaltis. Ellos tenían más experiencia que nosotros y eso podía haber jugado en nuestra contra. No tenía mucha fe en ese sentido, así que el gol de Nayim nos dio una alegría total”, confiesa Esnáider.

Pero, según indica, durante la final hubo más sufrimiento que momentos para disfrutar. “Fue todo espectacular, desde la llegada al estadio fue impresionante, la gente que nos animaba. Disfrutamos mucho, aunque durante el partido cuando menos. Sufrimos, pero al final acabó todo de la mejor manera”, explica el delantero, antes de resumir el épico final: “Si lo escribes, te lo intentas inventar o hacer una película, no te sale un final mejor que ese. Fue espectacular”.