Situada en Sabiñánigo, a apenas un kilómetro de distancia del río Gállego, entre 1975 y 1988 Inquinosa produjo, según el Centro Nacional de Referencia sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes, unas 900 toneladas de lindano al año. Cada tonelada generaba otras ocho toneladas de isómeros no comerciales, por lo que la actividad de la fábrica generó unas 7.200 toneladas anuales de residuos.

El lindano se obtenía por reacción del benceno con cloro gas (dos peligrosos reactivos), mediante la acción de la luz. Este proceso fotoquímico era muy poco selectivo, pues, por cada molécula de lindano, se producían otras ocho moléculas de HCH muy parecidas, con los mismos átomos pero orientados de diferente manera y sin actividad insecticida. Un enorme volumen de residuos que una legislación permisiva dejó acumular al aire libre en el vertedero de Sardas, situado a poca distancia de la fábrica, a un coste casi nulo. Ni este primer vertedero ni el de Bailín contaban con las condiciones adecuadas para su almacenamiento.

Aunque la DGA impuso el cese de la actividad productiva en Inquinosa en 1989, la empresa continuó importando y envasando lindano hasta que, en abril de 1994, la DGA reiteró la prohibición de generar cualquier tipo de residuo tóxico o peligroso y su depósito en los vertederos. Solo entonces se abandonó la fábrica, dejando una herencia tóxica para los aragoneses. En el vertedero de Bailín, existen hoy unas 150.000 toneladas de residuos procedentes del lindano; en Sardas, más de 120.000; y en la planta industrial, una cantidad importante aún sin cuantificar.