Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Saco la lengua cuando me concentro

Cuando una tarea nos absorbe, normalmente sacamos la punta de la lengua. Es más,  la giramos hacia la derecha. Todo tiene su explicación.

Los investigadores estudiaron a varios niños enfrentándose a diversas tareas
Los investigadores estudiaron a varios niños enfrentándose a diversas tareas
Henry

Estás enfrascado en una tarea que requiere toda tu maña. Frunces el ceño, fijas la mirada y, sin embargo, no dejas de tener un aspecto un poco cómico con la punta de la lengua asomando entre tus labios.

Hace unos años los investigadores lo interpretaban sencillamente como un gesto comunicativo. Sacando la lengua, decían, los primates y los humanos lanzábamos a nuestro entorno un sutil pero claro mensaje: "Por favor, no me molestes". Había experimentos que lo confirmaban: si un estudiante veía a alguien concentrándose en una tarea y mordiéndose la punta de la lengua tardaba una media de 13 segundos más en interrumpirle que si estaba igual de ocupado pero con su lengua bien guardada dentro de la boca.

Sin embargo, eso no aclaraba el origen del gesto. Investigadores británicos dieron un paso más en ese sentido cuando decidieron estudiar a conciencia a varios críos mientras se enfrentaban a tareas motoras diversas. Así fue como descubrieron que el gesto aparecía cuando participaban en juegos que requerían coordinación, pensamiento rápido y negociar reglas. Sin embargo, no asomaba ante desafíos motores complicados. Gillian S. Forrester y sus colegas dedujeron que estamos ante un vestigio de los principios del desarrollo del lenguaje, cuando los gestos se transformaron en lenguaje, y la comunicación saltó de las manos a la boca. Es más, eso explicaría, dicen, por qué normalmente sacamos la punta de la lengua la giramos hacia la derecha: es el hemisferio izquierdo el que la mueve y la hace salir y girar, el mismo hemisferio donde residen las habilidades lingüísticas.

La cosa no acaba ahí. También hay que tener en cuenta que la sinhueso suele estar en movimiento, recorriendo la boca y enviando información a la sesera de los sabores y de la forma de nuestra boca. Dejándola quieta entre los labios conseguimos eliminar el número de estímulos que detecta. Y eso deja más neuronas disponibles para ejecutar correctamente otras tareas.

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