Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Reír y aprender. La letra con humor entra

Cada vez más estudios vinculan la risa a una mejora de la memoria a corto plazo.
Cada vez más estudios vinculan la risa a una mejora de la memoria a corto plazo.

«Si es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos», decía Leonardo Da Vinci. Y eso que desconocía sus aplicaciones docentes. Cada vez son más los estudios que vinculan la risa a una mejora de la memoria a corto plazo, tanto a edades avanzadas como en bebés de solo unos cuantos meses de vida. Ron Berk , profesor emérito de Bioestadística en la Universidad Johns Hopkins (EE. UU.) y acérrimo defensor de este estilo de enseñanza, lleva años demostrando en sus clases que funciona. Se explica, argumenta, porque la risa reduce la ansiedad y el estrés, y las hormonas que se secretan –cortisol y epinefrina– actúan como un cepo para los procesos de aprendizaje en el hipocampo, la estructura en forma de caballito de mar que usamos para memorizar.


No es el único que respalda esta postura. Randy Garner, experto en ciencias del comportamiento de la Universidad Estatal Sam Houston (EE. UU.), comprobó que los estudiantes recuerdan más datos de una clase de Estadística si se intercalan chistes sobre los aspectos más relevantes de la lección. Por su parte, la investigadora Mary Kay Morrison, miembro de la Asociación americana para el Humor Terapéutico y Aplicado, dio un paso más allá al decidirse a escanear la sesera de varios estudiantes para comprobar qué áreas del cerebro se encienden en una lección impartida con humor. Su conclusión fue contundente: todo el cerebro se activa cuando lo que nos comunican nos hace reír. Y como, además, el humor nos causa cierta sorpresa y desconcierto, los centros de atención del cerebro se ponen en alerta, favoreciendo la retención de información.

Dopamina para todos

La cosa no acaba ahí. A los argumentos esgrimidos hasta ahora para el uso docente del humor hay que sumarle que introducir chascarrillos al impartir una clase aumenta la dopamina, la hormona del bienestar, que además de hacernos sentir bien favorece la formación de recuerdos a largo plazo y aumenta la motivación, tal y como demostró el neurocientífico alemán Emrah D-zel. Y desarrollar un sano sentido del humor activa regiones de la corteza cerebral que procesan las sorpresas y las incongruencias, y que también son necesarias para afrontar los cambios vitales inesperados. En definitiva, mostrar fotos de Instagram o de Pinterest con faltas de ortografía desternillantes a la vez que instructivas a los estudiantes de Lengua o hacer que los propios alumnos ideen chistes a partir de los contenidos de una sesuda lección de Biología evolutiva los vuelve más inteligentes dentro y fuera del aula.

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