Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El científico que hace andar a parapléjicos

Reggie Edgerton es el primer neurocientífico que consiguió que una persona con paraplejia recuperase la movilidad voluntaria de las piernas. En lugar de centrarse en el cerebro de los lesionados, su terapia estimula la médula espinal.

El neurocientífico Reggie Edgerton.
El neurocientífico Reggie Edgerton.
UCLA

"Los humanos somos muy ‘corticocéntricos’, nos impresiona nuestra corteza cerebral y no nos damos cuenta de la importancia de otras subestructuras. Está muy bien tener corteza, pero los actos fundamentales de la fisiología, como comer, sobrevivir y emparejarse, están en todo nuestro sistema nervioso, no solo en el cerebro", le contaba Reggie Edgerton a Núria Jar en la genial entrevista que le hizo la periodista para la Agencia Sinc durante su visita al Instituto Guttmann de Barcelona. Hace tiempo que este neurocientífico de la Universidad de California en Los Ángeles (EE. UU.) suena en las quinielas del Premio Nobel de Medicina. Más que comprensible si tenemos en cuenta que fue el primero que hizo mover las piernas a un parapléjico y que es el padre del exoesqueleto que estimula la médula espinal de pacientes con lesiones graves para que recuperen el movimiento voluntario. Y no ha sido fácil. "La primera vez que dije que la médula espinal podía aprender no fui demasiado popular. Es muy complicado cambiar una opinión si un dogma está muy arraigado en el entorno clínico. Cuando miro hacia atrás y me pregunto por qué hemos tardado tanto en recuperar la movilidad de las personas, más de 40 años, deduzco que se trata de la propia naturaleza de la ciencia.", reflexiona en su charla con Jar.


Según Edgerton, no hay que olvidar que en la historia de la evolución los animales empezaron teniendo médula espinal y luego aparecieron el resto de estructuras. "Siempre me he fijado en estos detalles porque estudié biología evolutiva; en una facultad de Medicina no me hubieran dado la oportunidad de desarrollar esta perspectiva", puntualiza. Ahora, a sus 75 años, acaba de crear una empresa para intentar comercializar sus terapias. Y en Barcelona trabajará con otros equipos de investigación para que apliquen sus conocimientos en Europa. ¡No le pierdan de vista!


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