Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Una explosión en el avión: el miedo que más tecnología da

Ondas milimétricas para detectar en el cuerpo algo más que metales, rayos X para los bolsos de mano, tomografía y espectrometría para vigilar el equipaje en bodega, incluso toallitas que reconocen en la piel restos de explosivos, son las tecnologías que velan hoy por nuestra seguridad en los aeropuertos. Mientras, los investigadores buscan sistemas inteligentes que sean capaces de discernir entre distintos tipos de pasajeros. Itainnova dedicó a este mercado toda una jornada de trabajo.

El miedo a una explosión en pleno vuelo empuja los avances tecnológicos
El miedo a una explosión en pleno vuelo empuja los avances tecnológicos
Carlos Muñoz

Hay en España 52 aeropuertos civiles. Por ellos se movieron más de doscientos millones de pasajeros en 2015. Sólo en El Prat de Barcelona trabajan 18.000 personas y se inspecciona cada día una media de 50 maletas facturadas. Parece difícil controlarlo todo: qué lleva la gente en sus equipajes, qué puede introducir un operario en la bodega del avión, qué se esconde bajo la ropa, en los pliegues corporales... Parece difícil y lo es.


El 11 de septiembre de 2001 cambió el rumbo de la historia y una normativa totalmente nueva y rigurosa como nunca se impuso en el transporte aéreo. Pero el miedo a una explosión en pleno vuelo sigue ahí y es él el que empuja desarrollos tecnológicos cada vez más ambiciosos contra posibles atentados terroristas.


Mientras nosotros pasamos el control de las puertas de embarque, nos ‘retratamos’ bajo los campos magnéticos pulsantes o las ondas milimétricas de los arcos corporales y examinan con rayos X nuestros bolsos de mano, el equipaje que hemos facturado es sometido a técnicas tomográficas y a espectrometría de movilidad de iones, junto a un software de detección automática de armas y explosivos. Así, se revisan a la hora 1.200 maletas por equipo. Esta es la tecnología que vela por nuestra seguridad en aeropuertos y aeronaves.

¿Estamos seguros?

La pregunta de si es suficiente o no guió, hace unos días, una jornada de retos tecnológicos para seguridad de infraestructuras en Itainnova, el Instituto Tecnológico de Aragón, organizada por Miguel Trallero, de Márketing y Desarrollo de Negocio. Allí se presentaron carencias, propuestas y tecnologías que están en el mercado con buenas expectativas.


«La vulnerabilidad 0 es una utopía, pero hay tecnología para intensificar el control de equipajes y pasajeros», aseguró en Itainnova Cándido Guillén, jefe de Normativa AVSEC de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). Afirmó que «el estándar de seguridad en la Unión Europea es alto» y que «se han incrementado las capacidades para detección de explosivos».


Los expertos coincidieron en que los arcos detectores de metales se muestran ineficaces para detectar la larga lista de artículos hoy prohibidos. Por eso vienen ‘empujando’ los body scanners, cuyas ondas milimétricas interceptan, por cambios de temperatura, cualquier objeto pegado al cuerpo, sea del material que sea.

Evitar falsas alarmas

«De lo que se trata es de reducir el número de falsas alarmas y de incrementar la velocidad de escaneado», dijo Óscar González, jefe de Ensayos de Armamento del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). Este organismo de investigación realiza los ensayos de los escáneres para las certificaciones. En su laboratorio químico de Torrejón de Ardoz, el Inta prueba los body-scann y los detectores de trazas de explosivos, incluidas las toallitas que reconocen dichas trazas en la piel.


Con la Aesa y la Guardia Civil, y con una lista de amenazas ‘top secret’, el Inta investiga en explosivos; ha logrado sintetizar algunos de ellos. Como su uso está prohibido, han desarrollado simulantes y los prueban con aviones reales. Próximamente, ensayarán en un búnker con los simulantes de explosivos cómo les afectan los cambios climáticos.


Óscar González reconoció que «aún faltan muchas cosas por saber de los explosivos, como, por ejemplo, con cuántos gramos empiezan a ser peligrosos». Sugirió que «quizá haya que reducir el estándar de los escáneres para detectar más, lo cual sería un importante acicate para las empresas». En cualquier caso, este experto en armamento ve soluciones en la «combinación de tecnologías de detección», en una «mayor automatización» y en el «incremento de vigilancia oculta». A su juicio, «vamos hacia la complejidad y hacia costes más elevados en seguridad».


Arturo Simón, jefe de Equipamiento de Seguridad de AENA (entidad gestora de 46 aeropuertos y dos helipuertos españoles), confirmó la existencia de más vigilantes que nunca en los aeropuertos. Recordemos que a la tecnología más sofisticada se suman los controles que, con vallas y cámaras, ejercen policías y guardias civiles, quienes entrarían en acción si, en un control, fuera detectado un explosivo.


Si crece el gasto en seguridad en aeropuertos y aviones, el precio del billete para volar podría verse también incrementado, ya que lleva añadido dicho coste.

Sin sacar nada de la maleta

Simón explicó que «el aumento de la automatización en detección de sustancias y objetos ilícitos minimiza la intervención humana en primera instancia», aportando calidad y seguridad al servicio. Según el técnico de Aena, la tendencia es «facilitar el viaje a los pasajeros, que no haya que sacar nada de las maletas, que todo se inspeccione dentro». Los líquidos, incluso, podrían volver a formar parte de nuestros equipajes de mano. La investigación es intensa en este campo.


En la jornada de Itainnova, Arturo Simón nombró los nuevos filtros de seguridad de los aeropuertos de Amsterdam y Bruselas como el súmmum de la protección del pasajero, unida al confort y la modernidad. Para Cándido Guillén, de la Aesa, «el plan de seguridad contra explosivos tiene que estar en el diseño mismo de los aeropuertos».


Siempre la investigación va más allá. Guillén habló de «sistemas de seguridad basados en la inteligencia y en el estudio de perfiles de pasajeros». ¿Podría la tecnología discernir entre distintos tipos de viajeros? Quizá, así, se llegue a la vulnerabilidad 0,1.

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