Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Kevlar, la fibra que resiste lo que le echen

Dudó entre diseño y medicina. Finalmente, Stephanie Kwolek inventó un tejido que salva vidas: el kevlar.

Dupont buscaba un nuevo tipo de fibras más ligeras y resistentes que el nailon; Stephanie Kwolek dio con el kevlar
Dupont buscaba un nuevo tipo de fibras más ligeras y resistentes que el nailon; Stephanie Kwolek dio con el kevlar

De niña quiso ser diseñadora. En su juventud, médico. Descubrió su pasión como reputada científica, consiguiendo con uno de sus descubrimientos que se fabriquen prendas que salvan vidas. No se puede negar que la historia tiene su encanto. Vocación, talento, intuición y serendipia. Y, de fondo, la lucha de las mujeres por hacerse presentes en el mundo de la ciencia y el I+D.

No sabemos qué hubiera sido de Stephanie Kwolek en el caso de haber sido médico o diseñadora. O si hubiera hecho caso a los consejos de sus padres (¡de todos los padres!) cuando le inculcaron que «lo que ya no vale se tira». Pero el caso es que descubrió en 1965 el kevlar, un material muy ligero y resistente que forma parte de más de 200 aplicaciones incluyendo los chalecos antibala.

Muñecas, ciencia y medicina

Stephanie Kwolek nació en 1923 en Estados Unidos, en el seno de una familia de inmigrantes polacos. Su padre murió cuando ella tenía tan solo 10 años, pero le inculcó el amor por la naturaleza. Por influencia de su madre, como muchas niñas pasaba largas horas diseñando vestidos para sus muñecas y, en el colegio, Stephanie destacaba en las asignaturas de Ciencias y Matemáticas, y estudió Química en la universidad.

Su vocación era la medicina, pero, al no poder costearse los estudios, en 1947 aceptó una oferta de empleo de un laboratorio de I+D de la empresa Dupont. No era fácil para una mujer trabajar en un puesto de esas características, aunque la Segunda Guerra Mundial abrió el mercado laboral a las mujeres estadounidenses por la gran cantidad de hombres que luchaban en el frente. Por otro lado, Dupont había cosechado grandes éxitos, como el descubrimiento del nailon en 1935 (otra historia de innovación que merece ser contada). Existía por tanto en la compañía no solo el caldo de cultivo, sino también los medios y recursos para fomentar la investigación pura en nuevos materiales.

En 1950 Kwolek recibió un premio por idear cómo producir nailon en un matraz a temperatura ambiente, en un experimento que se puede reproducir fácilmente incluso en un aula.

El descubrimiento del kevlar

En 1964 Dupont decidió redoblar esfuerzos en busca de un nuevo tipo de fibras más ligeras y resistentes que el nailon, capaces de aguantar en condiciones extremas con objeto de usarlas en la fabricación de neumáticos, buscando el ahorro de combustible. Se asignó a Kwolek la dirección del equipo de I+D que se encargó de tal cometido.

Las soluciones de polímeros para la formación de fibras que se usaban hasta entonces eran de color transparente. Los investigadores descartaban soluciones que no se correspondían con este aspecto. Stephanie Kwolek tuvo la visión e intuición de tratar de hilar una de esas soluciones, de aspecto lechoso e irisado (opalescente), para estudiar sus propiedades. Tuvo que convencer a algunos colegas del laboratorio para poder hacer la prueba, pero el resultado fue espectacular. La fibra obtenida era más resistente que el nailon (no se rompía en condiciones donde este sí lo hacía) y cinco veces más fuerte que el acero. Todo esto, junto con el hecho de que es capaz de soportar altas temperaturas, lo hacía ideal para construir equipos ligeros y resistentes.

Dupont vio enseguida la importancia del descubrimiento. En un claro ejemplo de la diferencia que existe entre el I+D (el descubrimiento de las fibras de kevlar) y la innovación (la búsqueda de aplicaciones y su explotación en el mercado), formó un equipo que se encargara de esto último. Y lo consiguieron: el kevlar forma parte de equipos de protección personal, vehículos, aviones, equipación deportiva y un larguísimo etcétera.

Kwolek continuó en Dupont hasta su jubilación en 1986, recibiendo numerosos reconocimientos nacionales y teniendo registradas hasta 28 patentes. En su vejez transmitió la pasión por la investigación científica entre los jóvenes. En sus propias palabras, «de niña no tuve ningún contacto con la ciencia, y es increíble que haya llegado a ser una química y científica. Les digo a los jóvenes que tengan metas muy altas. No puedo pensar en un orgullo más grande que el de haber inventado algo». El 18 de junio se cumplieron tres años de su fallecimiento.

Lecciones aprendidas
Apostar por el I+D Se suele entender el I+D como la inversión de dinero para obtener conocimiento, y la innovación como la inversión de conocimiento para obtener dinero. Sea como fuere, la inversión en I+D (adquirir conocimiento en ciencias puras y aplicadas, respectivamente), requiere de apoyo, financiación y medios, sean públicos o privados. Casos de éxito como el de Dupont, cuyos investigadores descubrieron materiales de tanto éxito como el kevlar, el nailon o el teflón, deberían animar a ello. Zapatero, a tus zapatos Una visión romántica de la historia nos podría hacer desear que Stephanie Kwolek formara parte del equipo que trabajó en las aplicaciones prácticas del kevlar. Pero no fue así. El inmenso talento de Kwolek para la química de polímeros no tenía necesariamente por qué tener continuidad en la parte de aplicaciones y negocio. Estímulo El fundamental papel de la mujer en el I+D+i ha quedado oculto en la historia. Debe ser conocido y divulgado por simple justicia social y también para estimular a nuestros jóvenes talentos.Ángel Gavín Autor del blog 'El Miracielos'
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