Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Las primeras balanzas y loncheadoras

En 1898, la primera loncheadora comenzaba a cortar embutidos, carnes y quesos en los mostradores de las tiendas de la Costa Este norteamericana.

Balanza de comercio Berkel de la colección del Museo Nacional de la Ciencia y la Tecnología.
Balanza de comercio Berkel de la colección del Museo Nacional de Ciencia y la Tecnología.
Luis Carré

La última década del siglo XIX marca el inicio de la Belle Époque, que se prolongaría hasta la Primera Guerra Mundial, caracterizada por una corriente de optimismo y confianza basada en gran medida en los grandes y revolucionarios avances científicos y tecnológicos del momento, encumbrados por la Exposición Universal de París de 1889.

Asimismo fue una época de prosperidad económica, con una burguesía con gran poder económico, lo que en el ámbito de la alimentación conllevó un creciente consumo de productos delicatessen. Una tendencia que en Holanda se manifestó como demanda de embutidos y quesos selectos; favorecida, además, por la exportación de los mismos a la Costa Este norteamericana, donde se había establecido una importante colonia neerlandesa (no en vano, la Gran Manzana, antes de ser Nueva York, fue Nueva Amsterdam).


Así las cosas, los carniceros locales se afanaban durante horas cortando y loncheando a mano dichos productos. En este escenario, el joven Wilhelmus Adrianus van Berkel (1869-1952), hijo y hermano de carnicero, y carnicero él mismo, además de un apasionado de la mecánica, se planteó la conveniencia de idear un sistema que facilitase la tarea. Y con este objetivo en mente se puso manos a la obra.


Tras meses de probaturas fallidas y piezas de embutidos y cortes de carne mutilados, por fin, en 1898, desarrolló la primera máquina de cortar embutido (pero también carne o queso). Se basaba en un diseño muy simple: una cuchilla circular cóncava –que reproducía con fidelidad el movimiento de la mano experta– ensamblada a una plataforma que se deslizaba adelante y atrás y sobre la que se disponía la pieza. Incorporaba asimismo una barra graduada conectada a la cuchilla que permitía regular el grosor del corte. Además, y mediante un juego de palancas, engranajes y correas, el movimiento del carro accionaba la cuchilla haciéndola a rotar. Había nacido la Berkel Model A.

Ahora Van Berkel solo necesitaba encontrar una fábrica donde comenzar a producirla. Con su prototipo debajo del brazo, se personó en una imprenta al borde la bancarrota y planteó a su dueño convertirla en fábrica de cortadoras. La propuesta cuajó y el 12 de octubre de 1898 se fundaba la Van Berkel’s patent. Ese mismo año, la pequeña fábrica producía 84 equipos. Los primeros de muchos, ya que en poco tiempo sus novedosas máquinas se popularizaron entre los carniceros y charcuteros. En los siguientes años la compañía abrió nuevas fábricas, primero en otras localidades holandesas y luego por toda Europa –también en España, donde en el año 1919 comenzaba a operar la Commercial Berkel SA en Barcelona– y Norteamérica.La conquista de los mostradores

Y, de la mano de la expansión, llegó la diversificación en la producción. A las máquinas cortadoras de embutido se sumaron otras para cortar el pan, específicas para el queso, picadoras, molinillos… y, en 1918, el primer modelo de balanza de comercio, el Model A.


Tras el paréntesis que supuso la Primera Guerra Mundial, en la que la mayoría de las fábricas de la Berkel y de otras compañías, tuvieron que aparcar su producción normal para fabricar equipos militares –en el caso de la Berkel fueron sobre todo aeroplanos y motores–, el prestigio y volumen de ventas de la compañía continuó creciendo hasta alcanzar su momento cumbre entre las décadas de los años veinte y treinta, cuando sus máquinas de corte de embutido eran unánimemente reconocidas como las mejores el mundo y sus aparatos estaban presentes en todos los establecimientos. Así, balanzas como la del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología eran habituales en las tiendas de ultramarinos de la época, para pesar las ventas al por menor de productos a granel. Para ello, incorporaban escalas de precios en su parte interior que permitían al comerciante calcular el importe rápida y eficazmente.


Tras una serie de adquisiciones y fusiones entre diversas compañías, en la actualidad la Berkel ha pasado a formar parte de la Avery Weigh-Tronix, líder mundial del sector. Al tiempo que los aparatos y máquinas Van Berkel de las primeras décadas del siglo XX se han convertido en objetos de coleccionista, cuando no en piezas de museo, debido a la precisión de sus mecanismos, la calidad de sus materiales y sus elegantes diseños.

En contexto
En 1933, año en que se fecha esta balanza de la colección del Muncyt, verían la luz muchas de las tecnologías e inventos que todavía hoy no solo persisten, sino que están plenamente instaurados y vigentes en nuestra sociedad. Así, el 8 de febrero de ese año es testigo del primer vuelo de un avión Boeing, el 247, con capacidad para diez pasajeros y uno de los primeros aviones dedicados al transporte de personas. También comienza a utilizarse la frecuencia modulada para las emisiones radiofónicas, ergo, nace la radio FM. Una forma de modular las ondas de radio que aumenta la calidad del sonido y que permitirá el despegue de las emisoras musicales. Y las lámparas de vapor de sodio y vapor de mercurio comienzan a iluminar el mundo con su macilenta luz amarilla. Ese mismo año Reginald Gibson crea el polietileno, el polímero más simple (tanto en estructura química como a la hora de producirlo) y uno de los más comunes y de uso más extendido en bolsas, envases, tubos, mangueras, juguetes... Al mismo tiempo que el químico Thadeus Reichstein sintetiza el ácido ascórbico, la primera vitamina la C obtenida en el laboratorio y que va a inaugurar toda una época de vitaminarse y mineralizarse a base de suplementos, preparados y comprimidos.


Además, y en otro orden de cosas, el tenista René Lacoste inventa el polo, una prenda que marcará tendencia. Y en EE. UU. comienza a venderse el refresco 7-Up. Aunque Fido Dido tendría que esperar hasta finales de los años ochenta.


Miguel Barral Técnico del MUNCYT


Esta sección se realiza en colaboración con el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología

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