Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La seguridad en el trabajo y el nacimiento de las gafas de sol

Las primeras gafas de sol con una base científica nacieron para proteger los ojos de los trabajadores de las fundiciones británicas.

Las gafas que hoy usamos bajo el sol nacieron para proteger los ojos de los trabajadores de las fundiciones
Las gafas que hoy usamos bajo el sol nacieron para proteger los ojos de los trabajadores de las fundiciones
Reuters/Mike Blake

En 1897 el Gobierno británico instituía ‘The Workman’s Compensation Act’, el Acta de Compensación del Trabajador, que otorgaba a aquellos que sufrieran lesiones o enfermedades provocadas por su actividad laboral el derecho a recibir un subsidio o contraprestación económica. Un acta que se actualizaba regularmente a fin de incluir las dolencias más habituales entre los distintos grupos de profesionales.

En 1907, y ante el creciente número de casos de cataratas diagnosticadas entre los trabajadores de las fábricas de cristal y las fundiciones de metal, el Gobierno solicitó a la Royal Society que investigase cómo y por qué los intensos brillo y calor producidos en los hornos de fundición presumiblemente provocaban estas lesiones oculares. El objetivo era identificar la causa y dar con una solución para reducir el gasto en subsidios.

Para llevar a cabo esta misión, la Royal Society designó una comisión, la Glass Workers Cataract Committee, integrada por un selecto grupo de distinguidos médicos, oculistas, fisiólogos, físicos y químicos. Entre ellos figuraba el por entonces ya octogenario William Crookes, inventor del radiómetro y el tubo de Crookes, descubridor del elemento químico talio y autor de importantes y pioneras investigaciones en espectroscopía, rayos catódicos, fluorescencia o radiactividad. Gracias a lo cual ostentaba el título honorífico de científico vivo más importante de Inglaterra. Eso a pesar de sus devaneos con el espiritismo y las ciencias paranormales.

Dicho comité decidió organizarse en dos grupos para actuar en paralelo. El primero de ellos se encargaría de visitar las distintas fábricas para examinar las condiciones de trabajo y su efecto sobre la salud visual de los operarios. Y el segundo realizaría experimentos químicos y físicos con los que ensayar posibles soluciones. En este último, como no podía ser de otra forma, se integró Crookes.

Si bien en un principio se asumió que lo que provocaba las cataratas era la intensa radiación infrarroja (IR), posteriores investigaciones efectuadas por científicos franceses y alemanes apuntaron que la radiación más dañina podía ser la ultravioleta (UV). Además, en 1909 Crookes supo que unos fabricantes de cristal franceses habían desarrollado un nuevo cristal tintado ambarino que bloqueaba la radiación UV y habían comenzado a montarlo en gafas para escaladores y conductores.

Así pues, Crookes se concentró en investigar cómo la adición de pequeñas cantidades de óxidos metálicos podían producir cristales que reflejasen o filtrasen la radiación IR procedente de los hornos de fundición; y también la UV; para su posible aplicación en gafas de seguridad. Para ello preparó cientos de combinaciones de cristales cuya composición incluía sales metálicas. Después, determinaba su espectro de absorción, su opacidad y su color exacto.

Así, entre 1913 y 1914 Crookes formuló más de 300 cristales tintados con unas características específicas y un uso recomendado. De facto, se trataba del nacimiento de las primeras gafas de sol con una base científica.

El ‘look’ del ocio

El estallido de la I Guerra Mundial demoró la producción industrial de los distintos cristales y la comercialización de las gafas que los montaban, hasta principios de los años veinte, tras el fallecimiento del físico. Irónicamente el trabajo de Crookes tuvo mucho más éxito entre la gente adinerada que se podía permitir disfrutar de actividades de ocio al aire libre que entre los propios trabajadores, reacios a emplear gafas tintadas. Por fortuna para estos, la mecanización de los procesos de fabricación conllevó una reducción en la incidencia de cataratas.

Finalmente, en 1929, Edward H. Land desarrollaba un filtro para la luz polarizada que, dispuesto en las gafas de sol, se antojaba ideal para evitar los destellos y reflejos que afectaban y ponían en riesgo a aviadores y conductores. Tal como demostró el inmediato éxito cosechado por las gafas de sol Polaroid que salieron a la venta en 1936 y que relegaron a las ‘Crookes’ al olvido. Aunque hoy recordamos el decisivo papel desempeñado por William Crookes como padre de las modernas y cualificadas gafas de sol y de seguridad, en lo que supuso su última gran contribución a la ciencia.

Con base científica
Cada cristal tintado formulados por Crookes (más de 300) recibió un número de serie y un uso recomendado.

El cristal Crookes 246, ligeramente verdoso al contener oxalato férrico, cremor tártaro y carbón de madera, eliminaba el 98% de la radiación IR. El Crookes 158, con borato de cerio y óxidos férrico y crómico, bloqueaba toda la radiación UV. El Crookes 249, de un pálido azul, con nitrato de cerio, óxido férrico y sulfato de cobalto, filtraba el 90% de la radiación IR, era opaco a la UV y apenas afectaba a la percepción del color. Era el más ventajoso para gafas destinadas a las actividades al aire libre, especialmente para evitar los reflejos producidos por las montañas, la nieve y el agua. 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión