Tercer Milenio
En colaboración con ITA
¿Seremos eternamente jóvenes?
Al replicar el experimento, Rando constató que, con la entrada de sangre joven en el organismo viejo, sus órganos y tejidos experimentaban un efecto regenerador y rejuvenecedor. Pero, paralelamente, el ratón joven mostraba signos de envejecimiento prematuro.
El siguiente gran avance se produjo en 2013, al comprobarse que la inyección periódica de plasma sanguíneo obtenido de un ratón joven producía efectos análogos, al tiempo que se evitaban los efectos negativos sobre el ratón donante.
Un año antes se había identificado una proteína presente en el plasma sanguíneo, el factor de diferenciación de crecimiento 11 (GDF 11), implicado en los efectos rejuvenecedores. Los organismos mayores dejan de producir esta proteína que aparece en ratones y humanos.
Dos logros que invitaban a ir un paso más lejos y probar los efectos de la inyección de plasma de humanos jóvenes en ratones viejos.
En el recientemente celebrado este mismo mes de noviembre Encuentro Anual de la Sociedad de Neurociencia, la investigadora de la compañía Alkahest, Sakura Minami, se congratulaba al anunciar los resultados: tras un tratamiento de dos inyecciones semanales de plasma humano durante tres semanas en ratones viejos, estos habían demostrado evidentes síntomas de rejuvenecimiento. Evidentes y medidos en una serie de pruebas que valoraron (y compararon con las de ejemplares jóvenes) tanto sus capacidades físicas como mentales. Esto último al favorecer la neurogénesis nacimiento de nuevas neuronas en el hipotálamo. Todo ello abre la puerta, en palabras de la investigadora, «a que en un futuro se pueda desarrollar un tratamiento antienvejecimiento para las personas», además de una posible cura para enfermedades mentales degenerativas. Con este objetivo, la compañía Alkahest ha puesto en marcha un ensayo con pacientes de alzhéimer.
Gracias a la reprogramación celular, un nuevo estudio, liderado por el investigador español Juan Carlos Izpisúa Belmonte, ha aumentado el tiempo de vida de roedores vivos un 30%.
Un panorama idílico hasta que se repara en las consecuencias colaterales: una sociedad integrada por individuos extremadamente longevos que exigiría bien aplicar un estricto control de natalidad con duras penas para quien lo violase; o bien establecer una fecha de caducidad, de tal suerte que el tratamiento no supusiese la vida eterna, sino vivir en plenitud hasta una edad prefijada. Una revisión de La fuga de Logan.
Eso en el largo plazo. Porque en el itinere, mientras el tratamiento no fuera aprobado y accesible para todos, podría surgir la amenaza de un comercio y tráfico ilegal de sangre y donantes jóvenes. Y eso sin dar pábulo a visiones tan distópicas como la de cazadores profesionales de sangre fresca o campos de cultivo de cuerpos jóvenes que garanticen disponer de un suministro constante de plasma regenerador para una élite dispuesta a lo que sea con tal de no envejecer.